Ser o no ser

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CAPÍTULO VII • Urgen acompañantes espirituales

1. SON UNA EXCEPCIÓN Conozco algunas religiosas que acompañan con gran fruto a jóvenes religiosos de ambos sexos que están en formación, lo mismo que a seminaristas y sacerdotes. Pero lamentablemente son una excepción en comparación con las que lo podrían y deberían hacer. Podrían entrar en esta “pastoral de profundidad”, mucho más efectiva y sólida que la “pastoral de extensión”. En ésta consideramos un éxito que hayan venido 40 jóvenes a la reunión y luego a lo mejor la vida de esos jóvenes sigue tan superficial como antes. En cambio, en el acompañamiento se toca fondo en cada persona, se le confronta con el Evangelio y se le anima para una entrega incondicional.

2. MONOPOLIO MACHISTA ¡Cuánto cuesta salir de una tradición que se va transmitiendo de generación en generación, por más absurda y desfasada que sea! Es la tradición de haber dejado el acompañamiento espiritual sólo en manos de algunos sacerdotes que decían tener el carisma para ello. Ellos hicieron mucho bien, pero tal vez impidieron que se hiciera mucho más. Tomaron el monopolio de este ministerio, posiblemente por un falso concepto del ministerio sacerdotal mezclado con una buena dosis de machismo. Pero tal vez las principales causantes de este pecado de omisión son las mismas mujeres, por un complejo cultural que les hacía sentirse incapaces o por no tener costumbre de incursionar en ese campo.

3. EL PASADO FUE MEJOR En el principio no fue así. Cuando nació la vida cenobítica en el s. IV, el acompañamiento espiritual se consideraba indispensable, también en los monasterios femeninos. Lo realizaban las 133


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