Pregón 2009

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PREGON DE LA FIESTAS EN HONOR A LA VIRGEN Y MARTIR SANTA QUITERIA EN LA MUY NOBLE Y LEAL CIUDAD DE HUETE, CUENCA, Aテ前 2009.

Rosa Mツェ Valencia Gonzテ。lez Devota de santa Quiteria

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Querida Comisión de Festejos de Santa Quiteria que habéis dedicado tanta ilusión, esfuerzo y esmero para que todos los actos estén dispuestos y preparados. Quiterios, deseosos e impacientes de que empiece la fiesta. Dulzaineros que aportáis ese sonido y ese ritmo, tan peculiar, tan nuestro, tan querido. Miembros de la banda de la Cruz Roja de Sevilla aquí presentes, que ya también le tenéis devoción a la Perla de San Gil. Y a todos los que estáis en este momento y en este lugar tan especial y mágico, recibid mi más cálido saludo.

Ha pasado justo un año desde que me ofrecieron estar aquí y hacer esto. Gracias por elegirme, por la confianza y la gran responsabilidad depositada en mí. Fue un momento que recordaré toda mi vida porque, después de la sorpresa inicial, la verdad es que no dudé en aceptar. Me pareció un reto maravilloso y una oportunidad única y dorada de hablar a los cuatro vientos y bien alto sobre mi devoción y mi pasión por la hija de Calsia y de Catelio.

Ha pasado un año también desde que otra gran quiteria, después de oír el último golpe de bombo que nos indicó que las fiestas de santa Quiteria 2008 habían terminado, y estando abrazada a mi hijo, me dijera para mitigar mis lágrimas desconsoladas: “no llores Rosa, que el año que viene cuando digas tú el pregón serán las fiestas otra vez”… El pregón ha llegado, parece un suspiro en el tiempo pero ¡han pasado tantas cosas!

Especialmente santa mía que te falta una gran devota, una gran mujer, una mujer fuerte como tú, llamada Manuela, “la Manuela, la de las gaseosas”, por la bebida que fabricó durante años, mi tía-abuela Manuela, que fue la que desde el balcón de su casa me enseñó a decir “viva Quiteria, la del barrio de San Gil”, la que me enseñó a llevar a Santa Quiteria en lo más hondo de mi alma porque ella la llevaba siempre y yo, yo ahora las llevo a las dos.

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No hay momento del día en que una u otra, o a las dos a la vez, las tenga presentes. A la difunta sobre todo en momentos difíciles, bien sean alegres o tristes, que me pregunto: ¿Qué haría ahora mi tía Manuela? A la otra, desde que me levanto y mi primera frase suele ser “buenos días, Quiteria”, no a la santa, sino a mi hija que le puse su nombre para cumplir una promesa concedida. Aunque puede que en ese momento no me acuerde de la santa todavía, es temprano y suelo estar muy dormida. Puede que me acuerde al peinarme, porque mi pelo cubre esa cabeza que el desalmado Germano no dudó en separar de su Inmaculado Cuerpo; al ver algún detalle por la casa o al salir de ella, que me gusta encomendarme a su protección; o al llegar al trabajo y ver su foto en la taquilla, al hablarle de ella a algún compañero o a algún paciente, que a veces me sorprenden a mi porque ya la conocen y la celebran también en su localidad de origen; al guisar algo que me recuerde lo típico de aquí en fiestas o al ver ropa o calzado en los comercios, que pienso: “esto para Santa Quiteria, vendría bien”; al tocar, en la Banda de Cornetas, tambores y gaitas de Leganés, de la que formo parte, alguna marcha militar o procesional, que me supone un verdadero acto de concentración para no equivocarme porque mi pensamiento se viene aquí, a la ermita, al barrio, al pueblo y, alguna vez, se me escapa alguna lagrimilla al recordar o al desear que llegue pronto la fiesta para poder disfrutar otra vez.

