Cervantes, miguel, novelas ejemplares

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Si en este año en que estamos no viene nadie, he decidido adoptarla y dejarle todos mis bienes como herencia. Pues debéis saber, señor Corregidor, que Costanza, además de hermosa, es buena, discreta y honesta. Ésa es, señor, la verdadera historia de la ilustre fregona, que no friega. El Corregidor se quedó un largo rato en silencio, pensativo. Luego le pidió al posadero que le mostrase la cadena y el pergamino. El posadero fue a por los dos objetos y se los enseñó. Lo que había contado era cierto: a la cadena, bellamente labrada, le faltaban varios eslabones. Y en él pergamino estaban escritas, una debajo de otra, las letras E, T, E, L, S, Ñ, V, D, D y R. Entre ellas había espacios en blanco que debían llenarse con las letras de la otra mitad del pergamino. La historia de la Señora Peregrina impresionó al Corregidor tanto como la belleza de Costanza. Decidió buscar un monasterio en el que pudieran acoger a la muchacha, pues la posada, como había dicho, no le parecía un lugar adecuado para ella. —Entre tanto —le dijo al posadero—, me llevaré el pergamino. Por ahora podéis quedaros con la cadena, pero si alguien viene a buscar a Costanza, avisadme antes de mostrársela. Tras decir esto, abandonó la posada. Durante la visita, Tomás permaneció en el patio sin saber qué pensar. Cuando vio que el Corregidor se iba


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