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Luces y sombras de Lorena Cordero Víctor Ivanovici en español Las residencias de Pablo Neruda Lombardi, cronista de Latinoamérica Entrevista a Alicia Yánez Cossío1


CINECLUB DE LA CASA 2013

Cine ecuatoriano contemporáneo De marzo a diciembre de 2013 Martes 18:30, Función y Foro con presencia del Director Sala de cine Alfredo Pareja. Entrada Gratuita

En el nombre de la hija . Tania Hermida 9 de abril. Mete gol gana . Felipe Terán 23 de abril. Mejor no hablar (de ciertas cosas) . Javier Andrade 28 de mayo. A cielo abierto, derechos minados . Pocho Álvarez 11 de junio. A tus espaldas . Tito Jara 25 de junio. Labranza oculta . Gabriela Calvache 9 de julio. Impulso . Mateo Herrera 23 de julio. Problemas personales . Manolo Sarmiento y Lisandra Rivera I. 10 de septiembre. Cuando me toque a mí . Víctor Arregui 24 de septiembre. Con mi corazón en Yambo . María Fernanda Restrepo 29 de octubre. Pescador . Sebastián Cordero 5 de noviembre. Esas no son penas . Anahí Hoeneisen y Daniel Andrade 10 de diciembre. Descartes . Fernando Mieles 19 de marzo.

Sala de Cine Alfredo Pareja Ave. Patria, entre 6 de Diciembre y 12 de Octubre. cinematecaecuador@yahoo.com. Tel.: 2520075 ext. 306/113 cinematecaEcuador cinematecaEc www.cinematecanacionalecuador.com / www.cce.org.ec Quito, Ecuador, 2013

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editorial

Respirar otras artes

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os anclajes marcan el camino en las energías que fluyen en la Nueva Casa. Contradictorios entre sí, duales frente a las percepciones y la reacción que engendran. El primero es depósito de dignidad y orgullo, nuestro presidente, Raúl Pérez Torres, fue parte del jurado internacional que otorgó el premio Alba de las Letras y las Artes 2012 a la bailarina Alicia Alonso y al escritor uruguayo Eduardo Galeano, dentro de la Tercera Conferencia Internacional por el Equilibrio del Mundo, realizada entre el 28 y 30 de enero en La Habana. El segundo es el quiebre que sufrió la escritora Cecibel Ayala Parra, poeta sensible; su cuerpo no volverá a ser jaula, su cuerpo es una ofrenda donde los pájaros fucsias hacen la estancia de un verbo por inventarnos. Con su poemario Poción de medianoche iniciamos la colección Casa Nueva. Todos los días se generan construcciones estéticas, es deber institucional crear medios en los que se puedan alojar contenidos que hablen de nuestra esencia, de nuestra dimensión de performadores del fuego en la palabra, la música, la danza... De esa búsqueda por visibilizar a los personajes y sus realidades nace Casapalabras, revista sobre las artes y las letras en el Ecuador, que tiene como propósito fundamental ser incluyente y permitir que los talentos de los distintos territorios puedan dar a conocer su trabajo, puedan generar la nueva identidad cultural donde no hay imposibles. Una identidad donde los creadores son motor espiritual de la nueva identidad nacional que se va forjando desde un eje político de inclusión. Nuevos tiempos se reinventan, ya no somos más una colonia ni aceptamos que nos vean circunscritos a la periferia. En el camino debemos construir las nuevas vanguardias, confrontar los viejos paradigmas y ver que no solamente es posible danzar entre los átomos y el arte, sino que es urgente hacerlo, que es una necesidad irrenunciable ser, invertir los silencios tantas veces modulados, y desde esa visión del mundo donde la naturaleza tiene derechos y los seres humanos forjamos de forma permanente el sumak kawsay, otra música, otra literatura, otra arquitectura, otras artes se deben respirar. Querido lector, disfrute con afecto esta Casapalabras, en sus páginas laten memorias que lo constituyen, que son parte de usted, de su entorno, palpitaciones que no solamente se quedan en una visión local sino que tienen acercamientos a las distintas construcciones creadoras que se dan en el mundo.

número dos • marzo 2013 Presidente

Raúl Pérez Torres

Vicepresidente

Gabriel Cisneros Abedrabbo

Director de Publicaciones Patricio Herrera Crespo

Editores

Paúl Hermann Violeta Luna Patricio Viteri

Edición de textos Katya Artieda

Diseño

Tania Dávila

Colaboran en este número:

Jorge Basilago, Luis Alberto Bravo, Silvia Stornaiolo, Wilma Granda Noboa, Paulina Simon Torres.

Portada

La humildad. Autora: Lorena Cordero Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión Dirección de Publicaciones Av. Seis de Diciembre N16–224 y Patria Telf.: 2 565808 Ext. 426 gestion.publicaciones@cce.org.ec www.cce.org.ec Quito–Ecuador.

casapalabrascce @casapalabrascce casapalabrascce@gmail.com

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índice

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Violeta Luna nos acerca a los universos de Ileana Espinel, poeta ecuatoriana que desarrolló su propuesta a partir de los años sesenta. Un justo homenaje.

Un vistazo a la trayectoria de Arturo Pérez-Reverte por estos días en que su prolífica labor periodística ha sido galardonada con el Premio Pedro Antonio de Alarcón.

5 El traductor de origen rumano Víctor Ivanovici responde a las preguntas que revista Casapalabras le hizo sobre su oficio y nuestra literatura a propósito de la publicación de su libro Disquisiciones y divagaciones.

Jorge Bacilago realiza un recorrido por la trayectoria de Chick Corea, el pianista que ha puesto todo su talento al servicio del jazz fussion.

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Lorena Cordero, fotógrafa ecuatoriana cuya obra engalana nuestra portada, reflexiona sobre sus obsesiones y su trayectoria vivencial y artística.

Patricio Herrera Crespo recuerda las circunstancias que rodearon la muerte del poeta mexicano Manuel Acuña, y la complicada relación que tuvo con su musa Rosario de la Peña.

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Paúl Hermann nos invita a trasponer los umbrales de las residencias que el poeta Pablo Neruda tenía en Santiago, Valparaíso e Isla Negra. Un recorrido por el diseño, la historia, la nostalgia y la poesía.

32 Ofrecemos una breve muestra poética de Luis Alberto Bravo, a propósito de la publicación de su libro Utolands en la colección Casa Nueva de nuestra institución.

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De la escritora Silvia Stornaiolo publicamos Lola, cuento que forma parte del nuevo libro de cuentos que publicará la CCE.

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9 Mostramos la escultura en hielo que un grupo de artistas ecuatorianos crearon en el Breckendridge a menos de 30 grados bajo cero.

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Patricio Viteri Paredes ha traducido del inglés para los lectores de Casapalabras, el cuento La ventana tapada de Ambrose Bierce.

La directora de Cinemateca Nacional, Wilma Granda Noboa, honra nuestra publicación con un ensayo sobre Quebradas de oro, relaciones de poder en Portovelo, documental de John Twedy que recrea la odisea de su abuelo en este rincón de nuestra geografía.

40 Conversamos con Alicia Yánez Cossío, escritora emblemática de nuestro país, sobre el oficio de la palabra y su prolífica producción literaria.

38 Nuestra colaboradora Paulina Simon Torres explora en esta ocasión la producción cinematográfica de uno de los mayores directores latinoamericanos de todos los tiempos: Francisco Lombardi, con motivo del festival que Cinemateca Nacional presenta por estas fechas. Recordamos a Cecibel Ayala y rendimos tributo a su memoria y a su obra a pocos días de su desaparición física.

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variaciones

Pérez Reverte premiado U

n jurado conformado por directivos y medios de comunicación de Granada, España, ha designado a Arturo Pérez-Reverte ganador de la XI edición de los Premios Nacionales de Periodismo Pedro Antonio de Alarcón y Ciudad de Guadix por su trayectoria profesional. Según destaca el jurado, Arturo Pérez-Reverte es un periodista y escritor de reconocido prestigio «que representa la esencia de estos premios». E incide en el paralelismo que, a pesar de la distancia en el tiempo, tiene con la figura del insigne Pedro Antonio de Alarcón como corresponsal de guerra y escritor. Arturo Pérez-Reverte ha asegurado que para él constituye un alto honor recibir este premio. Y no es para menos, pues antes que él lo recibieron periodistas como Iñaki Gabilondo, Carlos Herrera, Tico Medina, Rosa María Mateos, Manuel Alcántara, Luis del Olmo, Fernando Jáuregui y Ana Blanco, así como aquellos que fallecieron realizando su trabajo en conflictos bélicos: José Couso, Julio Anguita Parrado, Miguel Gil, Julio Fuentes y Ricardo Ortega. La asignación del premio coincide con la promoción que el periodista y escritor español está realizando de El tango de la guardia vieja, novela que narra una turbia y apasionada historia de amor, traiciones e intrigas, que se prolonga durante cuatro décadas a través de un siglo convulso, entre la luz crepuscular de una época que se extingue. Pérez-Reverte nació en Cartagena, España, en 1951. Entre 1973-1994 fue reportero de prensa, radio

y televisión. Trabajó doce años como reportero en el diario Pueblo, y nueve en los servicios informativos de Televisión Española; como especialista en conflictos armados cubrió las guerras de Chipre, Líbano, Eritrea, Sahara, Las Malvinas, El Salvador, Nicaragua, Chad, Mozambique, las guerrillas del Sudán, Angola y el golpe de Estado de Túnez. Los últimos conflictos que ha vivido son: la revolución de Rumania, la crisis de Libia y la guerra del Golfo. 
Desde 1991 escribe una página de opinión en el XL Semanal. Ha publicado: El húsar (1986), El maestro de esgrima (1988), La tabla de Flandes (1990), El club Dumas (1993), La sombra del águila (1993), Territorio comanche (1994), Un asunto de honor (1995), Obra breve (1995), La piel del tambor (1995), Patente de corso (1998), La carta esférica (2000), Con ánimo de ofender (2001), La reina del Sur (2002), Cabo Trafalgar (2004), No me cogeréis vivo (2005), El pintor de batallas (2006), Un día de cólera (2007), Ojos azules (2009), Cuando éramos honrados mercenarios (2009), El asedio (2010) y El tango de la Guardia Vieja (2012). Destaca Las aventuras del capitán Alatriste que está conformada por El capitán Alatriste (1996), Limpieza de sangre (1997), El sol de Breda (1998), El oro del rey (2000), El caballero del jubón amarillo (2003), Corsarios de Levante (2006) y El puente de los asesinos (2011). Ingresó en la Real Academia Española el 12 de junio de 2003, con El habla de un bravo del siglo XVII.

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Sobre lugares libros

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ay un ejercicio fascinante, a medio camino entre la literatura y la vida, que muchos de ustedes habrán practicado alguna vez: visitar lugares leídos antes en libros y proyectar en ellos, enriqueciéndolos con esa memoria lectora, las historias reales o imaginarias, los personajes auténticos o de ficción que en otro tiempo los poblaron y que de algún modo siguen ahí, apenas disimulados a poco que uno se fije. Para quienes gozan de ese privilegio extraordinario, esto sitúa los lugares con bagaje histórico o literario en un contexto singular que los hace aun más atractivos. Ciudades, hoteles, calles, paisajes, cuando te acercas a ellos con lecturas previas en la cabeza, adquieren un grato carácter personal; un sabor intenso. Cambia mucho las cosas, en ese sentido, visitar Palermo habiendo leído El gatopardo, o pasear por Buenos Aires con Borges y Bioy Casares en la recámara. Tampoco es lo mismo bajar del autobús turístico en Hisarlik, Turquía, para hacerte una foto mientras el guía cuenta que allí hubo una ciudad llamada Troya, que caminar por esa llanura con viejas lecturas y traducciones en la cabeza, comprobando cómo el paso del tiempo no secó el río Escamandro, pero alejó la orilla del mar color de vino con sus cóncavas naves; sentir los gritos de guerra de hombres cubiertos de bronce ―cayó, y resonaron sus armas―, o ser consciente de que tus zapatos llevan el mismo polvo por el que Aquiles arrastró el cadáver de Héctor atado a su carro. Si eso ocurre con los libros leídos, calculen lo que sucede cuando los escribe uno mismo. Cuando durante semanas, meses o años, pueblas determinados paisajes con tu propia imaginación. A mí me ocurre con frecuencia, pues localizo los pasajes de casi todas mis novelas en sitios reales: viajo allí, tomo fotografías y notas, leo cuanto puedo encontrar sobre el asunto. Pocas sensaciones conozco tan agradables como caminar con maneras de cazador y el zurrón abierto; entrar en un bar, un restaurante, tomar asiento en una terraza y decidir: este sitio me sirve, lo meto en la novela. Y luego, recreándote en el placer que eso depara, imaginar a tus personajes moviéndose por el lugar, sentados donde estás, bebiendo lo que bebes, mirando lo que tú miras. Comparado con el acto de escribir, con el momento de darle a la tecla, esta fase previa es superior, mucho más excitante y mágica. Para

Arturo Pérez-Reverte

individuos como yo ―sólo soy un escritor profesional que cuenta cosas, no un artista ni un yonqui de las palabras―, lo de escribir después la novela no es más que un trámite necesario y a menudo ingrato: un acto casi burocrático que justifica que inviertas tiempo y esfuerzos previos cuando todo es aún posible. Cuando te acercas a la novela por escribir sabiendo que está por hacer y quizá esta vez consigas que sea perfecta, aunque tu instinto te diga que nunca lo será. Acercándote a cada nueva historia con la misma curiosidad y cautela con las que te acercarías a una mujer hermosa de la que te acabases de enamorar. Volví a la Costa Azul hace unos días. Parte de mi última novela transcurre allí en 1937. Y la sensación fue extraña. Agridulce. Durante los dos últimos años me estuve moviendo por ese paisaje, primero con la expectación de una novela por escribir, y luego para trabajar en determinados pasajes a medida que la historia progresaba en mi cabeza y en la pantalla del ordenador. Vivía rodeado de cuadernos de apuntes, mapas, libros ilustrados, guías antiguas y viejas fotos que me permitieron reconstruir los lugares como el relato exigía, y mover con seguridad a mis personajes: saber lo que veían sentados en tal o cual sitio, describir la luz de un atardecer en la bahía de los Ángeles o las palmeras de Matisse vistas desde la ventana del hotel Negresco, con sus copas vencidas bajo la lluvia. Ahora he vuelto a pasear por el barrio viejo de Niza, por los pinares próximos a Antibes, junto al mar. He salido del hotel de París, en Montecarlo, y cruzado la plaza frente al casino para sentarme en la terraza de enfrente, como hace Max Costa, el protagonista masculino de El tango de la Guardia Vieja. Y he vuelto a detenerme en el recodo de la carretera donde él y Mecha Inzunza conversan de noche, en la oscuridad, nueve años después de su primer encuentro. Todo eso me era familiar antes de escribir la novela; pero ahora lo conozco de modo muy distinto. Demasiado íntimo, tal vez. Demasiado personal. Ya no podré volver a esos lugares sin amueblarlos con mi propia historia y personajes; sin verlos de otro modo que a través de la novela que yo escribí. Y no estoy seguro de que eso sea del todo bueno. Mi imaginación se apropió de ese mundo para siempre, y ya nunca podré mirarlo con la inocencia de unos ojos libres.


actualidad

Víctor

Ivanovici en español N

ació en 1947, en Tulcea, Rumania. Realizó estudios generales y universitarios en Bucarest, postuniversitarios en Málaga (España). Obtuvo un doctorado en la Universidad de Cluj (Rumania), con una tesis sobre García Márquez. Entre 1971-1984 enseñó literatura española e hispanoamericana en la universidad de Bucarest. Desde 1985 vive y trabaja en Grecia. Actualmente es profesor asociado de la Universidad de Salónica, donde enseña literatura hispánica. Ha enseñado, también, teoría de la traducción en la Universidad de Atenas. Es miembro de la Unión de Escritores Rumanos, de la Sociedad de Escritores Griegos, de la Sociedad Griega de Literatura General y Comparada, de la Asociación Internacional de Literatura Comparada, de la Asociación Internacional de Hispanistas, de la

Asociación de Cervantistas y de la Sociedad de Hispanistas Griegos (miembro fundador y actual vicepresidente). Fue condecorado con la Orden del Mérito Civil (España). En enero de 2013, presentó su libro Disquisiciones y divagaciones y dió una conferencia en la CCE, en Quito.

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Entrevista En 1979 publicó Tríptico neohelénico, en griego. ¿De qué trata el libro? De tres poetas griegos, a saber (como explícitamente reza el subtítulo): “Cavafis, Seferis y Sikelianós”. Los dos primeros supongo que no precisan de mayor presentación, pues han trascendido ampliamente los confines de su patria y su lengua, en dirección a la universalidad. No así el tercero, uno de los pocos, si no el único poeta vates de la Grecia moderna. Ángelos Sikelianós (1884-1951) merece el homenaje dantesco de il miglior fabro del parlar materno, pero su inigualable destreza lingüística se le convirtió en una jaula de oro y él mismo se adjudicó la fama de “genio local”. Es uno de los casoslímite que se dan en la historia de la literatura universal, de modo que su evaluación depende mucho “del color del cristal con que se mira”: genio, pero local / local, pero genio.