Y es lo que quiero pedirles: Que disfruten. Que olviden los quehaceres y quebrantos, que tenemos cuatro días por delante preciosos para llenarlos de música, de risas, de alegría, de oración. Sí, de oración también. Participemos también de los actos religiosos: de las novenas, de “la función”, de la misa de campaña, de la misa de difuntos. Que acompañemos a la Virgen y Mártir en todo momento para darle toda la gloria y alabanzas que se merece porque grande también fue su sacrificio y su martirio. Que acompañemos a la santa en cada galopeo, de principio a fin.

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Que acompañemos a la santa al son de la dulzaina y el tamboril. Que acompañemos a la santa en las verbenas Que acompañemos a la santa en las dianas. Que acompañemos a la santa echándole vivas. Mi historia de “echadora de vivas” es escasa y no muy brillante. Con la primera nota del primer galopeo siempre suelo arrancarme. Es inevitable. Ni aunque me amordazaran. Ni nada ni nadie podría impedir que de mi boca salieran esos piropos a la Hermosa Quiteria, reprimidos un año en mi garganta. Durante el resto de galopeos, según me lo vaya permitiendo la afonía, sí me gusta y sí suelo demostrarle a la santa que el motivo de tanta algarabía es ella. En la procesión, me suele invadir el nerviosismo y la emoción y no suelen ser muchas las vivas que consigo articular pero no ha habido ninguna en la que no se haya oído mi voz rota y desgarrada, diciendo:

Viva la mártir Quiteria Quiteria, ria porque prefirió el sufrimiento a renunciar a la Fe Viva la sin par Quiteria, Quiteria porque no hay otra como ella Viva la alegría del Barrio Barrio de San Gil, Gil porque nos hace danzar y reir Viva la ilusión de mi vida, vida porque sin ella no soy nada Viva esa viajera incansable, incansable porque predicó por España, Francia y Portugal Viva ese lucero de la mañana, mañana porque nos guía desde allí arriba Viva la reina de la humildad, humildad porque no pidió nada para si Viva tu eterna belleza, belleza porque tu esplendor bello perdurará en los tiempos Viva tu eterna entrega, entrega porque siempre estarás ahí para nosotros Viva la mujer fuerte, fuerte porque venció tentaciones y pecados Viva el orgullo de san Gil, Gil porque este barrio tiene lo que nadie en el Mundo Viva la valerosa heroína, heroína porque tu sangre fue derramada cruentamente Viva el consuelo y el amparo de los quiterios, quiterios porque sin ti estamos perdidos Viva nuestra adorada santa, santa porque te veneramos despiertos y aun en sueños…

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Atrás quedan ya los baúles revueltos, las idas y venidas y las camas sin hacer… Atrás quedan los viajes de los quiterios que viven fuera de Huete, que vienen días antes para preparar la casa, la despensa, acudir a las novenas… como lo hacía mi abuela, ahora mi madre y, un día, recogerá el testigo esta humilde pregonera. Con nosotros están los que no puedan venir por cuestiones laborales, de enfermedad u otros, que seguro estarán rememorando todo lo que pase aquí. Con nosotros están los quiterios difuntos, que no morirán del todo si no los dejamos en el olvido. Especialmente quiero recordar a Rafael y a Emiliano, “los flechas”, que vivieron muchas fiestas con gran fervor. Por delante tenemos a la gente que falta por llegar, que en cuanto sus obligaciones les permitan, se unirán a la fiesta. A esos que a algunos sólo vemos estos días pero que es un motivo extra de felicidad el poder encontrarles otro año más. Por delante tenemos a las nuevas generaciones de quiterios a las que tenemos que transmitir nuestras raíces y tradiciones.

Quiero pedirte mi Quiteria amada, que nos acojas bajo tu manto protector, que nos cuides y nos guíes en todas las situaciones de nuestras vidas y que nos ayudes a celebrar año tras año tus fiestas.

Y ya sólo me falta darte las gracias por todos los favores obtenidos pero, sobre todo, por el más grande: tenerte en la Ermita de San Gil y en nuestros corazones y que sirvas de motor y de nexo de unión a todos los quiterios y que todos juntos digamos:

¡VIVA LA SANTA QUITERIA! ¡QUE EMPIEZE LA FIESTA! He dicho

Huete, 22 de Mayo de 2009

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