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LA ECONOMÍA DE LA

una plataforma para compartir coche basado en un modelo europeo, y en 2007 llegó la web para la compraventa de libros usados Chegg. Un año después, la crisis arañaba más que nunca y este tipo de plataformas afloraba sin piedad. Entre ellas, Recycled Bride (compraventa de vestidos y complementos de novia de segunda mano), Airbnb (alojamiento en casas), TaskRabbit (una comunidad donde los usuarios publican una tarea, como montar un mueble o recoger un paquete, y el precio que ofrecen a la persona que quiera llevarla a cabo. En la gestión de oferta y demanda está la mediación de la plataforma para garantizar la seguridad de los usuarios y que los pagos sean justos), Rent the Runway (alquiler de trajes de gala, ropa de diseñadores, complementos de lujo...), Taxi2 (taxi para compartir desde el aeropuerto a la ciudad, con la colaboración de la empresa Virgin Atlantic), LooseCubes (locales para compartir oficina), Zaarly (plataforma para el móvil en la que los usuarios pueden comprar y vender bienes y servicios a personas que viven en una misma comunidad), Getaround (plataforma a través de la cual una persona alquila su coche, cuando no lo está utilizando, a una comunidad de conductores registrados que han demostrado ser de confianza), TredUp (intercambio de ropa de niños), Segundamanita.com (intercambio de juguetes), ebookfling (intercambio de ebooks) o Intercambia.org (plataforma malagueña que promueve intercambios culturales de jóvenes de distintos países). Una de las grandes ideólogas de este movimiento es Rachel Botsman. En su libro What’s Mine is Yours: The Rise of Collaborative Consumption (Lo que es mío es tuyo: El 34 / YOROKOBU / ABRIL 2012

nacimiento del consumo colaborativo) habla del poder de la colaboración y de compartir a través de la tecnología y de cómo todo ello acabará cambiando los negocios. El pensamiento de la fundadora de la consultoría de innovación Collaborative Lab se resume en esta frase: “Estamos ante una revolución en la forma en la que concebimos la propiedad”. Un cambio nada baladí también para la revista Time que, en un artículo de marzo de 2011 titulado Diez ideas que cambiarán el mundo, incluyó el consumo colaborativo entre sus “mejores propuestas para arreglar los peores problemas, desde la guerra y la enfermedad hasta el paro y el déficit”. Y uno de sus periodistas, Bryan Walsh, escribía en otra información que “algún día miraremos al siglo 20 y nos preguntaremos por qué comprábamos tantas cosas”.

Diseños para durar...

Dice Cañigueral que está surgiendo en el diseño una tendencia opuesta a la obsolescencia programada. Muchos diseñadores están trabajando “con un interés opuesto”. “Su filosofía se basa en que los productos sean duraderos y sean ajustables para que lo puedan utilizar varias personas o lo pueda usar un niño en su etapa de crecimento”, explica el editor del blog Consumocolaborativo.com. “Hay muchas personas experimentando en el diseño y fabricación de artículos para que duren mucho tiempo. Es la base del diseño sostenible. Es la única forma de evitar la aparición de más residuos”. Cañigueral menciona, por ejemplo, frigoríficos que incluyen varios espacios diferenciados para que puedan ser utilizados


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