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En 1980 publicó Forma y apertura, en rumano. Obra por la que recibió el Premio de la Unión de Escritores de Rumania. Hábleme de ella… En Forma y apertura se configura lo que en mis varios CV, cuestionarios e impresos que se me ha pedido rellenar a lo largo de mi vida docente, ocupa la rúbrica: “Campos de interés”: las letras hispánicas, las balcánicas (rumanas y griegas) y otras europeas, en la doble perspectiva del comparatismo y la teoría literaria. El libro incluye estudios y ensayos sobre Góngora, El Quijote (que, años antes fuera mi “tesina” o trabajo de licenciatura), Borges, Cortázar (puesto en paralelo con el protosurrealista rumano Urmuz), García Márquez, lo fantástico, los poetas rumanos Tudor Arghezi y Lucian Blaga, todo ello bajo el signo de la apertura:

concepto perteneciente a Umberto Eco, cuya Opera aperta nos había señalado con un sello epistemológico indeleble, en la época “heroica” del estructuralismo y la semiótica.

vehemente grito de libertad que se oyera en el siglo XX.

Publica su siguiente libro en rumano y griego, Surrealismo y “surrealismos”, en 1997, ¿por qué no publicó nada en 17 años? Porque justamente en aquellos años se sitúa un hito biográfico que separa mi existencia en un antes y un después: el exilio. En 1985, la irrealidad opresiva del “socialismo real”, en su versión paranoica y delirante que fue la dictadura de Ceaucescu, me obligó a expatriarme, es decir, a abandonar todo lo que había conquistado hasta entonces con mucho esfuerzo, “contra viento y marea”: quince años de carrera universitaria, un lugar dentro de aquel sector de la cultura rumana no contaminado por la lepra ideológica (pues, increíble pero cierto, sí hubo un tal sector: precario, acosado, amenazado, pero existente), y a recomenzarlo todo desde cero, desde el anonimato del prófugo, con una única pero inestimable compensación: la libertad. Ahora bien, la libertad es dura en el reino del mercado libre (de ahí el “miedo” a ella, que analiza Erich Fromm, de ahí que la libertad no sea un valor vital para todos; a despecho de la corrección política, diría incluso que para la mayoría, para las masas, no lo es…). En estos 17 años hubo, pues, para mí, otras prioridades que publicar libros: sobrevivir, hacerme un nicho en la sociedad de acogida y, no en último término, posesionarme de la nueva lengua, la griega, que, a pesar de materna, sólo la dominaba hasta donde puede dominar su idioma una minoría de la diáspora. Sin embargo, al cabo de este largo silencio que me impuso el aprendizaje a ser libre, escribí un ensayo sobre el Surrealismo: el más

Si bien Vladimir Nabokov tenía al ruso por lengua materna, escribió casi la totalidad de su obra en inglés, algo que va más allá de las palabras, algo que tiene que ver con cultura, con cosmovisión… Y veo que usted va del rumano al griego y al español sin complicaciones… El bilingüismo o plurilingüismo es el terreno donde un escritor puede experimentar en carne propia un reto dialéctico: la tensión entre la universalidad y el “terruño”. Por una parte comprender que ―como decía Jorge Semprún, a quien tuve el privilegio de conocer― su vocación no es la lengua sino el lenguaje (non pas la langue, mais le langage: así me lo dijo, en francés, pese a que nuestra plática transcurría en español). Obviamente, ello “va más allá de las palabras”, como bien lo señalas tú y lo confirma la lingüística: el estudioso rumanouruguayo Eugenio Coseriu ―en quien muchos vieron a un Saussure del siglo XX― solía distinguir el “saber idiomático”, cuyo objeto es una lengua concreta, del “saber elocucional”, enfocado sobre el lenguaje y redundando en una competencia lingüística genérica. Por otra parte, no puede pasarse por alto el hecho de que la lengua materna nos transmite su latente cosmovisión, que es un modo de situarnos en el mundo. «El platonismo» manifestaba al respecto Unamuno: «es el idioma griego que discurre en Platón, desarrollando sus metáforas milenarias».


En 1999 escribió, en español, El mundo de la nueva narrativa hispanoamericana. ¿Cómo se sintió escribiendo en español? Bueno, no fue una experiencia totalmente inédita, pues desde 1966, cuando empecé a estudiar la filología hispánica en la Universidad de Bucarest, el castellano fue para mí un idioma de trabajo. A fuerza de practicarlo con fines instrumentales, aprendí a saborearlo, a amarlo y por último a darle un uso más creativo. ¿En 1999, qué tenía de nuevo el mundo narrativo de Hispanoamérica? Pues la formidable explosión de vitalidad y talento que desde el primer momento deslumbró a Occidente, con un “olvidado arte de contar” (como acertadamente lo puso de relieve Ricardo Gullón). Publica en el 2000 Hitos dispersos, en rumano. ¿De qué habla este libro? Como el primero y como los siguientes, de mis campos de interés: el balcánico (rumano y griego), el hispánico (Cervantes, García Lorca, el folclore sefardita o judeoespañol, García Márquez, Octavio Paz) y el teórico (traductología, teoría del lenguaje, teoría literaria). Por lo demás, este libro pretendió marcar, en su momento, mi «retorno al país natal», a su lengua y su cultura, tras los quince años de exilio y a despecho de él y de quienes me lo impusieron. Obtuvo su doctorado con una tesis en rumano sobre García Márquez, y en 2004 publica, en español, Gabriel García Márquez y su Reino de Macondo. Este libro, con el que obtiene el Premio Internacional Sial de Ensayo, ¿en qué se parece al anterior? El libro madrileño es el producto

de unos treinta años de trabajo sobre el “ciclo macondino” en la obra de Gabo; la tesis que mencionas no fue sino una etapa en este largo camino, quizás la principal, pero sentí la necesidad de seguir trabajándola, librarla del “lastre” universitario y hacer de ella un ensayo dirigido a un público más amplio, exigente y competente, sí, pero no necesariamente contaminado por los tics académicos. En 2001 publica, en rumano, Un kaftán para don Quijote. Hábleme de este libro… El perfil temático del Kaftán… es parecido al de los Hitos… (de hecho inicialmente quise titularlo “Encuentros y otros hitos”). En él pongo mayor énfasis en los temas de traductología, los cuales ocupan su primer capítulo, “Hacia una poética de la traducción”. Publica en 2011, en la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Disquisiciones y divagaciones, ensayos sobre Carpentier, Borges, Octavio Paz, García Márquez… ¿Cuál es su vínculo con Ecuador? El vínculo explícito es un ensayo (demasiado) breve sobre la poesía y la “quitología” de mi gran amigo Ulises Estrella, a quien de hecho le debo el impulso de armar este libro y de proponerlo a la Casa de la Cultura, donde fue bien acogido por la Dirección de Publicaciones, el temático consiste en que en Disquisiciones… refundó la mayor parte de los ensayos de El mundo de la nueva narrativa hispanoamericana. Por último, hay también un vínculo vivencial, biográfico, en el sentido de que más de una pieza de este libro ha sido escrita en Quito, durante mis anteriores estadías en Ecuador.

ensayos, ¿si escribiese ficción en qué lengua lo haría? En caso de hacerlo, me gustaría creer que cada asunto en particular determinaría o elegiría, cada vez, en qué lengua expresarse. Igual me equivoco, porque, desgraciadamente, ninguna musa me ha visitado hasta la fecha. Sólo el poeta frustrado dentro de mí asoma en la labor del traductor, que practico hacia el rumano y el griego y, a ratos, hacia el español (lengua sin embargo adquirida). Obtuvo un doctorado en la Universidad de Cluj (Rumania) con una tesis sobre García Márquez. Ahora que el escritor colombiano ha vuelto a ser noticia, debido a su pérdida de memoria, me gustaría preguntarle ¿cuál fue el tema de aquella tesis?… Ya lo he dicho: el “ciclo macondino”, en el que clasifico todas las obras de Gabo que tienen una relación explícita o siquiera aluden a Macondo y a la estirpe de los Buendía. Cronológicamente, se trata de las obras contenidas entre La hojarasca (1955) y Crónica de una muerte anunciada (1981). Es un “ciclo” sui géneris, que se va armando (para citar la metáfora crítica al uso) como un rompecabezas,

Ha escrito, fundamentalmente artículos y 7


y cuyo diseño global configura un sistema solar teniendo en su centro a Cien años de soledad, a guisa de estrella fija, rodeada de sus “satélites”.

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Entre 1971-1984 enseñó literatura española e hispanoamericana en la Universidad de Bucarest. Aún el boom de la literatura no estallaba por completo. ¿Cuáles eran los autores y preocupaciones que lo ocupaban? Haz cuenta, sin embargo, de que mi generación tuvo la suerte de ser contemporánea del boom, de poder observar in vivo la conquista del Viejo Mundo por los nuevos autores del Mundo Nuevo. En 1966, año en que yo iniciaba mis estudios universitarios, Cien años de soledad todavía no salía, y sólo un par de años habían pasado desde Rayuela, Aura y La ciudad y los perros… Pese a, o precisamente por ello, todo se veía nuevo, acabado de estrenar, como el universo en los primeros días después de la Creación. Igualmente nuestra recepción tenía el frescor de las miradas de testigos presenciales. A los del boom los sentíamos como a unos hermanos mayores, puesto que Vargas Llosa sólo nos llevaba una década y Carlos Fuentes y García Márquez apenas dos. Sólo Cortázar tenía la edad de nuestros padres, pero, con su baby face y su espíritu juguetón, parecía el más joven de todos. Los seguíamos, pues, hasta en sus aprensiones. Estábamos, por ejemplo, hartos como ellos de la famosa “novela social” (indigenista, telúrica, regionalista…), pero por nuestros propios motivos. La propaganda oficialista nos “comía el coco” con la carga de denuncia que acarreaban esos libros, haciendo caso omiso de su valor estético, a tal punto que también nosotros llegamos a negárselo (sobre decir que fue una injusticia).

Enseña literatura hispánica en la Universidad de Salónica, Grecia. ¿Qué nuevos autores españoles y latinoamericanos le interesan? Para bien o para mal, a medida que la edad avanza, uno lee cada vez menos y re-lee cada vez más. Me interesan prioritariamente los que más se prestan a la re-lectura: aquellos sobre quienes ya he meditado larga y detenidamente. Procuro, sin embargo, no perder la curiosidad: ¡esto sí que es dejarse envejecer! Y la curiosidad es grata: no pocas veces te depara descubrimientos sorprendentes. Para mí el último fue Roberto Bolaño. Primero murieron Borges, Cortázar, Onetti, después Cabrera Infante, Benedetti, Carlos Fuentes. Peor aún, García Márquez ha perdido la memoria, le digo esto para preguntarle si la literatura latinoamericana no ha perdido espacio ante libros como los de Stieg Larsen, E.L. James, Murakami, Jonas Jonasson… ¿Y por qué ha de perderlo? ¿Solo porque nuevos nombres vienen a sumarse a los anteriores? Lo subrayo: ¡a sumarse, no a reemplazarlos! En la cultura, el “progreso” es una superstición. Por eso me parece una tamaña horterada el fallo de aquel jurado español que, al premiar Los detectives salvajes, dictaminaba que dicha novela «le dio el carpetazo definitivo a la Rayuela de Cortázar». Bolaño, como ya he dicho, es mi último “descubrimiento”, y es, ¿qué duda cabe?, un magnífico narrador; pero semejantes juicios le hacen un flaco servicio, porque en la literatura no caben clasificaciones futbolísticas. García Márquez escribió El otoño del patriarca, Vargas Llosa La fiesta del Chivo, Miguel Ángel Asturias El señor presidente, Roa Bastos Yo el supremo; es decir, el gran tema del boom fue el tema del dictador… ¿Cuál es al actual tema de la literatura latinoamericana?

Sobre el tema del dictador se han escrito varias novelas latinoamericanas, dentro y fuera del boom. Tres de ellas dio la casualidad que aparecieron hacia mediados de los setenta, muy cerca una de otra: El otoño del patriarca, Yo el supremo y, añadiré, El recurso del método, de Carpentier; pero sólo García Márquez pertenecía por aquel entonces al boom. La fiesta del Chivo cierra la serie en 2010, El señor presidente la estrena en 1946; para no hablar del precursor absoluto de tal temática, don Ramón del Valle-Inclán, con su esperpento novelesco Tirano Banderas, que es de 1926. La mayoría de los relatos sobre este asunto se han escrito, pues, fuera del ámbito del boom, por cuanto me parece exagerado afirmar que la dictadura fuera el tema por excelencia de este último. Ayer, como hoy y como siempre, la literatura desarrolla un repertorio temático relativamente limitado: la vida, la muerte, el amor, el odio, la felicidad, la desgracia: los eternos dilemas, trágicos y ridículos del hombre eterno… Pero con un sinfín de variantes, y entre ellas, una más: la de la dictadura y el dictador, que modula en clave latinoamericana el gran tema del poder. ¿A qué autores ecuatorianos ha leído? Diría que a casi todos los ineludibles, pero con más ahínco a aquellos que se dieron a conocer en los setentas: Abdón Ubidia, Javier Vásconez, Iván Égüez, Raúl Pérez Torres, Francisco Proaño y un largo etcétera. La razón es evidente: los siento más cercanos por ser de mi misma generación. También, o más, he leído a los poetas: a Jorge Carrera Andrade y Alfredo Gangotena en sus conexiones con las vanguardias continentales e internacionales, a Ulises Estrella desde y más allá de los tzántzicos... Y la lista puede continuar... (P.H.)


croquis

Escultura ecuatoriana enBreckendridge

U

n equipo de escultores conformado por Milton Estrella, Hugo Proaño, Antonio Cauja, Ángel Latorre y Wálter Zamora representó al Ecuador en el Evento Internacional de Escultura Monumental en Nieve Comprimida, que se llevó a cabo en la localidad de Breckendridge de Dénver. Colorado. Fósil fue el nombre que el equipo dio a la escultura de cinco metros de alto, por cuatro de largo y cuatro de ancho que tallaron con

herramientas manuales a menos de treinta grados bajo cero. La escultura estuvo expuesta durante ocho días y fue una de las más comentadas del certamen. Participaron equipos de Argentina, Australia, Estonia, Canadá, España, China, Ecuador, Alemania, Inglaterra, México, Mongolia, Singapur, Estados Unidos-Alaska, Estados Unidos-Breckendridge. El evento contó con el auspicio de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, el Ministerio de Cultura y la firma de equipos deportivos y de montaña The North Face.

