La caja arbinger institute

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—Observe, Tom —dijo:—. Al asumir un nuevo puesto de trabajo, la mayoría de la gente experimenta más o menos los mismos sentimientos que usted. Se sienten agradecidos por el empleo y la oportunidad que se les ofrece. Desean hacer todo lo que puedan por su empresa y por la gente que trabaja en ella. »Pero si entrevistara a esa gente un año más tarde —siguió diciendo, vería que sus sentimientos suelen ser diferentes. Frecuentemente, sus sentimientos hacia muchos de sus compañeros de trabajo se asemejan a los que experimentó Bud hacia Nancy en la anécdota que contó ayer. Y a menudo descubrirá que personas que antes habían estado comprometidas, integradas, motivadas, con ganas de trabajar como un equipo, etcétera, tienen luego problemas en muchos de esos ámbitos. ¿Ya quiénes cree usted que achacan ellos todos esos problemas? —A todos los que trabajan en la empresa, exceptuándose a sí mismos —contesté—. Al jefe, a los compañeros, a la gente a la que dirigen e incluso a la misma empresa. —Sí. Ahora, sin embargo, sabemos lo que ocurre en realidad. Cuando culpabilizamos, lo hacemos por nosotros mismos, no a causa de los demás. —Pero ¿es siempre así? —pregunté—. Después de todo, el jefe que tenía en Tetrix era terrible. Creaba toda clase de problemas. Y ahora comprendo por qué: porque estaba


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