Nivola 7

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que comprobó, a través de unos hechos incuestionables: delaciones, encarcelamientos, asesinatos, la deriva del nuevo régimen, ese régimen que en un primer momento él había apoyado y saludado como el salvador de España y de la civilización occidental cristiana... Porque es un hecho incuestionable que Unamuno apoyó la sublevación de los militares desde el inicio, aun siendo la única guerra a la que él aspiraba, aquella cuyas armas solo fueran las ardientes palabras. Unamuno buscaba un orden que, según le dijo al escritor Nikos Kazantzakis, solo los militares podían implantar porque eran los únicos que tenían sentido de la disciplina y sabrían imponerlo. Pero no es menos cierto que también le dijo, que él no se había vuelto un hombre de derechas que había traicionado a la Libertad. Vera usted, dice Unamuno, como dentro de algún tiempo, sin tardar mucho, que yo seré el primero en reanudar la lucha por la Libertad. Yo no soy fascista ni bolchevique. ¡Yo estoy solo!» Comparto con algunos autores, que la personalidad contradictoria de Unamuno encaja a la perfección con la España que le tocó vivir, de Unamuno ante la estatua de Fray de Luis de León frente a ahí su identificación con ella. la fachada de la Universidad en el Patio de Escuelas Hay en su tiempo, una España que quería avanzar hacia el progreso material y moral y otra España liberal-conservadora que se resistía a entrar en la modernidad y dejar atrás la pobreza y las diferencias sociales. La confrontación estaba servida, pero Unamuno no entendía el lenguaje de las consignas y reivindicaciones de las multitudinarias manifestaciones frentepopulistas. Un lenguaje que hería y amenazaba su yo personal. Se sentía, además, desplazado de un futuro que él imaginaba deshumanizado, exento del cristianismo cultural que para él vertebraba la solidez del individuo... Y en el Paraninfo, este hombre que según sus propias palabras está solo, hace públicas sus ideas ante las fuerzas vivas del momento con extrema valentía, sin pensar en las repercusiones que su discurso podía ocasionarle. Como en tantas ocasiones, antepone la verdad a la paz; porque piensa que sus palabras pueden frenar la barbarie, pueden convencer. En un acto de extrema generosidad, se estaba desbordando a sí mismo, desbordando su ser, para convencer al otro. Quería, además, dejar constancia del sentido real de sus palabras, necesitaba rescatarlas de la significación que casi desde el inicio del levantamiento les habían dado los sublevados en sus discursos incendiarios y belicistas. Hasta el propio Franco había utilizado expresiones suyas con un significado completamente diferente... Sin embargo, la reacción es bien distinta a sus intenciones. Muchos de los presentes se inquietan y, como en otras ocasiones, se revuelven contra él, increpándole. Millán Astray se enfrenta a sus palabras con otras palabras de lenguaje incivil, ese que nada sabe de inteligencia, ni de compasión y mucho menos de vida... Hasta el resto de

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