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Unnocturno, un

suicidioyRosario Patricio Herrera Crespo

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uién en su juventud no recitó alguna vez los primeros versos del Nocturno de Manuel Acuña: Pues bien, yo necesito / decirte que te adoro / decirte que te quiero / con todo el corazón... Bueno, por lo menos los que ya estamos pintando canas. Ahora que está en auge la moda “retro”, que los cantantes retornan a los viejos boleros, que vuelven a las tiendas especializadas los discos de vinilo, esta crónica nos regresa 140 años cuando se conoció el poema y se suicidó el poeta, hechos que estuvieron marcados por un velo de misterio que sobrepasó los años. Estos versos, que hoy se les diría “cortavenas”, Manuel Acuña los escribió para su amada Rosario, cuando ella le dijo que ese amor no podría ser nunca correspondido porque había descubierto las infidelidades del joven poeta mexicano. Manuel Acuña (México 1849 - 1873) nació en Saltillo, Coahuila, su juventud la pasó en la ciudad de México donde estudió medicina, pero se vinculó a la actividad literaria, ámbito en el que se relacionó con Ignacio Manuel Altamirano, Agustín F. Cueva y Juan de Dios Peza. Apenas de 19 años, con un grupo de intelectuales fundó la Sociedad Literaria Nezahualcóyotl,

en la que inició su vida de poeta publicando varios de sus trabajos en el periódico La Iberia. «Vivió en una época en que la sociedad mexicana era dominada por la intelectualidad filosófico-positivista, además de una tendencia romántica en la poesía», se afirma, a lo que se suma una vida retraía, pobre y solitaria en el salón de la Facultad de Medicina donde vivía y encontró la muerte. ¿Y quién era Rosario? Su nombre: Rosario de la Peña, una mujer vinculada al movimiento cultural, especialmente poético, que recibía en su casa a los poetas para tardes de tertulia y lectura de sus últimas composiciones. Su atractivo se envolvió en una niebla de misterio, pero fue real la admiración y el amor que despertó en intelectuales como José Martí y Manuel M. Flores, pero la más fuerte pasión fue la de Manuel Acuña. En el libro Sonata para Valle Inclán y otros ensayos, del escritor ecuatoriano César E. Arroyo (Césare), uno de los cuales es “El cincuentenario de la muerte de Manuel Acuña”*, se transcribe las declaraciones de Rosario de la Peña, ya de 76 años, a la Revista de Revistas, en la que afirma que ha decidido revelar el secreto que había pensado llevarse a la tumba, por la solemnidad del acto de homenaje al poeta suicida. Manuel Acuña le había declarado su amor a Rosario a lo que ella le respondía: «No siento por usted ahora otra cosa que admiración por el poeta y amistad por el caballero. Quién sabe si más tarde, con el trato, con el tiempo, llegue usted a inspirarme cariño. Esto no es una negativa, es una explicación». Manuel continuó frecuentando su casa y declarándole su amor, mientras su fama de poeta se acrecentaba. Sin embargo, una delación de Guillermo Prieta a Rosario sobre los amores que Acuña tenía “con dos mujeres, una poetisa y una lavandera”, truncaron esa historia de amor, pues Rosario esperó aquel día la visita de Manuel y le dijo: «¡Que tal si me he creído de sus palabras! Me ha engañado usted ocultándome sus amores con dos mujeres. Todo lo sé. ¿Se atreve usted a negarlo?». Y entonces sólo me contestó: «Es cierto, Rosario, es la verdad». «Yo creo —añadí— que ya no me seguirá diciendo “mi santa prometida”».


crónica Ante estas palabras, el poeta se dirigió a una mesa y se puso a escribir febrilmente, mientras Rosario observaba de lejos cómo, nerviosamente, escribía y manchaba con sus dedos el original que iba redactando. Cuando terminó, dice Rosario: «Me acerqué a la mesa y él, tomando su sombrero para marcharse, me dijo: “lea esto a ver qué le parece”», era el Nocturno, mundialmente conocido como el Nocturno a Rosario. Poco tiempo después, en una mañana del 6 de diciembre de 1873, Manuel Acuña fue encontrado muerto en su celda de la Escuela de Medicina en la que habitaba como alumno interno, con la copa de cianuro y un papel que decía: «Lo de menos es entrar en detalles sobre la causa de mi muerte; pero no creo que le importe a ninguno, baste saber que nadie más que yo es el culpable». Tenía 24 años. En el ambiente flotaban los últimos versos de su Nocturno:

... Esa era mi esperanza, / mas ya que a sus fulgores / se opone el hondo abismo / que existe entre los dos, /¡adiós, por la vez última, / amor de mis amores, / la luz de mis tinieblas, / la esencia de mis flores, / mi lira de poeta, mi juventud, adiós!

*Este ensayo fue publicado en el libro Presencia del pasado, de Hugo Alemán, publicado por la Casa de la Cultura Ecuatoriana en 1949.

libros Sergio Pitol. Los mejores cuentos Pitol escribió sus primeros cuentos en una casa de campo. Pasaba allí la convalecencia de una ruptura amorosa. Se proponía odiar al mundo, pero no lo conseguía. Por las mañanas buscaba acantilados escabrosos y le venían a la mente los de Devon, un viaje a Inglaterra, y entre el deseo de viajar y el paisaje se adormecía en la hierba, para después llegar a su casa y ponerse a leer a James, Kafka, Faulkner. Una noche escribió Victorio Ferri... y otros más, todos amargos y crueles, sobre personajes tocados por el diablo. Wislawa Szymborska. Paisaje con grano de arena Paisaje con grano de arena es el primer volumen poético de la autora que se publica en lengua castellana. Los cien poemas recogidos en la presente antología de editorial Lumen constituye una excelente muestra del recorrido, tanto literario como temático, de la poesía de Szymborska, poeta polaca galardonada con el Premio Nobel de Literatura, en 1996.

Alberto Fuguet. Missing En esta novela de inusual portada, Alberto Fuguet mezcla, suma, resta, juega con la ficción y la realidad para ofrecer el testimonio de una época, la del inicio del éxodo de los sudamericanos a Estados Unidos. Un libro de aprendizaje y maduración; una novela arriesgada y personal en la que el escritor chileno ofrece, además, un testimonio personal y sin ambages de su familia, al mejor estilo de la buenas novelas de antaño. Alejandro Zambra. Formas de volver a casa La tercera novela de Zambra habla de la generación de quienes aprendían a leer o a dibujar mientras sus padres se convertían en cómplices o víctimas de la dictadura de Augusto Pinochet. La obra muestra el Chile de mediados de los años ochenta a través de un diario en que el escritor registra sus dudas, sus propósitos y también cómo influye, en su trabajo, la inquietante presencia de una mujer. Formas de volver a casa ha recibido el Premio Altazor y el Premio del Consejo Nacional del Libro de Chile.

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Chick

Corea

el piano

por la ventana Jorge Basilago

A

nna asistía al funeral de una vecina, en Massachusetts, cuando lo vio. Era un viejo piano vertical, que había conocido tiempos mejores. Discretamente ofreció treinta dólares por él, y los familiares de la difunta aceptaron casi sin regatear. La situación económica no permitía esos lujos; era 1945, cuando la guerra y la posguerra aún no se diferenciaban demasiado. Ya con el instrumento en la puerta de su casa, la mujer descubrió un pequeño-gran inconveniente: su tamaño hacía imposible subirlo por las escaleras. Ella y su esposo, Armando Corea, tuvieron que contratar una grúa para elevarlo e introducirlo en su departamento por la ventana. Armando Anthony, el hijo de ambos, se maravilló al ver bajar desde el cielo esa suerte de hipopótamo de madera, lleno de dientes blancos y negros.

Ventanas abiertas 12

El pequeño Chicky, como lo rebautizó una de sus tías, tenía cuatro años y ya quería seguir los pasos de su padre como músico. Jugaba

a serlo, con la frescura de quien tiene abiertas todas las ventanas de la creatividad y las percepciones. Junto con el piano, la influencia paterna dijo “jazz”. Y la discoteca hogareña lo encantó con las tersas melodías de Horace Silver; el sobrio bebop de Bud Powell; la endiablada y prístina digitación de Art Tatum; el ritmo de McCoy Tyner (¡ah, esa infatigable mano izquierda!) y el lirismo clásico de Bill Evans. De todos aprendió algo, pero lo condenó al inconsciente. Conservó apenas el sustrato. Las raíces de la caricia que convertía a esos hipopótamos de madera en delicadas sirenas. Los Corea no eran una familia acomodada, pero pudieron apoyar a Chicky en su vocación musical. Así fue como, en plena adolescencia, asistió unos años a la prestigiosa escuela Juilliard de Nueva York. Hasta que se cansó de los programas rígidos, que pretendían conducirlo por aburridos caminos pavimentados de notas, cuando él deseaba lanzarse a campo traviesa en busca de los sonidos que llamaban su atención. Por entonces, sus primeros escarceos con algunas bandas menores le sumaron coloraturas latinas a su teclado. Y llegó el debut “rentado”, junto a un grande

―Cab Calloway―, cuando ya había empezado a ser Chick. Chick Corea. Inquieto e impredecible, pronto lo bautizaron también como The Chameleon (El Camaleón), por su facilidad para improvisar y mimetizarse en los más diversos géneros y formatos de agrupación. «Una vida sedentaria significa morir», repite Corea todavía, abriendo, como siempre, las ventanas, de par en par. Desde entonces su única constante será el cambio, las fronteras atravesadas y la búsqueda permanente de nuevos interlocutores con quienes correr aventuras y riesgos artísticos. Es casi unánime, en el mundo de la música, considerarlo entre los pianistas más influyentes de los últimos cuarenta años, junto a Keith Jarrett y Herbie Hancock, uno de sus compañeros de ruta más queridos. Pero estamos todavía en el crepúsculo de los sesenta, y Chick es tan solo una joven promesa en la escena jazzística. Asoman ya esbozos del que sería su estilo (percusivo, conciso y virtuoso en los solos, con innovaciones armónicas y en los desarrollos lineales), pero como acompañante no tiene grandes posibilidades de lucirlo. Pasa


partituras por varios grupos con la misma suerte hasta que el flautista Herbie Mann, a fines de 1966, le produce su primera grabación como líder: en Tones for Joan’s Bones, Corea se pone al frente de un quinteto que completan Woody Shaw en trompeta; Joe Farrell en saxo tenor y flauta; Steve Swallow en contrabajo y Joe Chambers en batería. Como el disco debut apenas si genera algún interés de público o crítica, el pianista atraviesa otro período “a la sombra” de una figura importante, la cantante Sarah Vaughan. Recién en 1968, con la grabación de Now he sings, now he sobs (hoy considerado un clásico, en trío con el bajista Miroslav Vitous y el baterista Roy Haynes), su música comienza a ganar espacio y prestigio en las grandes ligas del jazz. A tal punto que recibe la convocatoria del trompetista Miles Davis, uno de sus “héroes” musicales desde la infancia, quien tras la desvinculación de Herbie Hancock necesita un pianista para su grupo. Es la ventana hacia un cambio de época y de universo musical.

Tocar con dios «Miles era realmente como un dios, algo más allá de la dimensión humana», recuerda admirado Chick, quien pasó tres años en su banda. Por sugerencia de Davis, Corea dejó momentáneamente el piano acústico para tocar un Fender Rhodes eléctrico. Y se sumó a un seleccionado de nombres que impresionan con sólo mencionarlos: John McLaughlin, Wayne Shorter, Joe Zawinul, Dave Holland y Jack DeJohnette, entre otros que pasaron o permanecieron. Un buen día, el dios de la trompeta dijo: «hágase la fusión», y

junto con sus arcángeles grabó el tema Filles de Kilimanjaro, en el disco In a Silent Way. Ya nada sería igual. La electricidad y la improvisación acababan de alumbrar al jazz-rock, rumbo que el grupo profundizó con el monumental doble LP Bitches Brew de 1970. Tras el estallido de semejante cúmulo de talento reunido, los fragmentos hicieron honor al Big Bang que les dio origen: McLaughlin brilló con su Mahavishnu Orchestra; Zawinul y Shorter armaron Weather Report; y Corea creó Return to Forever, al que pronto se integró un jovencito de 20 años llamado Al Di Meola, quien con su guitarra lo convirtió en un fenómeno comercial impensado poco tiempo antes. Como si realmente tuviese el don de la ubicuidad, algo de Miles perduró en aquellos conjuntos y en cada iniciativa posterior de sus ex compañeros. Desde el “descubrimiento” de músicos jóvenes que luego se proyectarían como líderes de sus propias bandas, hasta la libertad para dejarse llevar por la improvisación, pasando por la imprevisibilidad en el abordaje de obras y repertorios completos. Corea mantuvo en alto estas banderas en las varias formaciones de Return to Forever y también en otras agrupaciones que lideró antes o después como Circle, Origin, Five Peace Band (junto a McLaughlin), New Trio y sus Elektric y Akoustic Bands.

Sin lugares comunes «No tengo ni idea de lo que sonará», confiesa Chick, lacónico, cuando lo interrogan previo a un concierto. En sus shows, las canciones, la instrumentación, el formato y el estilo nunca dejan espacio para los

lugares comunes. Busca siempre una propuesta que desafíe al auditorio y lo coloque casi a la altura de los intérpretes: las obras solo se completan en la mente y la sensibilidad de quien las disfruta. En su opinión, un arte que no “toca” de tal suerte a las personas es apenas un acto de “pedantería intelectual”. Por su condición camaleónica, Corea suele mantener activos hasta ocho proyectos diferentes en simultáneo. En ellos salta sin pudores ni inconvenientes del piano eléctrico al acústico, de cualquier variante del jazz a la música clásica. Y puede hacerlo en solitario, a dúo (son memorables sus encuentros con el vibrafonista Gary Burton, el guitarrista Paco de Lucía y el pianista Friedrich Gulda, entre muchos otros), en tríos, cuartetos, quintetos, sextetos, con orquesta de cámara y hasta filarmónica. No siempre los resultados son parejos o equilibrados, pero eso tampoco desalienta su voluntad de exploración y experimentación. De hecho, parece tan convencido del camino a seguir que en cada etapa subyacen elementos o protagonistas de las anteriores. Aunque, por lo general, busca la variante en lugar de la repetición o la copia. Cuando debe reemplazar a alguno de los músicos con los que trabaja a menudo, prefiere que el sustituto no se asemeje, estilísticamente, al original. Algo similar sucede en los numerosos tributos que rinde a sus referentes pianísticos: en lugar de limitarse al remanido argumento de los “grandes éxitos” suele intervenir sobre algunas de sus obras menos conocidas, o interpretar temas propios compuestos en la clave del homenajeado. Estas características lo hacen difícil de clasificar, cosa que a él no le preocupa en lo absoluto pero desconcierta a un mundo cada vez más centrado y cerrado en las etiquetas. «El arte va donde los artis-

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tas lo lleven», sostuvo alguna vez, tan convencido de ello como de la indiferencia con que el mercado, los medios masivos y la industria discográfica tratan a los outsiders por elección como él.

Ambiente en perspectiva

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A mediados de los setenta, el sello Warner le ofreció una atractiva cantidad de dinero, como adelanto por la grabación de varios discos. Los dos primeros vendieron muy pocas copias, y los ejecutivos creyeron necesario hacerle algunas sugerencias para “reorientar” el resto del trabajo. Chick buscó un buen abogado y logró un acuerdo extrajudicial para cancelar el contrato. «La realidad financiera tiende a invalidar el valor musical. Eventualmente, esto coloca al músico en un esquema mental donde usa su energía tratando de hacer música que en realidad no es la suya», se quejó.

Poco más de veinte años después de esa experiencia, consolidado como músico de prestigio internacional, Corea pudo crear su propia grabadora. Desde Stretch Records ―una pequeña empresa inserta dentro del conglomerado de Universal― hace gala de la elasticidad que ese nombre implica, y se da el lujo de promover a nuevos talentos con quienes acostumbra a presentarse en escenarios de todo el mundo, como los bajistas Avishai Cohen y John Patitucci y el baterista Dave Weckl. Sin embargo, su intención no es convertirse en un empresario o un productor de discos, sino actuar como fuente de consulta y apoyo para los artistas. Y a la vez nutrirse de la frescura y creatividad expansivas que la juventud despliega. Mientras tanto, continúa girando por el mundo, con su piano, solo o acompañado. Compone incansablemente ―algunas de sus creaciones, como La fiesta, Spain o Windows, ya son estándares de jazz― y, como hobby, se dedica a la pintura. «Siempre me encuentro observando la luz, el color y la sombra ―confiesa―. Siempre estoy bus-

«La realidad financiera tiende a invalidar el valor musical. Eventualmente, esto coloca al músico en un esquema mental donde usa su energía tratando de hacer música que en realidad no es la suya». cando una manera de enmarcar el ambiente, de ponerlo en perspectiva». Tal vez porque todavía recuerda que a través del marco de una ventana, en su Massachusetts natal, el piano entró en su vida. Y le modificó para siempre todas sus perspectivas sobre el ambiente, la vida y el arte.


ensayo

Acercamiento

Ileana

Espinel

(1933-2001) Violeta Luna

N

acida en Guayaquil, esta mujer ha sido una de las mejores revelaciones en el ámbito intelectual del país. Su pluma siempre estuvo abierta al estímulo sincero, a la orientación atinada y al aliento constante. Ella hizo posible el que surgieran promesas, nóveles talentos y destacados valores. Muchos escritores le debemos a ella nuestros logros. Sin egoísmos ni poses, Ileana estuvo presta a guiarnos, enseñarnos y ponernos en el camino indicado. Fue la primera de las poetas serias y consistentes de su generación. Fue quien emprendió en una poética completamente nueva, inaugurando un arte personal que va desde el soneto clásico hasta la estrofa libre de tendencia anarquizante. Su talento, cultura y calidad humana le han permitido ocupar una de las más altas tribunas que mujer ecuatoriana haya ocupado en el parnaso continental. Toda su obra se reparte en poesía, ensayos críticos, crónicas de arte en general. Mujer de palabra ágil, de personalidad recia y contundente, de observación justiciera, estimuladora y perspicaz, ha desarrollado en nuestro país un periodismo verdaderamente constructivo. Gracias a ella nuestra cultura ha traspuesto sus escasos límites y nuestros grandes valores nacionales han tocado el alma y el corazón de otras gentes. Gracias a su exquisito espíritu de selección nuestro arte ha llegado a otras latitudes. Emprendedora veraz, esta mujer nació para los libros y en ellos encontró su sentido mismo de existencia. Obra impecable por la forma y el fondo. Mensaje horizontal porque es para todos, palabra de elegancia magnánima. Ya la crítica extranjera la ha calificado encomiosamente y

aplaudido su indiscutible valor porque Ileana Espinel es tan conocida como una Juana de Ibarbourou, una Alfonsina Storni, una Dora Isella Russel, una Yolanda Bedregal, etc. La poesía de Ileana dentro de cada una de sus facetas va acorde con las situaciones temporales, con la diaria miseria de la gente, con la íntima llamarada del amor, con el frío glacial de la soledad y el dolor. En su verso están presentes los desheredados, el amigo perdido en la gran tempestad del más allá, el amor irremediable, el sufrimiento pasajero, la nostalgia de Dios, la vida en todas sus manifestaciones y la muerte en todos sus reflejos incoherentes. Una poesía sin muerte, dijo cierto pensador, no es poesía. La obra de Ileana se viste de una forma sobria y magnífica en la cual se avizora un talento poco común, una predisposición a lo perfecto que pocas veces se ve en las mujeres de letras. Sin descuidar la propiedad del idioma ni la elegancia de su construcción, la autora no olvida la parte básica de la obra, su mensaje, su significación, su fondo estético. A través de la alegoría acertada, la comparación insuperable y original, la colocación de acentos, la gracia del ritmo, la autora consigue lo que se propone: gustar y deleitar.

