CasaPalabras 8

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Pepe aprendió las artes del mimo y la panto-mima bajo la tutela de los argentinos Roberto Escobar e Igón Lerchundi. ¿Qué significó estudiar arte en los frenéticos años setenta? Había mucho en Argentina. Muchos músicos iban y hacían conciertos, pero yo quería lo académico y me dediqué durante un año y medio a estudiar mimo y pantomima. El taller es chévere como forma de vida y aprendizaje. La academia es mucho más experimental, metódica, estricta. Y como aquí no había profesores de teatro, me fui en esa época a Buenos Aires, a Santa Fe específicamente, gracias a una beca estudié en la escuela de Teatro de Mimo de Escobar y Lerchundi. No fui parte del rock ni de las otras cosas que hacían los jóvenes por ese entonces. Han sido diez años de aprendizaje, diez años de giras y la última década se ha dedicado a la enseñanza. ¿Qué viene ahora? Ahora ya nada, a descansar. Siempre desde joven me ha gustado viajar, vivir un tiempo en otro lado y eso voy a hacer ahora. En Lima estuve cuatro meses, en México un año, en Los Ángeles ocho meses. Y ahora se han dado las facilidades para vivir un tiempo en otro lugar. ¿Alguna vez deseó no salir al escenario y mandar al diablo todo? No, por alguna cuestión de temperamento no. Tampoco por algún estado de existencialismo, palabra que emplean mucho ahora los de la farándula. Lo que pasa es que uno se aleja, Marcel Marceau estuvo una temporada lejos del mimo, Paganini también dejó el violín un tiempo. ¿Se ve regresando al escenario, arrepentido de haber dejado su oficio? No, arrepentido de nada. Mi mamá me decía: «Nunca le pidas más a la vida de lo que te da». Y eso ha sido una buena norma porque siempre ha funcionado bien. Eso que está de moda ahora de que debes perseguir tus sueños o fijarse metas extraordinarias no va conmigo. A la vejez volvemos a lo mismo.

«De una manera u otra uno ha muerto varias veces. En general para los actores es natural relacionarse con esa palabra». 28

Ha asistido por más de 20 años a moribundos. ¿Qué ve en esos ojos en el último momento de vida? Hay la muerte, viene la muerte a llevárselo. No se puede ver, pero se siente en el ambiente. Y no hay misticismo alguno. Los artistas hemos creado con la muerte un mundo que no es real. No existe la muerte artística. Ese momento es simple, como respirar. ¿Cuándo Pepe dejó de tenerle miedo a la muerte? En mi niñez el maestro Proaño, el de mi barrio, cerraba la zapatería y todos sabíamos que alguien estaba agonizando, y todos íbamos a ver. Así se fue perdiendo el miedo. Unos duraban tres o cuatro días, a veces hasta un mes. Y el muerto era muerto. Ahora están maquillados y hasta vestidos con traje. He visto bastante también en el hospital mientras he acompañado a la gente a morir. ¿Imagine que se pudiera negociar con la muerte? No es posible. No podría aparecer como tal nunca. Los artistas se han inventado a la muerte. Le han puesto rostro de calavera, una túnica, una espada, igual que no hay fruto prohibido. No se sabe, pudo haber sido una piña, o cualquier otra cosa. Usualmente la gente que se va a morir ve a alguien que lo llama del otro lado, el tío, la abuela, o algún familiar. Eso es como un anuncio. La muerte le da sentido a la vida, uno la ve, la comprende. ¿Pepe tiene vicios? ¿Quizás un roncito de vez en cuando, un tabaquito? Nada en exceso, digamos que más por tacaño que por casto (risas). Por ejemplo, mis amigos cogían una jaba de cerveza y se ponían a beber, yo no puedo hacer eso. Se burlaban diciendo que yo tomaba caldo de cebada, porque siempre se me calentaba la cerveza. ¿Cuál fue el personaje que más le ha costado representar? Todos son difíciles. Curiosamente los más normales son los más difíciles y los más malos, o los más enfermos son los más fáciles. Curiosamente esos son los que ganan el Óscar. ¿Pepe es un hombre feliz? Yo me considero una persona feliz, la mayoría de las personas que conozco son felices, entonces eso también influye. No hay razón para no ser feliz. Algunos mimos con cara alegre se maquillan una lagrimita y sea lo que sea que les esté pasando tienen que salir a actuar. Nosotros tenemos un dicho ya clásico: ‘pase lo que pase, la función debe continuar’. (Y.M.).


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