Zócalo 153

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La duda corroe Lo anterior en ningún momento niega la calidad de las obras —tanto las plagiadas como las que hayan sido producto de las dotes literarias de dicho escritor—, pero haber cobrado como si todos sus textos fueran suyos a lo largo de por lo menos dos décadas indica que debió robar talento ajeno para mantenerse “activo” en el mundo de las letras. En fin, como señala Humberto Musacchio, “después de lo que hemos visto, no faltará quien se meta a buscar en la ‘obra narrativa’ que Bryce ha firmado como suya, y nadie se sorprenderá si aparecen semejanzas excesivas, parrafadas completas de otros autores y viles fusilatas, piratería de la más baja estofa”2. Máxime si el autor llegó a declarar con una desvergüenza que deja sin palabras que “cuando hago verdaderos plagios, la gente ni se entera”3. De lo cual se puede anticipar que no todos los plagios de Bryce Echenique han sido detectados. Por ello no sería extraño que pretendiera hacer pasar por suya la letra de la conocida canción de Consuelito Velázquez que dice: “Si te vienen a contar / cositas malas de mí / manda a todos a volar, / y diles que yo no fui…”.

1 La carta de los académicos que defienden a Bryce Echenique puede consultarse en el blog que se abrió para desahogar esta polémica: http://premiofil2012. blogspot.mx/. 2 Musacchio, Humberto, “Que se retiren patrocinios”, publicado en el sitio web del Excélsior (www.excelsior.com.mx) el 15 de octubre de 2012. 3 La declaración fue consignada por varios diarios latinoamericanos en el verano de 2010. La cita se extrajo del sitio web del diario El Comercio de Perú, 30 de julio de 2010.

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Reconocimiento del cinismo y la deslealtad El cinismo parece avanzar como signo de los tiempos de nuestra realidad política y cultural. Otorgarle un galardón a quien abiertamente reconoce que es plagiario es una actitud desleal con quienes se han manejado siempre en el fair play literario (Juan José Doñán dixit). En ese camino, los responsables de la FIL, al igual que los integrantes del jurado, aparecen como un grupo de tramposos, a quienes ni siquiera importa su propio prestigio, pues premian a un par suyo. Pueden hacer trampa, al igual que Bryce Echenique, y lo reconocen porque saben que la impunidad los asiste. Ante los cuestionamientos del gremio, lo único que hicieron fue recolectar firmas de académicos —en su mayoría de países distintos a México— que, sin hacer ninguna mención de los plagios consumados, señalaron que el aludido es un buen escritor y merecería ganar

un premio. Es ése el planteamiento que suscribieron en una carta de alrededor de media cuartilla el pasado 16 de octubre1.

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Traición a la política educativa y cultural Premiar a Bryce Echenique con fondos públicos es un acto que contradice la política cultural y educativa de nuestro país, pues hace ya bastantes años que en el sistema educativo y en las instituciones culturales se toman acciones para prevenir y evitar los actos de plagio y deshonestidad intelectual. Los reglamentos escolares —principalmente en los ámbitos universitarios— establecen las diversas sanciones aplicables cuando los trabajos de los estudiantes presentan indicios de plagio: se les reprueba, ya sea en el trabajo, en el curso o en el semestre y, si los alumnos reinciden, se les

expulsa. Entonces, ¿qué mensaje envía el gobierno mexicano a través de sus instituciones si premia a un plagiario? ¿Con qué autoridad moral podremos los profesores universitarios exigir autoría a nuestros alumnos cuando un profesional de la materia incurre en plagio y resulta galardonado por las altas autoridades culturales del país? La Universidad de Guadalajara contradice las enseñanzas que da a sus estudiantes, quienes reciben sanciones cuando plagian (y hasta cuando “olvidan” citar, al estilo del tristemente célebre señor Alatriste). ¿Pero qué demuestra la U. de G. a sus alumnos —y a los de todo el sistema educativo— si premia a un “escritor” acostumbrado a publicar textos plagiados?

PERIODISMO

La FIL es un espacio de encuentro de representantes de casas editoriales y autores, librerías, editores y promotores de la lectura con autores y lectores de muchas partes del mundo. En la Feria se negocian —se compran y venden, reconociéndolos— los derechos de autor y de reproducción de textos escritos. El encuentro se basa, por un lado, en la ética y la honestidad intelectual de los autores; y por otro, también en la ética y la honestidad intelectual de los miembros de la industria editorial. Cabe preguntar ¿qué mensaje quiere dar la FIL a los editores y autores, y también a los lectores, cuando premia a alguien que robó textos ajenos, los vendió y cobró por ellos diciendo que eran suyos? Mantener las cosas de esa manera sería como si los banqueros entregaran un reconocimiento a un falsificador; o la industria farmacéutica diera un premio a la farmacia que más muestras médicas vendiera; o el INAH otorgara una presea al mayor saqueador de bienes arqueológicos.

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