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La ingeniosa combinación de vocablos y cláusulas dan lugar a un sardonismo fulgurante dentro de la poética contemporánea del Ecuador. Es precisamente Ileana Espinel la que inaugura esta escuela sardónica en la lírica femenina nacional. Revisemos: Casi una fría máscara de fuego eternizándose en mi antigua proa. Casi una verde y anchurosa boa enroscada en el mástil de mi ruego. Casi un arcángel del abismo ciego despeñando las jarcias de mi loa. Casi un mínimo trozo de cocoa para el hambreado corazón que lego. Casi una daga errante y una mina de colmada miseria. Gris berlina y sacrílego Dios que me convierte. Con su lívida flecha de gusanos horadando la sombra de mis manos fue el amor para mí casi la muerte. Ileana posee un sexto sentido para captar la música sutil de las ideas y su hábil combinación, de modo que la pieza adquiere resonancia altiva, elegancia indiscutible y necesaria parquedad en las metáforas. Tal es su sentido armónico que aún en las estrofas libres consigue una medida deleitable para sus íntimos compases. Tal su intuición para poner un orden significativo en las impresiones emanadas, que los tropos están dispuestos inteligentemente para este objetivo. Y la altura expresiva se impone sobre toda negación circunstancial: El frío se me cuela a dentelladas. Una daga me corta de carne a hueso el alma. Entierro aquí mi luz. En un río amarillo, duro y gris, casi ciego. Ahora, transito por el ruedo de un murciélago turbio. Ríe la muerte. (Fruta en desvelo) Mi carcajada: Harapo rojo de la nostalgia.

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Cada significante parcial está nutrido de una energía contrastante (fruta en desvelo) que desemboca en

una imagen atrevidamente hermosa que vista con los ojos superficiales es una maravilla cromática estática; pero vista con la intuición es una verdad móvil que sangra dentro de nosotros mismos. Esta es una forma peculiar de describir un estado de ánimo, un modo de pensar y de ser. De ahí que en literatura cabe llegar al fenómeno poético con los ojos de adentro, porque la manifestación artística es intuición pura del amor; y éste resuelve sus incógnitas solamente al amparo de la subjetividad. En Diríase que canto, libro que recoge lo más sólido de sus cuadernos anteriores, encontramos precisamente esta madurez lírica que se percibe de comienzo a fin y satisface plenamente el paladar poético del buen lector. Pues esta especie de uva dulce y elevada se nos muestra decisiva desde el centro mismo de los afectos contradictorios, aun desde la savia del dolor y del capricho. La autora nos brinda una obra consistente. No escribe simplemente por el afán de satisfacer un impulso, suplir una frustración o lograr la compensación que su vida necesita para sentirse bien consigo misma y con los demás. Ileana sabe que en su obra se entrega por entero, diciendo su verdad por sobre todas las cosas. De ahí que cada libro suyo constituye una ofrenda seria, ajena a todo cuanto no sea su propio arte. Su estilo personal y robusto lo vierte íntegro en su filosofía de la vida, de la muerte, de Dios, de las sencillas cosas ordinarias, de la pura fe en el amor. La nostalgia por un pasado que acabó la hace evaluar su propia existencia. De cada una de sus meditaciones le nacen sus mejores sonetos como éste para David Ledesma: Ensayo una canción para tu muerte como pudiera hacerlo por tu vida. Ay, mi nostalgia de tu faz perdida que ni ríe ni llora de no verte. Quien hubiera sabido convencerte de la inútil premura del suicida, si en un tren que retorna de tu huida llego al mismo destino de tu suerte. Ensayo este poema sin lamento para decirte, niño azul, que siento desatada mi túnica de Cristo, porque tú vives en la luz que canta mientras mi gris cadáver se levanta cada mañana a simular que existo. En su libro Tan solo 13 la autora nos confirma su intuición para vestir de inquieta soltura sus emociones.


Sin perseguir exactitud busca la armonía, porque sabe que el arte no es «un conjunto de reglas sino una armonía de caprichos». Siempre en un círculo de desolación y ternura desmedida, sabe cuál es el momento oportuno para saltar por encima de su mesura y estallar con genio, como si toda ella, hecha un rasgado vestido se tendiera a recibir de una vez la cuchillada definitiva de la vida. Y así, con una cólera amarga, afirma: Soy la mierda repiten la voz y el eco de la voz del orbe que dilata su pestilente gloria. Aquí también la hez de mis relojes: la fecal depresión de una fe que se extingue, de un amor que no cabe en mi abandono. Un lenguaje rico en figuras de dicción es otra de las características de su poética. Gusta de la apóstrofe como de los epítetos brillantes que le sirven para calificar a sus personajes preferidos como Oscar Wilde, César Vallejo, García Lorca, Lenin, Tio Ho, etc.

El retruécano es otra figura de difícil colocación que la autora la logra no muy visiblemente pero recurriendo a la inversión lógica y a cierta intención dialéctica de una burla inteligente. Saber desconcertar es otra de sus cualidades. Cuando hiperboliza sabe guardar el equilibrio formal y el equilibrio de contenido, consiguiendo logros definitivos. La paradoja es muy notoria en muchos casos: «Yo que río de angustia y de placer sollozo». La descripción vigorosa y audaz es otro de sus méritos. La poeta adjetiva acertadamente dando lugar a soberbias antítesis que cuajan exitosamente en el significante final. Poesía que midiéndose paralelamente con otros géneros que la autora cultiva con extraordinario dominio como el ensayo, la crítica y la crónica, mantiene su altísimo sentido semántico e ideológico. Detrás del simple caparazón de las palabras se refugia una psiquis peculiar, un talento poco común, una filosofía del amor en dimensión distinta. Ileana Espinel deleita y conmueve. Su literatura crea una teoría de la comprensión indisoluble. Una forma de lirismo social que desencadena la más robusta estructura del mensaje en perspectiva de fondo a tema.

metrónomo

Bajo fondo Mar dulce La tercera producción de esta banda dirigida por Gustavo Santaolla continúa ofreciendo una visión urbana de la vida en el Río de la Plata, con obras que fusionan el tango con géneros como la milonga y el flamenco y establecen un matrimonio perfecto entre tradición y modernidad. Han sido invitados, entre otros, Nelly Furtado, Lágrima Ríos, Mala Rodríguez, Fernando Santillo. Contiene, además, El mareo, quizás el último y poderoso éxito del recordado Gustavo Cerati.

Catepecu Machu El mezcal y la cobra La banda argentina Catepecu Machu tiene discos buenos y discos estupendos, El mezcal y la cobra pertenece al segundo grupo. Doce temas con inolvidables arreglos, con sutiles melodías, en los que prevalecen, como siempre, la energía y las innovaciones, pero sobre todo los textos y la voz de Fernando Ruiz Díaz. Este disco data de 2011 y es el más reciente producido por la banda, con nuevo baterista y manager. Existe, aunque no por estos pagos, una versión en vinilo.

Doctor Deseo Fugitivos del paraíso Entre la gran cantidad de discos grabados por la banda de rock español Doctor deseo, destaca Fugitivos del paraíso, producción que pone a consideración de los megalómanos temas de inmensa factura. Las baladas tienen la oscuridad de extraño origen que se demanda de todas las producciones artísticas y se mueven, algunas veces rápidas, otras lentas, al vaivén de la nostalgia. Ponen, además, sobre el tapete, su eterna lucha por el derecho de la población LGBT a la alegría.

Alux Nahual Leyenda Alux Nahual es una banda tan desconocida en Ecuador como mítica en Guatemala. Sus canciones podrían sonar ahora un poco extemporáneas, pero recogen el sentir de los pueblos centroamericanos contra el fuego que los asoló durante las décadas pasadas, así como textos que instan a los hombres latinoamericanos de las modernas urbes a volver la mirada hacia los pueblos y los amores eternos. No debe ser difícil en estos tiempos globales, dar con alguno de sus temas.

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y

sombras de

Lorena

Cordero L

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orena Cordero (Quito, 1971) es fotógrafa y artista digital. Asiste a Parsons Nueva York y a Parsons Paris, pero en la medida en que regresa a Ecuador antes de concluir sus estudios universitarios, es también una autodidacta. La limitación de materiales y recursos con los que se encuentra a su regreso le abren una puerta enorme, pues aprende a experimentar y sacar provecho de lo que tiene a su alcance. La práctica se convierte en su mejor escuela. Crea imágenes a partir de las iniciales, descubre el mundo de la manipulación y prueba nuevas técnicas sin rumbo aparente. Caos, dolor, inconformidad, silencio. Se vuelve a enamorar de la cámara a través de las personas, y entonces, el hacer fotos se transforma para ella en algo infinito, porque en el retrato se refleja y en la fotografía se sana. Crea, con su esposo y colega, Simón Brauer, Neurona Digital, una pequeña empresa dedicada a diferentes aspectos de la fotografía. En su trayectoria como fotógrafa cuenta con varias exposiciones individuales y colectivas. En 2012 diseña y publica su primer libro de fotografía: Laberinto en el espejo, el cual contiene tres series muy importantes: Egos, Érase una vez y Ánima. Desde 2007 ha obtenido varias menciones de honor en el IPA (International Photography Awards) y el Silver Award en The Canon Creative Asia Awards 2010. Sus propuestas artísticas conllevan una búsqueda en la emocionalidad humana.


boceto ¿Estudió, además de fotografía y diseño, artes plásticas? Quise estudiar pintura también, la vida me llevó por la fotografía. El diseño vino por añadidura. No lo estudié. Lo siento, sigo mis instintos. ¿Cuáles son sus influencias? Mis padres, en especial mi mamá, quien siempre nos guió por el camino del arte. Uno de mis pintores favoritos, Chagall. Me encantan los renacentistas, el barroco, el impresionismo. Uno de mis fotógrafos favoritos: Jan Saudek. Fue mi inspiración desde el principio. Me alucina la cruda honestidad de Frida, la simplicidad con la que alcanza la belleza Robert Doisneau, la perfección técnica de Annie Liebovitz... En fin, nunca se para de aprender. ¿Cuál es su propuesta? Explorar y explorarse. Atreverse, quitarse la máscara, siempre hay una o mil.

No quiero ser invisible

¿De dónde proviene la oscuridad de su obra? (risas). Yo en cambio lo veo al revés... ¿De dónde sale la luz?, diría yo. A la final, luz y sombra son un matrimonio en comunión. Tememos a nuestras sombras cuando en realidad son nuestras grandes maestras. ¿A qué llamamos oscuridad? ¿Al dolor desenmascarado, a la ira, las lágrimas, el llanto, los gritos, la demencia? ¿No es todo esto un desfogue, una forma de expresar lo que habita en nuestro interior? ¿Cuáles son sus obsesiones? Quitarse la máscara, la honestidad. He tenido muchas, el control, el hacerme ver y el volverme invisible, el creerme dueña de la verdad, han ido y venido... ¿De dónde ese interés por los payasos? Nuevamente la máscara, más bien dicho lo que hay detrás. Me parece increíble que una persona, en este caso el payaso, más allá de como se sienta, tenga que subir

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La ni帽a de los f贸sforos


a escena para entretener. En mi serie Ánima mostré aquello que hay detrás de nuestra máscara cotidiana. Hábleme del erotismo de su trabajo… Me encanta esa palabra, me encanta el significado de lo erótico. Es tan sutil y violento a la vez. Abarca tanto en una línea muy fina. El erotismo está relacionado con el deseo, con la pasión, con la sensualidad y la capacidad de atracción. No creo que todo mi trabajo se relacione con el erotismo, algunas imágenes sí. En Egos: la piel, la seducción, la confrontación. El uso de ciertos elementos como los corsets, los encajes, la textura. Utilizo muchas texturas porque el ser humano está lleno de ellas, así como por capas que construyen su propia máscara. La máscara, el esconder, se relaciona con lo erótico, y sí, es una constante en muchas imágenes mías, sin embargo también está el otro lado, el destruir esa máscara para llegar al alma. En Ánima mis personajes dejan de ser personajes y se convierten en personas que expresan crudamente sus sentimientos. El erotismo cae, todo cae y queda el ánima, el alma.

to en el cual puedo decir con orgullo que una imagen mía se reconoce que es mía. Lleva mi firma sin firmarla. Busco altos contrastes, busco fuerza, busco detalle, busco que hable por sí misma. Cada imagen es única y va cobrando fuerza y forma por sí sola, más allá de lo que yo haya planificado en un inicio. Trabajo mucho en estudio para después posprocesar digitalmente.

¿Qué acosa a sus personajes? El ser humano. Nuestros miedos, nuestras penas, amarguras. Nuestros demonios, que, como dije, son nuestros maestros. Hábleme del interés de sus personajes por las drogas (risas) No lo veo así. En algunas imágenes mis personajes recurren a alguna sustancia, y más exactamente en tres: Pinocho, Hansel y Gretel y La Lujuria. Siempre le pregunto al público qué le llega, pues lo que yo veo no es lo mismo que tú ves. ¿Cuáles son tus laberintos? Yo soy mis personajes, aquellos que los representan son mis personajes. Estamos llenos de laberintos. La droga... otro escape de muchos seres humanos.

Rapunzel

Sus técnicas… Mis técnicas... llevo veinte años recorriendo por el mundo de la fotografía. Del cuarto oscuro al proceso digital ha pasado mucho. Creo haber llegado a un pun-

¿Cómo trabaja? Desde la emocionalidad. Con cada persona que retrato realizo un trabajo personal; converso, dirijo. Utilizo mucho la música como un puente emocional. La ilumi-

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nación va a marcar definitivamente una emoción y la trabajamos previamente con mi esposo y colega Simón Brauer. También hay un gran trabajo con todo el equipo: maquillador, peluquero, encargado del vestuario. ¿De dónde salen sus temas? De mi interior, de mis cuestionamientos y vivencias. ¿De dónde la violencia de sus personajes? (risas) Siento que ya respondí... Hay violencia en algunos, no en todos. ¿Cómo te llega a ti, qué es lo que tú ves? La ternura de Blanca Nieves, la paz de La humildad, la calma de La paciencia, la belleza de La niña de los fósforos, ninguna de ellas tiene una carga de violencia. Muchas otras sí, pero depende de nuestra mirada, de nuestras vivencias, de nuestras sombras, que al ser expuestas se transforman en luz.

¿Qué proyectos tiene? Proyectos... Por ahora estoy de duelo. Después de la muerte de mi madre, ocurrida hace cuatro meses, me siento suspendida. Me cuestiono: ¿será que trabajo sobre la muerte? En muchos momentos he sentido que mi obra es demasiado fuerte para muchas personas, tal vez porque las confronto con su realidad humana. Muchas veces la gente ya carga suficiente con su propio dolor y prefieren algo liviano..., una comedia que les aleje de su realidad. Yo siempre tiendo a irme en contra. No con la intención de contrapuntear, es solo que necesito hacer y sacar lo que está en mi interior. Nuevamente surge la pregunta ¿la muerte? Hay otro proyecto que me rondaba desde antes. Solo puedo decir que es bajo el agua, algo más etéreo. (P.H.)

«En muchos momentos he sentido que mi obra es demasiado fuerte para muchas personas, tal vez porque las confronto con su realidad humana».

