Revista Vía México - Edición 27 abril 2018

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e escucha a lo lejos un rugido que ensordece el apabullante silencio de la selva chiapaneca. De inmediato, el suave tintineo del agua filtrándose por las hojas de los árboles marcan el camino de una triada de ciudades que pactaron alianza con los cuatros elementos para levantarse: Palenque, Bonampak y Yaxchilan. El suelo se parte con cada pisada y un aroma a tierra mojada envuelve a los sentidos. En cada respiro se esquivan ramas y charcos recién formados. Es evidente que aquí el único gobernante es la selva, a pesar de las miles de personas que visitan estos aposentos a diario. Un océano de antiguas ruinas se abre sigilosamente hacia todas direcciones para dar la bienvenida al refugio del jaguar. Los lugares que rascan tan sólo un suspiro de lo que fuera el apogeo del Clásico maya. LAS TERTULIAS DE UN PALENQUE ETERNO Existe un intenso drama en la zona arqueológica de Palenque. Una obra de teatro montada por árboles que hipnotizan al espectador y caminos que se comen estructuras. En el aire se puede sentir un incesante diálogo entre el pasado y la naturaleza, igual a un silencio que hace eco hasta el cansancio. Todo viaje comienza con un ruido, y en este lugar, el aullido del mono saraguato te hará saber que estás ante una fortaleza que fue declarada Parque Nacional en 1981 y Patrimonio de la Humanidad por parte de la UNESCO en 1987. Na Chán –nombre maya que significa “ciudad de las serpientes”– tomó su nombre de la comunidad vecina de Santo Domingo de Palenque fundada a finales del siglo XVI por Fray Pedro Lorenzo de la Nada. El religioso obsequió tres campanas como símbolo de la fundación de la comunidad de las cuales sólo se conserva la más grande en la iglesia de este Pueblo Mágico. El cinco por ciento de Palenque se encuentra a la vista del viajero. El 95 restante le sigue perteneciendo a la selva, la misma que sólo ha dado una pequeña muestra de lo que es capaz de esconder, una caja de Pandora que apenas ha sido abierta. Junto a Tikal y Calakmul, esta ciudad chiapaneca creció a niveles exorbitantes gracias a su relación con otras urbes del periodo Clásico a través de redes de comercio y alianzas con gobernantes. Dentro del Gran Palacio –uno de los edificios más importantes de la zona– el silencio revela que no sólo con la vista se puede viajar. El E l a r q u e ó l o g o f r a n c é s golpeteo de las gotas filtrándose por las rocas es tan A l b e r t o R u z L ’ H u i l l i e elocuente como los grabados y pinturas que mueshalló la tumba del tran un poco de la vasta historia que sobrevive.

Pakal

rey

d e n t r o d e l Te m p l o en

Lakam Há –otro de sus tantos nombres que recibe y que significa “lugar donde abunda el agua”–, d e l a s I n s c r i p c i o n e s , posee una red de 28 acueductos y 38 manantiales que atraviesa el territorio dando vida a las piedras mis- P a l e n q u e , e n 1 9 5 2 . mas. Caminando hacia el suroeste de la verde metropolí se encuentra el Templo de la Calavera, donde se han encontrado 650 piezas de jade y otras mil 250 en la tumba de la Reina Roja, una pequeña estructura cimentada a un costado. Nada es estático aquí. Escalar cualquiera de las edificaciones es arrojarse a un mar salvaje que hace juego con el calor convertido en humedad. Tras los pasos finales, la última de las grandes construcciones del pasado se para frente a toda vista resplandeciendo piedra y estuco: el Templo de las Inscripciones. Esta enorme montaña es el trono del jaguar en donde reside el último gran monarca de esta región, el rey Pakal. El edificio siempre tuvo un único

Vía México I El placer de viajar

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