Vida Universitaria No. 315

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que debí haber hecho, me fui al MIT atraído por su reputación científica”, acepta. Terminó sus estudios y llegó a trabajar a Fundidora de Monterrey, en donde fue Director General. Aquí vivió ocho años, crecieron sus tres hijos y, después de bastantes años de trabajar en la industria del acero, regresó al chelo con la confianza de que podría seguir adelante. “Si me hubiera dado cuenta de lo difícil que era esa transición, a lo mejor no me hubiera atrevido, pero, por fortuna, no me di cuenta y me atreví. Regresé a mi verdadera vocación que es el chelo; lo estudié noche y día y ya llevo más de 40 años dando conciertos por todo el mundo y todavía no me he arrepentido”, dice el concertista condecorado en muchos países. “Creo que es muy normal que los jóvenes se sientan un poco perdidos de cuál es verdaderamente su vocación y cuál es aquello a lo que se tienen que dedicar el resto de su vida”, reflexiona.

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UN ESCRITOR MUY PROLÍFICO

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Para ser un músico, Carlos Prieto es muy buen escritor. Ha realizado 11 libros y el más reciente Apuntes de la historia de la música en México y algunas notas autobiográficas lo publicó apenas el año pasado, 2018; el primero se llama Cartas rusas. “La primera experiencia de escribir un libro fue cuando estuve, por primera vez, en la Unión Soviética en 1962 y era la época del comunismo en su pleno, cuando la cabeza era Nikita Jrushchov. “Y estuve ahí becado estudiando en la Universidad de Moscú, gracias a una visita que hizo a Monterrey Anastás Mikoyán, a quien conocí aquí. Me invitó a estudiar en la US y fui a Moscú”, comparte. Durante su estancia allá, escribía cartas a sus padres y hermanos cada dos o tres días, que era una especie de diario. “Pero era una carta escrita un poco en clave porque no podía contar exactamente todo lo que me ocurría, porque había censura por la que pasaba todo el correo y no hubieran pasado esa censura. “Cuando regresé a México, decidí todas esas cartas reunirlas como materia prima para mi primer libro, que se llamó Cartas rusas”.

Pero el violonchelista contó una anécdota que fue el motivo de su beca en Rusia. En el MIT tenían una norme colección de discos y ahí conoció la música del compositor ruso Dimitriv Shostakovich. Le interesó a tal grado el autor, que se puso a estudiar ruso y todo sobre el idioma, “incluyendo un curso de ruso científico que jamás me ha servido para nada”. Cuando vino Anastás Mikoyán a Monterrey, el embajador soviético, le habló para decirle que el intérprete que venía con la delegación de Rusia se envenenó con los antojitos mexicanos, así que le pidió que hiciera esa labor durante esta gira de trabajo. “Llegó Mikoyán, que estaba un poco extrañado que un joven mexicano hablara ruso, me ofreció ir a estudiar a la Unión Soviética y fue así como me fui a la Universidad Estatal Lomonósov de Moscú, la Universidad más antigua de Rusia”, relata. En Moscú conoció a Shostakovich, tuvo mucho trato con él y por eso este es un compositor que ha sido fundamental en su vida; tanto que uno de sus libros se titula Dmitri Shostakovich, Genio y drama. Otros de sus títulos son: Alrededor del mundo con el violonchelo, De la URSS a Rusia, Las aventuras de un violonchelo, 5000 años de palabras, En toda China con el violonchelo, con un prólogo de


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