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La Lujuria


otras lenguas

La

ventana tapada Ambrose Bierce

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n 1830, a pocas millas de lo que hoy es la gran ciudad de Cincinnati, había un bosque inmenso y casi virgen. Toda la región estaba escasamente poblada con gente de la frontera —almas inquietas que, tan pronto como construían sus casi habitables hogares en tierras salvajes y lograban ese nivel de prosperidad que hoy llamaríamos indigencia, impelidos por un misterioso impulso de su naturaleza, lo abandonaban todo y se iban más hacia el oeste para encontrar nuevos peligros y privaciones en su intento por recuperar las escasas comodidades a las que renunciaron voluntariamente—. Muchos ya habían abandonado esa región para irse a remotos poblados, pero entre los que se quedaron había uno que fue de los primeros en llegar. Vivía solo, en una cabaña de troncos que el enorme bosque rodeaba por todos lados, y de cuya penumbra y silencio parecía formar parte, ya que nunca nadie lo vio sonreír o pronunciar una palabra innecesaria. Satisfacía sus simples necesidades con la venta o trueque de pieles de animales salvajes en el pueblo ribereño, pues nada cultivaba en esa tierra que, de ser necesario, podría haberla reclamado como propia por derecho. Existían evidencias de “mejoras” —alguna vez taló los árboles de unos pocos acres de tierra cerca de la casa y los tocones podridos se hallaban medio ocultos por los nuevos brotes que se esforzaron por reparar la devastación ocasionada por el hacha—. Aparentemente, el entusiasmo del hombre por la agricultura se quemó con una débil llama y desapareció en cenizas penitentes. La pequeña casa de troncos —con su chimenea de palos, el techo de tejas combadas sujetas con postes atravesados y las grietas rellenadas con barro— tenía una sola puerta y, justo enfrente, una ventana. Sin embargo, la ventana estaba tapada con tablas —nadie puede recordar un momento en que no lo haya estado. Y nadie conocía la razón—. Con seguridad no era porque el ocupante detestaba la luz y el aire, pues en las raras ocasiones en que un cazador pasaba por ese sitio solitario por lo general podía ver al recluso asoleándose junto a la puerta, si había sol en el cielo. Creo que hoy existen muy pocas personas que conocen el secreto de esa ventana, y yo soy una de ellas, como luego verán ustedes.

Se dice que el hombre se llamaba Murlock. Parecía de setenta años, pero en realidad tenía alrededor de cincuenta. Algo lo había envejecido, aparte de los años. Tenía canos los cabellos y la barba larga, los ojos grises hundidos y opacos, su rostro atravesado por arrugas singulares que parecían pertenecer a dos sistemas convergentes. Su figura era alta y enjuta, encorvados los hombros como si llevara una carga. Yo nunca lo vi; estos datos los supe por mi abuelo, quien me contó la historia del hombre cuando yo era pequeño. Él lo había conocido porque vivía cerca de allí, en aquellos días lejanos. Un día hallaron a Murlock muerto en su cabaña. En esos tiempos y en esos lugares no había médicos forenses ni periódicos, y supongo que todos estuvieron de acuerdo en que murió de causas naturales, o me lo habrían dicho y yo lo recordaría. Lo único que sé es que, probablemente por hacer lo correcto, el cuerpo fue enterrado cerca de la cabaña y junto a la tumba de su esposa, la cual había fallecido hacía tantos años que la tradición local apenas conservaba un indicio de su existencia. Eso cierra el capítulo final de esta historia verdadera —exceptuando, por cierto, las circunstancias en que muchos años después, en compañía de un espíritu igual de intrépido, entré en el lugar y me aventuré tan cerca de la cabaña arruinada que pude tirar una piedra contra ella y me alejé corriendo para eludir al fantasma que todo chico de los alrededores sabía que habitaba el lugar—. Pero hay un capítulo anterior que me contó mi abuelo. Cuando Murlock construyó su cabaña y empezó a descargar con fuerza su hacha para formar la granja

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(mientras el rifle era su medio de subsistencia), él era cia atravesaba una subterránea convicción de que todo joven, recio y lleno de esperanzas. En ese territorio estaba bien —que él la tendría otra vez como antes y del este de donde provenía se había casado, como era todo podría explicarse—. Él carecía de experiencia costumbre, con una joven totalmente merecedora de su en dolores profundos y su resistencia no había sido sincera devoción y que compartía los peligros y privaprobada. Su corazón no podía abarcarlo todo y tamciones del pedazo de tierra con un espíritu voluntarioso poco su imaginación podía concebirlo con exactitud. y alegre. Se desconoce su nombre; la tradición nada No sabía que el golpe había sido demasiado fuerte; ese dice de sus encantos personales y espirituales, y, quien conocimiento vendría después y no se iría nunca. El tenga dudas, está en libertad de abrigarlas, ¡pero Dios dolor profundo modela las fuerzas y también los insno permita que yo las comparta! Sobre su cariño y fetrumentos con los que toca los cantos fúnebres para licidad existen abundantes pruebas en cada día de la los muertos, evocando para unos las notas más agudas viudez de este hombre, porque ¿no fue el magnetismo y estridentes, y para otros las cuerdas más bajas y grade ese recuerdo bendito lo que encadenó a su espíritu ves que vibran recurrentes como el ritmo lento de un aventurero a un solar como ese? tambor lejano. Algunos seres se asustan; otros quedan Un día en que Murlock regresaba de cazar en una anonadados. A unos les llega como el golpe de una fleparte lejana del bosque, encontró a su esposa poscha, hiriendo todas las sensibilidades de una vida más trada con fiebre y delirando. No había un médico ni intensa; a otros como el golpe de una maza, aturdiénun vecino a millas; tampoco él podía abandonarla en dolos de forma aplastante. Pienso que Murlock fue esas condiciones para buscar afectado de esta última maayuda. Así que se dedicó a la porque (y aquí estamos Se mantuvo junto al nera, tarea de cuidarla para devolen terreno más seguro que el verle la salud, pero al final cuerpo en la luz del de las conjeturas) apenas terdel tercer día ella quedó inminó su piadosa obra se desconsciente y murió, al pareatardecer, acomodó los plomó en una silla junto a la cer, sin haber recuperado el mesa donde yacía el cuerpo y, cabellos y puso los toques al notar cuán blanco se destasentido. Por lo que conocemos de caba el perfil en la penumbra finales al sencillo arreglo cada vez mayor, colocó sobre su naturaleza, me aventuro a esbozar algunos de los detael borde de la mesa sus brapersonal, y todo lo hizo lles de la historia que narró zos y apoyó su rostro sobre mi abuelo. Cuando se contodavía sin lágrimas y mecánicamente, con un ellos, venció de que ella estaba terriblemente cansado. En ese muerta, Murlock tuvo el juicuidado frío e impersonal. momento entró por la ventacio suficiente como para rena abierta un sonido largo y cordar que a los muertos hay ululante, como el llanto de un que prepararlos para el entierro. Al realizar su deber saniño perdido en las profundidades del bosque. Pero el grado cometió errores, hizo algunas cosas incorrectas, hombre no se movió. De nuevo, y más cerca que antes, y las correctas las realizó una y otra vez. Sus ocasiosonó ese grito sobrenatural en sus sentidos malogranales fracasos en llevar a cabo algunos actos sencillos dos. Quizá era una bestia salvaje; tal vez era un sueño. y ordinarios lo llenaban de asombro, como el de un Murlock estaba dormido. borracho ante la suspensión de leyes naturales conociUnas horas después, como más tarde dedujo, este das. También se asombraba por no llorar, y esto le sorvigilante descuidado despertó y apartando la cabeza prendía y avergonzaba; sin duda era malo no llorar por de sus brazos se puso a escuchar atentamente —no los muertos. «Mañana —decía en voz alta— tengo que supo por qué. Allí, en la profunda oscuridad junto a la hacer el ataúd y cavar la tumba; y entonces la echaré de muerta, recordándolo todo sin impresionarse, forzó la menos cuando ya no pueda verla; pero ahora... ella está vista para observar— no sabía qué. Todos sus sentidos muerta, por supuesto, pero eso está bien... de alguna estaban en alerta, detuvo la respiración y su sangre acamanera debe estar bien. Las cosas no pueden estar tan lló la circulación como para ayudar al silencio. ¿Quién, mal como parecen». qué lo había despertado y dónde estaba? Se mantuvo junto al cuerpo en la luz del atardecer, De pronto, la mesa se agitó bajo sus brazos, y en el acomodó los cabellos y puso los toques finales al sencimismo momento escuchó, o creyó escuchar, el sonido llo arreglo personal, y todo lo hizo mecánicamente, con de un paso leve y suave, luego otro, ¡como pies desnuun cuidado frío e impersonal. Y todavía por su conciendos sobre el suelo!


Estaba tan aterrado que no pudo gritar ni moverse. Esperó, obligadamente —esperó en la oscuridad durante unos momentos que el pavor convirtió en siglos, como lo sabe quien lo sufrió y quedó vivo para contarlo—. Trató en vano de decir el nombre de la muerta, y en vano intentó extender su brazo hasta el otro lado de la mesa para saber si ella seguía allí. Su garganta no respondía, sus brazos y manos pesaban como plomo. Entonces ocurrió algo más espantoso. Parecía que un cuerpo pesado se arrojaba contra la mesa empujándola con fuerza sobre su pecho hasta casi derribarlo, y en ese mismo instante escuchó y sintió que algo caía sobre el suelo con un impacto tan violento que toda la casa se estremeció. Luego escuchó

una confusa pelea y un revoltijo de sonidos imposibles de describir. Murlock se había puesto de pie. Un gran miedo le había hecho perder el control de sus facultades. Extendió rápidamente su mano sobre la mesa. ¡No había nada! Hay un momento en que el terror se puede convertir en locura, y la locura incita a la acción. Sin un propósito definido, sin ningún motivo excepto el impulso imprevisible de un demente, Murlock saltó hacia la pared, tanteó un poco, agarró su rifle cargado y disparó sin apuntar. Con el destello que alumbró la habitación con una iluminación intensa, vio a una enorme pantera arrastrando a la mujer muerta hacia la ventana, ¡con los dientes clavados en su garganta! Después sobrevino una oscuridad más negra

que antes, y el silencio. Cuando recuperó la conciencia el sol brillaba y el bosque resonaba con el canto de los pájaros. El cuerpo yacía junto a la ventana, donde la bestia lo había dejado cuando se asustó por el fogonazo y la detonación del rifle. Las ropas estaban revueltas, desordenados los largos cabellos, las extremidades desparramas de cualquier forma. De la garganta, terriblemente lacerada, había manado un charco de sangre que aún no se había coagulado totalmente. La cinta con la que ató sus muñecas se encontraba rota; las manos ligeramente apretadas. Entre los dientes de la mujer había un pedazo de la oreja del animal. Traducción del inglés: Patricio Viteri Paredes

a Hugo

Chávez

«Hugo Chávez, memoria en las nuevas esperanzas, comandante donde no existen los imposibles. Millones de corazones se hacen piel desde tu ser. Tu caminar por la tierra marca un nuevo sur en la historia. Comandante, la muerte no calza en ti porque eres la vida de muchas formas, en muchos tiempos. La Casa de la Cultura Ecuatoriana fue tu espacio de afecto y de encuentro con el pueblo del Ecuador, fue tu Casa. Desde ella expresamos el inmenso dolor frente a tu ausencia física y desde ella ratificamos la proclama de tu permanencia en la memoria colectiva. Juntos, Comandante, juntos soñando la nueva Patria, donde el pueblo cante tu nombre». Así se expresó el Presidente de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Raúl Pérez Torres, enfatizando que pocos gobiernos latinoamericanos han hecho tanto por la cultura como el del Comandante Hugo Chávez. No sólo se distribuyeron ediciones masivas (un millón de ejemplares) y gratuitas de El Quijote y Los miserables, sino que los libros de autores venezolanos, latinoamericanos y mundiales fueron publicados en tiradas enormes que se distribuían al pueblo en todo el país. Recalcó además que se impulsaron las Bibliotecas Comunales y se crearon editoriales tan prestigiosas como la Fundación Editorial El Perro y La Rana y Monte Ávila Ediciones Latinoamericanas y fortaleció la Fundación Biblioteca Ayacucho. Todo esto sin olvidar el inmenso apoyo que se ha dado a todas las artes, sin excepción alguna. 25


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ablo Neruda es el poeta por antonomasia, por excelencia, todo lo que veía, Neruda lo convertía en poesía; el congrio de los helados mares de Chile caía sazonado a su platillo poético; la sonrisa de una niña morena y ágil se convertía en agua en la punta de su pluma; el diccionario se trocaba en un orondo y melancólico sapo. Neruda era un Midas de la poesía, y todos lo saben, y nadie lo niega; al contrario, le hacen homenajes, le rinden tributos, se ponen su gorra. Yo, por ejemplo, estuve en Chile, la tierra que mi padre me heredó, al final del otoño pasado, y al mejor estilo del musulmán que peregrina a la Meca, del católico que peregrina a Jerusalén, yo peregriné por las residencias que Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto dejó en Santiago, Valparaíso e Isla Negra. Y es que la acomodada posición económica que llegó a tener Neruda gracias a sus misiones diplomáticas más allá de las heladas aguas de sus mares, le permitió dar rienda suelta a la segunda de sus pasiones: la construcción. «Si no hubiese sido poeta —dijo alguna vez—, habría sido constructor de casas». «En el hacer poesía y en el hacer casas hay siempre algo que está naciendo, creciendo, y construir implica también una sensualidad de la madera, de los barnices, de los colores, de los objetos que se reconocen y se distribuyen en un propósito de arquitectura».

Paúl Hermann

La Chascona

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ue construida en 1953 por Germán Rodríguez en el barrio Bellavista de Santiago de Chile, mi ciudad acorralada, como dice Silvio Rodríguez, por símbolos de invierno. Puesto que todos los chilenos somos marineros, somos peces, caracolas, algas, y Neruda se creía, además, un capitán que escribía versos, procuró que todas sus residencias en la tierra semejasen barcos, o al menos tuvieran algo de navío y, por supuesto, muchos objetos de mar. En la medida, no obstante, en que La Chascona está en Santiago, a muchos kilómetros de las gaviotas y de los pelícanos, de los cormoranes y del ruido con que arrullan y despiertan las olas, Neruda hizo que le construyeran una inmensa fuente, una fuente que cayera en cascada, desde lo más alto hasta lo más bajo de la construcción escalonada, una fuente que aislaba, literalmente, a la casa, una fuente que evocaba al mar y que lastimosamente fue destruida, al igual que los libros del poeta, a poco de su muerte, en los días innombrables del 73.

Cuando leo en Confieso que he vivido: «Mi biblioteca pasó a ser considerable. Los antiguos libros de poesía relampagueaban en ella y mi inclinación a la historia natural la llenó de grandiosos libros de botánica iluminados a todo color; y libros de pájaros, de insectos o de peces», cuando leo, digo, estas líneas, y recuerdo las fotografías sepias que muestran, en el estudio de La Chascona, el final que corrieron los libros de Neruda en manos de los golpistas, como dice Patricio Mans, me sangra un volcán, náufrago total, me escribo de sal, me enojo de ayer… Prefiero por lo tanto, pensar en la niña morena y ágil como sacada de uno de Los versos del capitán, que nos condujo por las escaleras de caracol de La Chascona, la única de las tres casas que aún tiene guías en lugar de grabadoras. Por ella aprendí que “Chascona” es la palabra que los mapuches usan para referirse a las mujeres, como Matilde Urrutia, con el pelo desordenado; por ella supe que Diego Rivera la retrató, con un solo cuerpo, una vez de frente y otra de perfil, y que incluso la puso en las líneas de su cabello indómito; por ella supe que en


geografías esta casa ubicada en las faldas del cerro San Cristóbal, en Bellavista, Neruda se encontraba con Matilde cuando aún no se había divorciado de Delia del Carril (La Hormiguita) y que era, por tanto, un lugar clandestino para la comida, para la poesía, para el amor. Subí, como en un vaporoso sueño, por unas escaleras blancas, en voluta, y llegué a un comedor de diario, como de casa de juguete, con una mesa redonda y cuatro sillas estilo moderno, Ron Arad, para ser más preciso, todo en blanco y verde. Al lado, el gran comedor, exactamente igual al de un barco, con un gran ventanal, con nudosos troncos de árboles por columnas y una mesa larga como el mismo Chile. Para Neruda, la comida era un ritual: realizaba convites, agasajaba a sus invitados con caldos aromáticos y vinos vaporosos y no permitía que nadie ingresara a la cocina a ver los poemas que hacía con los mismos panes y peces que otros usan para hacer milagros. Tiene La Chascona un par de mullidos sillones de cuero, una butaca para apoyar los pies cansados de tanto caminar recogiendo caracolas; una chimenea de piedra en forma de cono; una mesa amarilla y redonda, decorada

con laúdes; cavas de la Isla de Pascua; la medalla del Premio Nobel; cuadros de Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, Roberto Matta, José Caballero; y en la habitación de Matilde Urrutia, la mismísima Chascona, una cama con respaldar de algo así como esterilla, un cobertor rosa, blanco y verde, y un perro de peluche adormilado y triste. Y tiene botellas con formas caprichosas y copas, muchas copas de colores; un bar con las paredes y los pisos de piedra con una barra de bambú y un abanico de madera en la pared que muestra fotos de tiempos en blanco y negro y, por supuesto, unos zapatos negros, gigantescos, talla cien, probablemente, o doscientos. Y es que Neruda coleccionaba conchas, barcos, libros, zapatos, botellas,

copas, mascarones de proa, y Jorge Edwards, su secretario particular, dijo que también coleccionaba poemas, de ahí su prolijidad que solo se puede medir con una cinta métrica hecha con versos. «Todo me entretiene y me divierto locamente con cualquier tontería. No busco razones filosóficas para mis manías», dijo Neruda en una entrevista que concedió en 1969, y la Fundación Neruda ha logrado convertir cada uno de los objetos que entretenían al poeta, en souvenirs, de ahí que en cada una de sus casas hay un almacén en el que se puede adquirir, a más de los objetos señalados, delantales de cocina con sus odas impresas, réplicas del “mantel azul”, tazas con poemas, mascarones en miniatura, afiches con su imagen o sus textos, “horrores”, como dicen las viejitas, “maravillosos horrores y barbaridades”. Todo lo que tocó Neruda se ha convertido en oro, sigue siendo, desde el más allá, mi Midas preferido.

