Revista Andesco No 32

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nada. Pero recuerda, una vez inicies no habrá marcha atrás. ¿Estás segura? – sí, respondió la muchacha –. Entonces hay algo más que debes hacer, a partir de mañana tratarás a tu suegra igual que lo harías con tu madre, serás sumisa y cariñosa, lavarás con cuidado su ropa y la perfumarás, la doblarás y guardarás como a ella le gusta, le servirás la comida a ella primero y atenderás sus necesidades antes que las tuyas, responderás con cariño a sus solicitudes y callarás cuando ella esté disgustada. Así, cuando llegue el tiempo de la enfermedad, todos creerán que tú amas a tu suegra, y cuando muera, contendrás tu alegría y llorarás con intensidad, de esa manera, ni siquiera tu marido podrá sospechar, de esa manera habrás logrado tu cometido. Anda, ve y has como te he indicado. Y la muchacha siguió las instrucciones al pie de la letra… Al cabo de 4 meses, la muchacha volvió donde el derviche, lloraba angustiosamente. ¿Qué pasa muchacha?, preguntó el viejo, ¿acaso algo le ha pasado a tu marido?

por que quien cambió no fue tu suegra sino tú. La muchacha en la historia tuvo un propósito: acabar con el enemigo. Este propósito se hizo tan valioso para ella, adquirió tal poder que, guiada por el consejo del derviche modificó radicalmente su actitud y su comportamiento, realizando las acciones que creyó le llevarían a lograr su cometido, aunque sin ser muy consciente de lo que en realidad estaba pasando. El cambio en su conducta generó a su vez un efecto positivo inesperado, pues la suegra, al percibir un ambiente diferente, de amor y respeto, también cambió, y ese cambio a su vez, alteró la percepción que la muchacha tenía hacia ella, lo cual trajo consigo un nuevo ideal, un propósito con un matiz diferente al que inició todo, generando en la joven una nueva actitud. El papel del derviche fue el de obrar como catalizador para este cambio. Lo paradójico es que el propósito inicial de la muchacha se cumplió, pues logró acabar con su enemigo, haciéndolo su amigo.

Ayúdeme derviche, replicó la muchacha, deme La actitud y la percepción fueron claves en este por favor el antídoto del veneno. ¿Por qué?, re- proceso de cambio, pero claramente el cataliplicó el hombre. zador fue el factor desencadenante. Pues es que ya no deseo que mi suegra muera, es que ella ha cambiado y ahora me trata como a su hija, me cuida, me consiente y me aconseja. Me ayuda con las labores de la casa y me da regalos. Ya no se interpone entre mi marido y yo, y por el contrario, de forma respetuosa, nos da el espacio que como pareja necesitamos. Llevo más de un mes sin darle el veneno, pero temo que ya el daño esté hecho, ayúdeme señor derviche, ayúdeme.

Pero esta historia permite otros aprendizajes:

Muchas veces necesitamos un cambio, lo buscamos, pero nos equivocamos al creer que el problema no está en nosotros, y en consecuencia esperamos con vehemencia que nuestras circunstancias cambien o que otras personas a nuestro alrededor cambien. Debido a esa confusión, condicionamos nuestro actuar y nuestra actitud a que dichos factores externos cambien: yo seré mejor padre cuando mis hijos me respeten, seré El derviche, se quedó mirándola por un momen- mejor trabajador cuando me suban el sueldo o to y luego rio. En efecto el daño está hecho, cuando me promuevan, seré un mejo ciudadano - dijo- pero no como tú crees, eso que te di no cuando haya un mejor gobierno, etc, etc. era veneno, sino un tónico para fortalecer el corazón, y más que ayudarle a ella, era para ayudarte a ti. Claramente produjo su efecto

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