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n la cima del cerro Florida, de Valparaíso, está la Plaza de los poetas; Lucila Godoy está sentada, quizás escribiéndole un soneto a un ferrocarrilero suicida, a lo mejor leyendo un poema de Fréderic Mistral. A su izquierda, Vicente Huidobro, el poeta que sabía ordeñar poemas como vacas, ha apoyado el sombrero en sus aristocráticas rodillas y muestra su desprecio a Neruda, quien camina sobre la arena de concreto buscando caracolas para siempre. Arriba, como dice Inti Illimani, calienta el sol; abajo, en la bahía, el mar se ha puesto plateado; a mis es-

La piedra y los clavos, la tabla, la teja se unieron: he aquí levantada / la casa chascona con agua que corre escribiendo en su idioma, / las zarzas guardaban su sitio con su sanguinario ramaje / hasta que la escala y sus muros supieron tu nombre / y la flor encrespada, la vid y su alado zarcillo, / las hojas de higuera que como estandartes de razas remotas / cernían sus alas oscuras sobre tu cabeza, / el muro de azul victorioso, el ónix abstracto del suelo, / tus ojos, mis ojos, están derramados en roca y madera / por todos los sitios, los días febriles, la paz que construye / y sigue ordenada la casa con su transparencia. / Mi casa, tu casa, tu sueño en mis ojos, tu sangre siguiendo el camino del cuerpo que duerme / Como una paloma cerrada en sus alas inmóvil persigue su vuelo / Y el tiempo recoge en su copa tu sueño y el mío / En la casa que apenas nació de las manos despiertas.

paldas La Sebastiana surca, semejante a un barco, olas como casas. Neruda le compró esta residencia en la tierra que parece flotar en el aire a los herederos del constructor español Sebastián Collado (de ahí su nombre). Invitó a un matrimonio amigo, los Velasco-Martner, a habitar el primer piso y le fue poniendo cosas a los tres pisos superiores: un altillo, una chimenea, un baño y, por supuesto, las pinturas que la habitan y los muebles que la pueblan, hasta convertirla en un Valparaíso hecho casa. Las angostas escaleras están custodiadas por ángeles silentes, de yeso, y cada piso ofrece su propio ambiente.

En la sala tiene un escritorio antiguo, con compartimentos secretos y a la derecha, una vista de la bahía que ya la querría para sí un faro, y siempre sillas, sillones de cuero, y siempre la butaca para apoyar los pies cansados de ir de Ceilán a Baja California, de Temuco a Montparnasse, de Singapur a Batavia. La sala es celeste, con pan de oro aquí y allá, un caballo de carrusel y una ventana en forma de arco ante la cual Neruda puso botellas rojas, botellas verdes, botellas azules, botellas tornasoles, botellas. Uno de los lugares más impresionantes de la casa es el bar, amarillo, con una pared rosada que tiene a un costado, del mismo color de


yogur, la única puerta de baño del mundo que deja salir todas las intimidades y entrar todas las miradas a través de sus arabescos. Puesto que Matilde Urrutia se tardaba, como toda dama, más allá de la paciencia en arreglarse, el poeta mandó instalar un baño con baldosas de colores, con una ventana por la cual miraba el mar mientras se daba, para salir a andar con el largo día jueves, los baños aquellos en que se tardaba en llenarse de jabón el rostro, qué deliciosa espuma en sus mejillas, en las que sentía como si el mar le regalara blancura sucesiva… El sol y el mar se meten a su habitación, con olas centelleantes, por todas partes. Junto a su cama, sobre el velador, la ovejita beige con negro de aproximadamente veinte centímetros que lo acompañó durante su infancia, adolescencia y madurez, y en el ropero el frac negro riguroso que usó para recibir el Premio Nobel de literatura en 1971. Y tiene platos con globos aerostáticos, mapas, antiguas marinas, vitrales, un pájaro venezolano al que se le olvidó volar, una sopera italiana semejante a una vaca a la que solo le falta mugir, un cuadro que no sabe si es caja de música o reloj o las tres cosas. Neruda era un fetichista, un enamorado de los objetos. «En mi casa —dijo en alguna entrevista— he reunido juguetes pequeños y grandes, sin los cuales no podría vivir. El niño que no juega no es niño, pero el hombre que no juega perdió para siempre al niño que vivía en él y que le hará mucha falta. He edificado mi casa también como un juguete y juego en ella de la mañana a la noche. Son mis propios juguetes. Los he juntado a través de toda mi vida con el científico propósito de entretenerme solo». Neruda no habitaba esta casa, de hecho, pasaba en ella única-

mente las festividades de septiembre y diciembre, para poder mirar, en compañía de sus amigos, los fuegos artificiales de Valparaíso, una ciudad que amaba especialmente, una ciudad a la que le dedicó, en Confieso que he vivido, sus memorias, decenas de páginas encendidas.

A La Sebastiana Yo construí la casa. / La hice primero de aire. / Luego subí en el aire la bandera / y la dejé colgada / del firmamento, de la estrella / de la claridad y de la oscuridad. / Cemento, hierro, vidrio, / eran la fábula, / valían más que el trigo y como el oro, / había que buscar y que vender, / y así llegó un camión: / bajaron sacos / y más sacos, / la torre se agarró a la tierra dura / —pero, no basta, dijo el constructor, / Falta cemento, vidrio, fierro, puertas— / y no dormí en la noche. / Pero crecía, / crecían las ventanas / y con poco, / con pegarle al papel y trabajar / y arremeterle con rodilla y hombro / iba a crecer hasta llegar a ser, / hasta poder mirar por la ventana, / y parecía que con tanto saco / pudiera tener techo y subiría / y se agarrara, al fin, de la bandera / que aún colgaba del cielo sus colores.

Una casa en la arena de Isla Negra

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sla Negra no es una isla ni es negra, es un poblado ubicado entre Valparaíso y Cartagena, la ciudad de Vicente Huidobro, por una carretera perfecta como un soleado día de otoño. Por la autopista iba preguntándome ¿cuántos de los escritores que he leído habrían estado en aquella casa? Contabilice, con los dedos, con un ábaco imaginario, naturalmente, a Antonio Skármeta, quien caracterizó a un simpático cartero que recorría los cientos de kilómetros que separa al puerto de San Antonio de la residencia del poeta, para llevarle su correspondencia. Contabilicé además a Jorge Edwards, el último secretario de nuestro capitán de tierra firme; a Mario Vargas Llosa; a Enrique Vila Matas; a nuestra querida Violeta Parra. Neruda dijo ser el primero en llegar a Isla Negra, o como se llamaba por entonces, Las Gaviotas. Dijo haberla fundado con el doctor Bulnes y el capitán de navío Eladio Sobrino. Dijo haberle puesto baños, electricidad, árboles, y para que no quede duda de su amor por ese rompeolas del mundo, le dedicó los libros Memorial de Isla Negra y Las piedras de Chile, y hasta el poema Una casa en la arena. En 1937, tras un largo viaje a París, Neruda, que buscaba un lugar para escribir su Canto General, le compró el sitio a un antiguo navegante español que recaló en la zona tras el hundimiento de su buque en Puerto Arenas, y le pidió al arquitecto Germán Rodríguez Arias le construyera una casa con torre de acceso, chimenea y gran ventanal hacia el mar. Neruda vivía en Isla Negra la mayor parte del tiempo, durante 20 años fue a trabajar y a descansar

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en ella, a mirar las viejas y nuevas olas, sin teléfono, en compañía de Matilde. Adelante, como quien dice, en el jardín, Neruda instaló una locomotora en memoria de su padre maquinista, en memoria del sur donde nació y pasó los primeros años de su vida. Ni esta casa ni La Sabastiana tienen guía; en la caseta de recepción le entregan a uno mapas de los museos con las locaciones numeradas, y una especie de teléfono inalámbrico con información sobre el lugar en el que uno se encuentra y las cosas que mira. En la casa de Isla Negra Neruda escribió parte importante de su obra literaria, reunió la mayor parte de sus libros y, sobre todo, de sus colecciones, por ejemplo, sus mascarones de proa. «Mis juguetes más grandes son los mascarones de proa. Como muchas cosas mías, estos mascarones han salido retratados en los diarios, en las revistas, y han sido discutidos con benevolencia o con rencor... Yo tengo mascarones y mascaronas. La más pequeña y deliciosa, que muchas veces Salvador Allende me ha tratado de arrebatar, se llama María Celeste. Perteneció a un navío francés, de menor

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Isla Negra

tamaño, y posiblemente no navegó sino en las aguas del Sena». En el pasillo que conduce de la sala de los mascarones de proa a su estudio, hay un inmenso ventanal que da al mar, y delante de este, decenas de barcos en botellas, que parecieran navegar sobre las tumultuosas olas del helado Pacífico. «Tengo un barco velero dentro de una botella. Para decir la verdad, tengo más de uno. Es una verdadera flota. Tienen sus nombres escritos, sus palos, sus velas, sus proas y sus anclas». Más adelante está un moái de dos metros de altura, delgado y largo como el mismo Chile, que se trajo de la Isla de Pascua y al que, supersticioso como era, le sacó un ojo con una navaja para que no fuera a ojearlo. Hay después una mesa de vidrio construida sobre la inmensa rueda de una carreta; en esta sala ―me dijo el auricular― recibía a sus amigos más solemnes. Hacia el final está un caballo tamaño natural, un caballo que perteneció a un talabartero de Temuco y que Neruda, por entonces Neftalí Reyes, veía todas las mañanas camino de la escuela. Tanto le tocaban él y sus

compañeros la nariz, que le dejaron una mancha desde la frente. Años después volvió al pueblo y quiso comprarlo, pero el precio, aún para Neruda, fue muy alto. Sucede, sin embargo, que un día se quemó la talabartería y que el caballo, aunque perdió la cola, se salvó del infierno. Fue a subasta y Neruda lo adquirió, para que los pescadores lo metieran a la casa por la terraza, Julio Escámez pintara su cuerpo y sus amigos le pusieran un par de nuevas y robustas colas. Neruda, como hemos dicho, coleccionó muchas cosas, pero sobre todo, caracoles. «Lo mejor que coleccioné en mi vida –dijo– fueron mis caracoles. Me dieron el placer de su prodigiosa estructura: la pureza lunar de una porcelana misteriosa agregada a la multiplicidad de las formas, táctiles, góticas, funcionales. Miles de pequeñas puertas submarinas se abrieron a mi conocimiento desde aquel día en que don Carlos de la Torre, ilustre malacólogo de Cuba, me regaló los mejores ejemplares de su colección. Desde en-


tonces, y al azar de mis viajes recorrí los siete mares acechándolos y buscándolos». Pero nada hay más impresionante que el diente de narval que atraviesa una de las paredes de su residencia como un trueno de Zeus. Una mañana, Matilde vio flotando en las olas de Isla Negra algo que después identificaron como la puerta de madera clara de un barco holandés, y que los pescadores sacaron del mar para que el poeta se hiciera su escritorio, para que se sentara a escribir por la mañana, con pluma y tinta verde sobre papel blanco. Los cuerpos de Neruda y Matilde reposan frente al mar, en un cementerio de piedra con forma de barco.

recomendados

Casa Tal vez esta es la casa en que viví / cuando yo no existí ni había tierra, / cuando todo era luna o piedra o sombra, / cuando la luz inmóvil no nacía. / Tal vez entonces esta piedra era / mi casa, mis ventanas o mis ojos. / Me recuerda esta rosa de granito / Algo que me habitaba o que habité, / cueva o cabeza cósmica de sueños, / copa o castillo o nave o nacimiento. / Toco el tenaz esfuerzo de la roca, / su baluarte golpeado en la salmuera, / y sé que aquí quedaron grietas mías, / arrugadas sustancias que subieron / desde profundidades hasta mi alma, / y piedra fui, piedra seré, por eso / toco esta y para mí no ha muerto: / es lo que fui, lo que seré, reposo / de un combate tan largo como el tiempo. Bibliografía NERUDA, Pablo 2012 Antología General. Edición Real Academia Español, Asociación de Academias de la Lengua Española. Editorial Alfagura. — 1969 A new decade poems: 1958-1967. Grove press. New York. — 2004 Confieso que he vivido. R.B.A Editores. Barcelona, 1994. SILVA BIJIT, Roberto 2004 Habla Neruda, memorias imposibles de corregir. Editorial Catalonia. www.fundacionneruda.org

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Imágenes

poéticas Luis Alberto

Bravo

El tesoro de los pájaros Hubo una señora que nos alquilaba la casa y que se casó con su padre adoptivo para adquirir los bienes; Ella solía llamar a los pájaros como si hiciera una llamada telefónica: «¿Aló Pepe?, ¿aló Copenhague?». Ahora la entiendo, cuando tras la puerta se jalaba los cabellos… ¡Bautizaré a los pájaros! Les pondré nombres de ciudades escandinavas. Así un pájaro se llamará Copenhague; Otro será Suomussalmi, y otro Espoo. Los árboles se llamarán como los niños antiguos: Cipriano, Tomás, Farfounet o Nils. Y los colores como las estaciones en… ¡Neverland!: La Luz de las Bicicletas, La Niebla en los Patios,/ Los Tréboles en una Taza. Los caminos se llamarán como las películas antiguas: Anónimo veneciano, Le petit soldat, o El desencanto. El sexo de las mujeres se llamará Suiza o / Luxemburgo; y el de los hombres Bulgaria o Brasil.

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A las hormigas habrá que llamarlas como los / paraguas (fuera de la casa cuando la lluvia); porque los paraguas recordarán las marcas que / hacían los zapatos


casa nueva en los caminos antiguos: donde se acostumbraba a llamar por su nombre a los niños, que solían recordar la fecha de la vid; por eso nuestros pasos se llamarán como las clases / del vino y los patos por cada hoja que picoteaban antes de / tiempo, y por cada pistilo que arrancaban (y que sangraban como una niña en su primera menstruación); ¡porque ha vuelto Nils de Bulgaria! y aunque agarró una enfermedad mortal en Suiza, fumará las hojas que no alcanzaron los patos… ¡Sí! ¡¡Ha vuelto Nils de Bulgaria!! Y le miran las niñas desde el zaguán (mientras las madres les espían sus diarios) (y mientras sus padres cruzan la cerca y visitan a las otras mujeres que les parieron otros hijos).

Edición CCE

Porque ha vuelto Nils de Bulgaria… Mírenlo como camina por El desencanto; lleva en el walkman (que le regaló su primera amante) esa canción de aquel cantante del Brasil… “¡Oh, qué guapo es Nils!”, dicen las ardillas; mientras los pintores sin historia descubren en aquella nariz descontinuada, todas las imprecisiones de las barcas, de los cuadros de Whistler (James Abbott McNeill). “Bienvenido Nils…” “¡Oh, Nils!” —«El que defeca debajo de las ramas» Y luego se ríen…—

§ (Y Copenhague defecará lluvia blanca y dormirá sobre Nils… Dormirá en honor a los cabellos que se jalaba la vieja y que a su vez soñaba con un niño que le pudiera acariciar; tal vez el mismo niño que ya no lo recuerdan en los caminos antiguos, y que solía aplastar fielmente la vid).

Luis Alberto Bravo (Milagro, 1979). Ganador del Concurso de poesía y cuento Lenguaraz 2009 (México). Ha publicado los poemarios: Antropología Pop para árboles epilépticos, Utolands, Cuentos para hacer dormir a una niña punk, Las ardillas del Orden Enano. y la novela Septiembre. Ha sido incluido en antologías nacionales y extranjeras. Textos suyos han sido traducidos al inglés y al francés. Fue considerado por la Feria Internacional del Libro de Guadalajara de 2011 como uno de ‘Los 25 secretos literarios de América Latina’. La Dirección de Publicaciones de la CCE publicará su libro Utolands en su colección Casa Nueva. 33


cuento

Lola Silvia Stornaiolo

S

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eguramente porque en el taxi de regreso el señor conductor sintonizó la versión original de la Lambada fue que recordé con ternura una etapa de mi niñez, cuando mi madre nos hizo a mí y a mi hermana unas faldas cosidas a mano, igualitas a la de la chica del vídeo, que era una niña más o menos de mi edad en ese tiempo. Ella bailaba con otro niñito, y su padre, al ver ese espectáculo, se enfurecía mucho y la regañaba; por eso ella sufría, por lo menos eso fue lo que entendí en ese tiempo. Pero gracias a eso, cuando hacía la demostración del baile, sentía una infinita tristeza, pero trataba de hacer los pasos exactamente iguales a los del vídeo, que según recuerdo y me doy cuenta ahora, eran bastante sensuales para una niña de

esa edad, sin tomar en cuenta el alto de la faldita roja, y la especie de sostén que llevaba en el pecho vacío de ocho años, pensé que, simplemente, no estaba bien lo que me habían hecho. Todo comenzó como un recuerdo tierno y se fue convirtiendo en el recorrido del terror. Mi madre tenía muchas amigas, muchas de ellas solteras como ella. Al principio guardaba la ilusión de que una de ellas fuera mi padre, ya que se notaba el exagerado amor, el pelo corto y las fachitas masculinas, a más de las conversaciones de amor libre que nos daba mamá cuando ya estaba con tres o cuatro copas adentro, en las que nos explicaba que se podía tanto amar a un hombre como a una mujer y que no tenía nada de malo que una de sus amigas se convirtiera en nuestro papá-mamá. Mi hermana, cuatro años menor que yo, las llamaba papá a todas, cosa que permití porque me daba pena, y también relacionaba mucho mi vida con el padre de la chica del vídeo, sintiendo siempre que un padre era un mal ser que no permitía que sus hijas hicieran lo que quisieran. Todo era muy complicado, de eso me doy cuenta ahora, en ese entonces lo que pasaba era muy normal y hasta feliz se podría decir. Feliz en esos términos complicados que uno enreda y desenreda cuando cree que crece, aunque nunca se llega a crecer del todo.

Claro, eso que yo consideraba feliz es ahora motivo de traumas, podría analizarlo y llegar a causar un escándalo de esos terribles que solo se ven en las películas gringas de medianoche en los canales nacionales. Bueno, resulta que mamá andaba sola, por eso tenía a tantas amantes entrando y saliendo de la casa como si fuera un prostíbulo (eso pienso ahora; antes era como un circo feliz); pero una se enamoró, y esa una se quedó más de lo que ninguna otra hubiera podido y soportado. Ella, mi madre, era amargadísima, pero esta desgraciada tenía problemas con el alcohol. La alegría y los cariños eran excesivos cuando llegaba la noche, pero en las mañanas, aparte de pasarse en el sofá de la sala viendo televisión con un genio horrendo, nos daba órdenes a las tres como si fuera de llegar a una casa y hacer ese tipo de cosas. Mi hermana la quería mucho, se sentaba alegre en sus piernas para que le hiciera el caballito. Luego de un mes, más o menos, un día que al fin llegábamos contentas con las compritas de la semana, encontramos nuestra casa vacía, tan vacía como la cuenta bancaria de mi madre, que en su absurda ingenuidad había firmado la posibilidad de compartirla con aquella invasora; así que por eso terminé trabajando en las calles.

Silvia Stornaiolo nació en Quito en octubre de 1980. Estudios de Ciencias de la Educación, Filosofía y Literatura en la Universidad Católica del Ecuador y en Newport University de California, y talleres de apreciación del arte en Roma, Italia. Ha publicado el libro de cuentos Cuerva críos.


escaleta 1

“Quebradas de Oro”, 1

relaciones

poder

Portovelo

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(1916-1946) Wilma Granda Noboa

Te invito, sombra, al aire. \ Sombra de veinte siglos, \ a la verdad del aire, \ del aire, aire, aire. \ Sombra que nunca sales \ de tu cueva y al mundo \ no devolviste el silbo \ que al nacer te dio el aire,\ el aire, aire, aire.\ Sombra sin luz, minera \ por las profundidades \ de veinte tumbas, veinte \ siglos huecos sin aire, \ Sin aire, aire, aire. \ ¡Sombra, a los picos, \ Sombra, / de la verdad del aire, \ del aire, aire, aire! \ . Rafael Alberti

A

Keller Tweedy3, el verde valle de Portovelo le parecerá, quizás, una pizarra en blanco donde escribirá su visión y misión para América: «luchar por la libertad y la justicia». Abuelo del realizador John Tweedy4, Keller fue un ingeniero mecánico graduado en Princeton, igual que su padre. Los Tweedy, amigos cercanos del presidente Washington, apoyaron las guerras de secesión y compartieron con los millonarios Rockefeller o Vanderbilt una particular idea acerca de la expansión norteamericana en América donde, «multiplicar la riqueza o crearla a cualquier costa» significaría lo mismo que «luchar por el débil y el equivocado» o «luchar por la libertad y la justicia». Postulados neocoloniales que K. Tweedy reiterará al despedirse de sus tías solteronas y victorianas, en su rancho ovejero de Nuevo México, rumbo a Portovelo, Ecuador, adonde llega en 1916 para dirigir la compañía minera Sadco, concesionada a los Vanderbilt en 1896.

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la frente y descubre para nosotros «Mis abuelos llegaron por buque desde New York, pasando por la mina, como una oquedad sugeel nuevo canal de Panamá, luego, rida en la sospecha o terror de ser por tren, barco y mula hacia las enterrados vivos. La espalda del montañas de la provincia de El minero encubre la desolación de Oro», dice John Tweedy cuando lo imprevisto y su única fortaleza estrena su documental en el 2001. se desvanece cuando posa frente a John elabora el guión y dirige junto la cámara y exhibe su sonrisa ina su esposa Beret E. Strong5. El docompleta que recuerda a la pobreza cumental relata la odisea del abueo a la expresión de una subjetivilo Keller, a lomo de mula, guiado dad estereotipada y endilgada al por indígenas cargadores o guandos portovelense tipo, especialmente a quienes, desde el puerto de Guayaquil, trasladan enormes maquinarias6, pieza por pieza, hasta el MUESTRA DE ARCHIVO campamento miFÍLMICO CINEMATECA-CCE nero. Por primera vez, el valle de Quebradas de Oro, Documental 2001 río dorado dorDir.: John Tweedy - Beret Strong. mirá a los pies de Keller quien Viernes 29 de marzo 2013. mirará el cerro Sala Alfredo Pareja Diezcanseco: de frente, vis17:15 y 19:30 horas. Entrada gratuita. lumbrando a su vellocino de oro. Luminoso como el nombre de la mejor veta registrada por José Baltasar Vélez y Raaquel que sobrevivió al imperio de mírez, azoguero de su majestad en la Sadco, durante la primera mitad el siglo XVII. No había tiempo que del siglo XX. La mentada discipliperder, the time is money. Desde na para el trabajo sobreexplotado, ese día, el caballo de Tweedy pasta la tenacidad para sortear la mueren medio de rebaños que el abuelo te y la oscuridad, el cumplimiento Keller imagina de 24 kilates. irrestricto de férreas leyes civiles Al documental se incluyen fily religiosas que le impedían “romaciones y fotografías de la época. bar” el oro físico de la compañía, Pero también, como en el sueño de etc., puede haberlos predispuesto, Midas, un minero actual desciende también, a lo único que hasta ahocon una lámpara de mercurio sobre ra añoran: el consumo consolador

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y vasto de los mejores inventos del “sueño americano” de entonces, que en ninguna otra ciudad ecuatoriana se disponía: luz eléctrica, agua potable, cable, teléfono, cinematógrafo, comidas y bebidas en conservas, sistemas de saneamiento ambiental, dancing parties, etc. Es decir, toda la organización de un enclave gringo en Ecuador que disponía de territorio, leyes, policía y moneda propia. Hasta los techos de las casas lucieron alguna vez la bandera norteamericana, en previsión de ataques enemigos durante las guerras propias o inventadas. El documental de epopeya familiar queda desmontado. Las aparentes virtudes del abuelo se desvanecen por testimonio de pobladores y descendientes de mineros. K.Tweedy, de 32 años de edad, habría ejercido un poder total y entramado a la supuesta superioridad de una civilización occidental frente a la de un pueblo “remoto y bárbaro” como Portovelo que, como otros cientos, alimentaron con oro y sangre la primera acumulación originaria, la revolución industrial y la actual globalización que benefició a Inglaterra y a Estados Unidos, fundamentalmente. Hazañas de crueldad en su nombre fueron posibles por el trabajo de millones de mitayos y mineros7, y por la audacia de exploradores como Keller Tweedy8.


El documental asume la presencia de los esposos Tweedy - Strong, como realizadores intencionados de la película. Es importante destacar su proceso para el sentido narrativo del documental, el hecho de que John aparece filmado e intercambia con su esposa la cámara. Asimismo, que ambos construyen un guión que parece reformularse, cada vez, ante la evidencia de lo real. Pareciera inevitable filmar a uno o dos sobrevivientes de la mina quienes desordenan la inicial previsión de los Tweedy que era recuperar la gesta del abuelo y conjugar una historia similar o idílica entre nietos de gerente, por una parte, y nietos de mineros, por otra. Asunto que, a todas luces, es irreconciliable. Sin embargo, el documental recupera un ámbito conversacional entre los pobladores acerca de sus estrategias de integración y resistencia al poder de la Sadco. Y, aunque se plantean conflictos y diferencias con los realizadores, las pautas de los espectadores involucrados en la filmación son importantes. Plantean un re-conocimiento y discrimen acerca de lo que ellos conocen de más y no se ha dicho para el documental. Por ello, la proyección del documental con los pobladores será una premisa fundamental de esta realización donde quizás sí esté presente la rica oralidad de los portovelenses, apenas vislumbrada en la filmación. Riqueza oral que debió gestarse, pensamos, para resistir la experien-

cia de una migración permanente, de una desterritorialización tipo campamento o vivienda temporal que vivió Portovelo con la llegada de miles de migrantes nacionales y extranjeros y que habría forzado a una actualización permanentemente de la comunicación oral, fortaleciendo, frente a la dominación y las disciplinas del trabajo, un lenguaje cifrado, una jerga o argot que rivalice como un contrapoder efectivo y complaciente. El documental plantea, entonces, un regreso conversacional para rever y releer la explotación, todavía en presente. Pues, si fue inaudito pensar que en Portovelo circulaba entre 1916 y 1946 una moneda inventada por la Sadco, llamada “Paterson”. La voz en off del documental nos recuerda que desde el año 2000, en Ecuador circula el dólar norteamericano como moneda corriente. La película intenta definirse entonces como un cine participativo, tanto en la producción como en la exhibición y sus alcances. Por ello, les invitamos a mirar un tesoro de Archivo que trata sobre la explotación minera y atraviesa la otra historia del Ecuador, esa que necesita ser mirada desde distintas ópticas. Provocar el habla sobre este documental sería la mejor intención de los realizadores y de la Cinemateca Nacional para reconocer, juntos, un elemento importante del patrimonio de imágenes filmadas en Ecuador a inicios del siglo XX.

1 El documental se realizó en el 2001, con la participación de zarumeños y portovelenses Se estrena en abril 2004 en las ciudades de Portovelo, Machala, y Zaruma. Asisten 700 personas a la exhibición. Se proyecta en festivales de Toronto-Canadá; Austin-Texas; Dallas-Texas; San Francisco-California; y Denver-Colorado. 2 Portovelo se ubica al suroccidente del Ecuador, a 570 kilómetros al sur de Quito y 246 kilómetros al sur de Guayaquil. De lo poco que se sabe, las minas de Portovelo se explotan desde 1557 pero, desmantelado el poblado de Asiento de Minas, Portovelo no existe oficialmente. Vuelve a cobrar vida en 1896, cuando se establece la compañía estadounidense South American Development Company (Sadco), convertida en una de las poderosas del mundo. Los norteamericanos reconstruyen el pueblo con hospital, planta eléctrica y de agua. Durante esos años Portovelo adquiere reputación mundial. La Cámara de Minería de Ecuador afirma que, desde inicios del siglo XX hasta la actualidad, han salido 120 toneladas de oro aproximadamente. En los años de bonanza, miles de ecuatorianos y extranjeros llegan a trabajar en las minas. La Sadco fue expulsada en 1946, luego de alegatos y escarceos con el Estado y gobierno ecuatorianos, por no pagar impuestos ni mejorar las condiciones de trabajo de los mineros. En 1968, Portovelo se convierte en parroquia del cantón Zaruma. En 1980 asciende a cantón y la explotación minera continúa con más de una centena de agrupaciones privadas. (Datos tomados de revista electrónica Portovelo.com). 3 Mellik Tweedy, Gerente de la CÍA. norteamericana Soud American Development Sadco, en Portovelo, Ecuador, durante 1916-1946. 4 John Tweedy, nieto de Mellick Tweedy. Su padre nació en Portovelo en 1921. John se doctoró en derecho en la Universidad de Stanford California. Se licencia en Sociología en la Universidad de Brown. Abogado y cineasta. 5 Beret E. Strong , doctora de letras, literatura comparada de la Universidad de Brown. Es autora de libros sobre Jorge Luis Borges y leyendas de la cultura del mar Pacífico. Directora de documentales sobre temas diversos como cultura indígena en islas de Micronesia, la batalla de Iwo Jima en la Segunda Guerra Mundial y la educación de niños con discapacidades. Es esposa de John Tweedy. 6 Endurecidos y resignados hombres debían transportar centenas de metros de cable de acero para construir El Castillo, mole metálica de 300 toneladas de peso y 45 metros de altura. Era el pique requerido en Portovelo, para explotar las varias vetas de la mina a 300 y 400 metros de profundidad. Toda esa construcción monumental se hizo sobre las espaldas de trabajadores ecuatorianos. 7 El terror al trabajo forzado, citado por un cronista indio, Pedro Sari, se consigna en esta cita: «…No puede imaginarse su majestad, el sufrimiento de esos pobres indios subiendo por unas escaleras de cuerda y cargando sobre sus hombros un peso de ochenta libras o más. El infierno de trabajar en las minas los hace huir, dejando abandonadas a sus esposas e hijos desnudos y con hambre…» . La ruta de las escaleras tenía fama de leyenda: «Un paso en falso y toda una recua de mulas puede precipitarse al abismo, llevando consigo a los hombres que encuentre a su paso…». 8 Y, antes, informantes y viajeros como Alonso de Mercadillo en 1550. Diego de Ortegón y Francisco de Anuncibay en 1592. Francisco de Caldas en 1804. Ambrosio Maldonado, Corregidor de Zaruma en 1837. La compañía inglesa Great Zaruma Gold Mining Co. en 1880 y desde 1895, la Sadco.

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Lombardi, cronista de la historia de Latinoamérica Paulina Simon Torres

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uede ser arbitrario decirlo, pero coincide con bastante exactitud la idea de que el cine latinoamericano desde sus albores vive etapas muy marcadas por la historia social del continente y una búsqueda, reflexión y examen de conciencia continuo sobre la identidad. Desde las primeras imágenes audiovisuales explorando las calles, el campo, las selvas, los pueblos aborígenes, las raíces, hasta la concentración inevitable en la miseria y la marginalidad. El realismo social ha marcado la historia del cine latino y aunque en los últimos 15 años la tonalidad ha variado y han nacido voces que exploran un cine más íntimo, contemplativo y experimental, en las tres décadas pasadas se concentraron todos los esfuerzos de los cineastas por denunciar, criticar, abrir los ojos frente a la tragedia de las dictaduras militares, la violencia de las guerrillas, represión, autoritarismo, corrupción y vicios de la sociedad. En este sentido y con la trascendencia universal que tiene el poder de dar voz al marginado, desentrañar las trampas de la política y denunciar el horror, el director peruano Francisco Lombardi es uno de los más grandes valores que tiene la cinematografía latinoamericana.

Lombardi, quien debutó en 1977 con el largometraje Muerte al amanecer, dio la pauta desde el inicio de su carrera en el cine y en el teatro, de un interés hondo por ahondar en las historias sociales y los dramas del Perú, muy similares a los de otros países de América Latina. Con La ciudad y los perros, de 1985, marca también una tendencia en su obra que es la de adaptar novelas de peruanos, como en este caso y en Pantaleón y las visitadoras, de Mario Vargas Llosa, más delante de Jaime Bayly o del escritor chileno, Alberto Fuguet en Tinta roja. Otras tendencias que marca Lombardi en los albores de su carrera cinematográfica es la de cosechar decenas de premios. Su cine habla por toda la región y ya desde 1985 fue seleccionado en Cannes, Mejor Película en Biarritz y San Sebastián, honores destinados usualmente al cine europeo y que coloca a Lombardi como un vocero de América Latina. El cine de Lombardi tiene un poco de todo lo que implica ser latinoamericano. Sin centrarse solo en el colorido y lo exuberante, abre las puertas a una mirada crítica sobre la corrupción del sistema político, lo clandestino y oscuro de las traiciones, el aislamiento de las clases sociales altas, la pobreza extrema, la inocencia y la victimización del campesino, la crudeza y arrogancia de la prensa roja.

Cada obra de Lombardi desnuda con enorme valentía un momento político trascendente del Perú. La ciudad y los perros es una mirada a un sistema militar despiadado y una viñeta provocadora sobre la clara e incómoda relación que existe entre razas y clases sociales en un Perú complejo, sin aceptación de su diversidad.

«El cine de Lombardi tiene un poco de todo lo que implica ser latinoamericano. Sin centrarse solo en el colorido y lo exuberante, abre las puertas a una mirada crítica sobre la corrupción del sistema político...». La boca del lobo (1988), una de las películas más intensas e impactantes del cine latinoamericano, habla de hechos reales, y está rodada de un modo muy documental. Un pequeño pueblo que se vuelve la víctima del conflicto armado entre el ejército peruano y Sendero Luminoso. Estremecedoras imágenes que difícilmente abandonan al espectador luego de años de haber visto a este Lombardi de voz clara y sin concesiones.


escaleta 2 En 1990, Lombardi explora otras posibilidades del realismo social, el realismo urbano, con una especial atención a los conflictos de clases y la decadencia de las clases altas en medio de las crisis económicas, visto en Caídos en el cielo, historia que, de algún modo en 1998, continúa con el tema urbano en No se lo digas a nadie, que decide tocar fibras más delicadas de la conservadora sociedad limeña, ya no un problema de clases, sino una cuestión de preferencias sexuales. Bayly es por entonces ya una figura provocadora de la sociedad peruana, odiado y amado, siempre polémico y su novela sobre homosexualidad e hipocresía social, llevada al cine con todas las cartas sobre la mesa, como es el estilo de Lombardi, conmociona a la prejuiciosa Lima y a tantos rincones de Latinoamérica.

Para 1999, la fama de Lombardi habrá crecido tanto que dirige Pantaleón y las visitadoras y se vuelve un éxito de taquilla comercial. Abandona el realismo social para dar unos pasos en la comedia: la anécdota de un capitán que lleva la misión de satisfacer sexualmente a su pelotón en la Amazonía. La seriedad del evento, de la extorsión y tentación que sufre el capitán Pantoja, a modo de denuncia social, resulta inválida frente al protagonismo de “La colombiana”, una Angie Cepeda que en el furor de su carrera logra que se la vea a ella y no mucho más. Retoma el mundo urbano y se centra profundamente en la crisis política entre 2000 y 2003 con Tinta roja y Ojos que no ven, la primera incursiona en el mundo periodístico de la crónica roja, como nunca se había hecho hasta entonces y a

pesar de cuestionar su proceder, devela el vértigo de moverse entre una violencia profunda que ahoga a la sociedad. Ojos que no ven, por su parte, es uno de los momentos políticos más importantes de los últimos años para toda América Latina, la revelación de los videos grabados por Vladimiro Montesinos, asesor de Fujimori, que revelan un aparato de corrupción de dimensiones insospechadas. La obra de Lombardi articula esa historia de América Latina que es todavía muy próxima y que puede revisitarse en cada momento con la necesidad de dejarla atrás; pero sin duda vemos su cine como un padre del realismo social, al que volvemos siempre con un referente artístico y narrativo. Una retrospectiva de Francisco Lombardi se presenta en la sala Alfredo Pareja de la Casa de la Cultura del 20 al 24 de marzo, dos funciones diarias, entrada libre.

CARTELERA

LA CIUDAD Y LOS PERROS Inauguración: Miércoles 20, 19h30 Domingo 24, 16h00

LA BOCA DEL LOBO

CAÍDOS DEL CIELO

Sábado 23, 19h30

Viernes 22, 17h15

PANTALEÓN Y LAS VISITADORAS Viernes 22, 19h30

NO SE LO DIGAS A NADIE Jueves 21, 19h30

TINTA ROJA

OJOS QUE NO VEN

Sábado 23, 17h15

Jueves 21, 17h15 Domingo 24, 18h30

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Alicia A

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Cossío

licia Yánez Cossío (Quito, 1929) es una de las más importantes escritoras del Ecuador de todos los tiempos. Nació en una familia antigua, numerosa, de aquellas que privilegiaban la educación religiosa. Se casó con el médico cubano Luis Campos y vivió en Cuba por cinco años. A su regreso, se dedicó al magisterio a tiempo completo, actividad por la cual no sentía ningún apego. Desarrolló su labor a la sombra y envío su primera novela, Bruna, soroche y los tíos, al Premio Nacional de Novela convocada por diario El Universo, cuando casi tenía cuarenta y cinco años de edad, con un pseudónimo masculino. Su obra, poblada por personajes femeninos, habla de la deshumanización de la sociedad contemporánea, la lucha de la mujer por encontrar su identidad y su voz en medio del machismo y otros anacronismos. Con trece novelas, Alicia Yánez Cossío es la escritora ecuatoriana que más libros de este género ha publicado. Es autora de: Luciolas (poesía, 1949), Hacia el Quito de ayer (teatro, 1951), De la sangre y el tiempo (poesía, 1964), Bruna, soroche y los tíos (novela,1971), Poesía (1974), El beso y otras fricciones (relatos, 1974), Yo vendo unos ojos negros (novela,1979), Más allá de las islas (novela,1980), Carta a mi nieto (1980), La casa del sano placer (novela, 1989), En la línea más débil del triángulo. Coedición. (1992), El Cristo feo (novela,1995), Aprendiendo a morir (novela,1997), Retratos cubanos (relatos,1998), Y amarle pude (novela, 2000), Se que vienen a matarme (novela, 2001), Concierto de sombras (novela, 2002), Esclavos de Chatham (novela, 2006), Memorias de la Pivihuarmi Cuxirimay Occllo (novela, 2008), La última reina (novela inédita), entre otros.


magnetófono

¿Cómo descubrió su vocación por las letras? Gracias a unas cartas escritas a un abuelo imaginario cuando tenía alrededor de unos ocho años. ¿Qué libros influyeron en usted? Siempre hay influencia de otros libros. Mi primeras lecturas fueron libros de aventuras: Julio Verne y Salgari. Más tarde, el que más influyó en una época de mi vida fue el Segundo Sexo, de Simone de Beauvoir.

¿Cómo encontró, en calidad de esposa, y madre de cinco hijos, condiciones para un oficio de tanta concentración como la literatura? La concentración solo me es necesaria en el momento de la escritura. Al igual que Nabokov, quien también estuvo obligado a dictar cátedra, usted odia el oficio de la enseñanza. ¿Por qué? Porque nunca pude estar de acuerdo con los programas oficiales y

por lo tanto no me era posible cumplirlos, a diferencia de los talleres de creatividad literaria en la que estoy convencida de lo que hago. ¿Si no hubiese enviado Bruna, soroche y los tíos a concurso con un seudónimo masculino, habría perdido? Posiblemente sí, como sucedió con la Primera Bienal que organizó la Casa de la Cultura en la que mandé esta misma novela con el título

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En la actualidad nada es difícil para las escritoras. Las actividades de género han cambiado radicalmente. Lo difícil es publicar. Ecuador no es un país de lectores. Las ediciones de libros son muy limitadas. Los autores no pueden controlar el número de ejemplares. Además, hay editoriales abusivas que se creen dueñas de las obras e imponen sus condiciones. de La ciudad dormida y el seudónimo de Romina, una bailarina flamenca, que debieron creer que se refería a Ramona de don Pancho, y ni siquiera la leyeron. Para este concurso cambié el título y el seudónimo fue Jersy Kosinski, el autor de El pájaro pintado, que estaba de moda en esos días. Pero mi verdadera suerte fue el jurado; estuvo integrado por Benjamín Carrión y Angel F. Rojas. ¿Después del éxito de Bruna, soroche y los tíos pudo dedicarse exclusivamente a la escritura? Todavía no, porque mis hijos aún eran pequeños y mi prioridad siempre fueron mis hijos y en segundo lugar la literatura. Ser escritor en Ecuador es difícil, ¿ser escritora en Ecuador es más difícil aún? En la actualidad nada es difícil para las escritoras. Las actividades de género han cambiado radicalmente. Lo difícil es publicar. Ecuador no es un país de lectores. Las ediciones de libros son muy limitadas. Los autores no pueden controlar el número de ejemplares. Además, hay editoriales abusivas que se creen dueñas de las obras e imponen sus condiciones.

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¿Cuáles son las mejores condiciones para ser escritora? Leer siempre y amar apasionadamente el oficio.

Jean Cocteau decía que escribir es un acto de fe, que es un acto religioso incluso, ¿comparte esa opinión? Estoy de acuerdo, escribir es un acto religioso en el sentido de que es necesario adentrarse en una paz interior, ajena a las actitudes negativas, en un estado de alegría, semejante a la gracia. ¿Es la suya una obra feminista? En mis primeras obra sí, pero en la actualidad cuestiono el feminismo de quienes luchan solamente por sus intereses económicos, ajenos a los problemas de la enorme masa de mujeres desposeídas que claman por ayuda. Hay que cuestionar a las feministas que utilizan a las abuelas para que se ocupen de sus hijos, a las que obligan a los padres a que hagan el oficio de madres, a las que tratan de emular al hombre y les parece denigrante ocuparse de la familia. ¿Es usted pionera de la obra de ciencia ficción en Ecuador? Publiqué los relatos de El beso y otras ficciones en la colección de Novelas Latinoamericanas de ediciones Paulinas en el año de 1975. ¿Por qué el interés por la ciencia ficción? En todo escritor hay algo de visionario. Esta obra la escribí después de la lectura de Fahrenheit 451 de Ray Bradbury.

¿Se interesó por el humor en sus obras? El humor es parte de mi personalidad. En 1971 ganó el Concurso Nacional de Novela Cincuentenario de diario El Universo de Guayaquil, y en 1996 recibió el Premio Sor Juan Inés de la Cruz a la mejor novela latinoamericana escrita por una mujer. ¿Qué han representado los premios para usted? Esos dos premios han sido fundamentales para mí. Estudió en una escuela religiosa. Cuando se acercó al comunismo, ¿dejó de creer en Dios? Nunca he formado parte de grupos políticos ni religiosos. Por temperamento no pertenezco, ni he pertenecido nunca a agrupaciones donde se impongan maneras de pensar. Soy agnóstica, pero quiero aclarar que soy una persona profundamente religiosa. Luis Miguel Campos, su hijo, es escritor. ¿Qué le parece que haya seguido el tan difícil camino de la escritura? Mi hijo Luis Miguel Campos es quien tiene escritas la mayor parte de obras teatrales, más de 35. La Marujita se ha muerto con Leucemia llegó a tener más de mil representaciones. Para él, el camino de la escritura no supone ninguna dificultad, el problema es encontrar salas de teatro que tengan alquileres asequibles. (P.H.C.)


tributo

Cecibel

Ayala: la palabra está de luto

L

a penúltima vez que la vimos tenía los jeans arremangados para evitar mancharlos con la cadena de la bicicleta, y lo suficientemente bajos como para cubrir las magulladuras y moretones que se había hecho al impactarse contra un automóvil en movimiento. Bromeamos oscuramente sobre la muerte… La última vez llegó al departamento de diseño de la Editorial con el grabado de Bravo que ilustra la portada de Poción de medianoche, poemario que sigue a su precoz y brillante El cazador, y que la CCE publicó en el 2008. Nos despedimos, como siempre, con abrazos, pues en la medida en que Cecibel siempre andaba coqueteando con la oscuridad, le gustaba despedirse como si no fuera a

haber una nueva oportunidad de hacerlo. Puesto que consideraba que las máscaras son terriblemente más bellas que los rostros, poco sabíamos sobre ella. Había estudiado comunicación en la Universidad Central, trabajado en la Corporación Tribu Urbana, decía que era viuda de estado civil y vivía enamorada de la poesía y de la muerte, no sabemos en qué orden, pues a fin de cuentas, para ella eran la misma cosa. Teníamos, eso sí, muchas referencias de su obra, sobre El cazador, libro en el que aclaró que su naturaleza era de una versatilidad imperceptible, Violeta Luna dijo: «Altiva y dispuesta a despojarse de las asfixiantes pieles históricas, Cecibel se manifiesta auténtica, reflexiva, subversiva y humana. Su escritura rompe con lo artificioso, lo trivial,

lo petulante e instaura un lenguaje para la libertad y la integridad». Miguel Donoso Pareja, escritor fundamental de desarrollo literario tanto de Ecuador como de México, país en el que coordinó talleres de los que emergieron autores como Juan Villoro, afirmó: «El cazador de Cecibel Ayala es un libro extraño en el que la demoniaca Lilita, enemiga de los nacimientos, y la celestial Ceres, diosa de la fertilidad, dialogan sobre el amor y la sexualidad, el deseo y sus rituales, la vida y la muerte, en todos sus estertores». También para escritores de su generación, como Freddy Ayala Plazarte, Cecibel empezaba a constituirse en un referente: «El cazador es una sensación helada que atraviesa el agujero de nuestra memoria, la nostalgia de recordar el cuerpo y el espíritu de un ser que se vuelve misterio en nuestros recuerdos». Las invitaciones para la presentación de su libro están hechas, tienen hora y lugar, pero sin ella, la palabra, incluso la más oscura, está de luto.

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libros Animalia

y el éxito. Libro que nos precipita, además, a un final catastrófico con mar de fondo.

Conocimientos Docencia universitaria, investigación científica Cincuenta poemas breves de Fernando López Milán que hablan de cómo los hombres se hacen lobos y potros, osos y cocodrilos. Pero no se engañe, este libro, aparentemente para niños, está pensado también para adultos. Veamos una muestra: “Hombre mosca”. «El hombre se hace mosca para estar / en la miel y en la mierda, / sin que por eso nadie se sorprenda».

El santuario de las gaviotas

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Libro de Nelson Valdivieso que cuenta la historia de cuatro amigos en busca de su destino, y que nos lleva a recorrer los imaginarios del autor sobre varios puntos de nuestra geografía, y lugares más distantes como Kuwait o Buenos Aires. Libro de aventuras, libro que habla de la amistad, de la pobreza, del fracaso

Luis A. Romo Saltos es una autoridad en los campos de la físico-química, la termodinámica y la física de interfases. Más de 25 libros de ciencia, filosofía y educación ha entregado a la comunidad científica, a los docentes y estudiantes. Su alta especialización le ha llevado a participar en los más importantes eventos universitarios y congresos científicos del mundo. Fue presidente del Consejo Interamericano de Ciencia y Tecnología (OEA) y presidente fundador de la Sociedad Ecuatoriana de Ciencias Exactas y Naturales y de la Comunidad Científica Ecuatoriana. Una vida en la ciencia, la investigación y la cátedra recorre estas páginas testimoniales. Patricio Herrera Crespo

Nuevas

publicaciones Constitución y cultura. Agenda constitucional mínima para el sector cultural estatal

El texto que nos presenta Adrián de la Torre constituye un análisis sobre los derechos culturales que recoge de manera exhaustiva la nueva Constitución ecuatoriana, como una de las consecuencias de la recuperación de las libertades públicas y un paso cualitativo hacia la construcción del socialismo del buen vivir. Esta nueva Constitución deja atrás el modelo liberal de Estado de derecho centrado en los individuos y da paso a un modelo en el que los derechos colectivos tienen el mismo peso y las mismas posibilidades de exigibilidad. Raúl Pérez Torres

Un día de invierno en Nueva York y otro relatos

Libro de Juan Cristóbal Jara que tiene cierto aire de crónica de viajes y relatos que muestran las cotidianidades de personajes solitarios en busca de compañía, que hurgan en las preocupaciones intelectuales y artísticas de seres que aparecen y desaparecen sin dejar huellas ni vacíos, de ingleses que sueñan con bosques llenos de druidas… Historias en las que alguien agoniza, que nos conducen con altos niveles de suspenso hacia los únicos finales posibles, no siempre sorprendentes pero verosímiles. Textos que se caracterizan por presentar finas ironías, por realizar críticas a todos los actores del american way life.


MUSEOS EL MUSEO DE ARTE COLONIAL DE LA CASA DE LA CULTURA ECUATORIANA,

con ocasión de la Semana Santa, presenta la exposición ´Semana Santa, entre el rito y la pasión´, en la que se muestran obras de Sánchez Galque, Caspicara, Manuel Samaniego, Bernardo Rodríguez, Antonio Salas y otros artistas de los siglos XVI, XVII y XVIII, pertenecientes a los fondos de arte que posee la Institución, producidas en la época colonial. Como parte de la muestra se recrean las ceremonias Domingo de Ramos, Arrastre de Caudas y Procesión del Viernes Santo.

Manuel Samaniego, Jesucristo entrega las llaves a San Pedro. Fotografía: Judy de Bustamante Archivo fotográfico del los Museos de la CCE

MUSEO DE ARTE COLONIAL Centro Histórico de Quito Cuenca y Mejía esquina Inauguración: 21 de marzo de 2013. 19h00 Clausura: 9 de mayo de 2013 Horario: martes a sábado 09h00 a 16h00

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