Julio Verne - Aventuras de tes rusos y tres ingleses en el Africa Austral

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Aventura de tres rusos y tres ingleses en África Austral

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Aquel trabajo empezó el 10 de abril y finalizó el 15 de mayo. A mediados, pues, del mes de mayo, los científicos habían concluido las operaciones. Nicolás Palander y William Emery anotaron los cálculos en el registro y un grito de alegría salió de las gargantas de todos los presentes. Los indígenas contemplaban con extrañeza a aquellos raros extranjeros que brincaban como niños ante unos palitos de madera cuyo significado y objetivo no alcanzaban a comprender. Cuando las longitudes obtenidas fueron reducidas a arcos relacionados con el nivel medio del mar, de acuerdo con la temperatura establecida según los cálculos previstos, Palander y Emery presentaron a sus colegas los datos definitivos. La nueva base tenía una medida de cinco mil setenta y cinco toesas con veinticinco centésimas. Esta misma base, deducida de la primitiva y, a su vez, de la red trigonométrica, medía cinco mil setenta y cinco toesas con once centésimas, La diferencia era, por tanto, de catorce centésimas. Solamente catorce centésimas de toesa, es decir, algo menos de veintisiete centímetros, era el error medio calculado. Y todo esto a pesar de que las dos bases se encontraban separadas por una distancia de más de novecientos sesenta y cinco kilómetros. En la medición del meridiano de Francia, entre Dunkerque y Perpiñán, la diferencia entre la base primera y la última había sido de veintinueve centímetros. La comisión científica tenía motivos para estar satisfecha del resultado de sus investigaciones, sobre todo si tenemos en cuenta que los trabajos se habían realizado en circunstancias muy difíciles, en pleno desierto africano. La alegría de los astrónomos era inenarrable. Daban gritos de felicidad y brincaban de júbilo, observados directamente por los indígenas de la aldea y por Mokum, que se sentía casi tan feliz como aquellos sabios un tanto alocados. Al fin y al cabo, el bushman había contribuido en gran medida, incluso sin proponérselo directamente, al éxito de la expedición. Faltaba aún por calcular el valor de un grado de meridiano en aquella porción del esferoide terrestre. Tras las reducciones efectuadas por Nicolás Palander la cifra obtenida era de cincuenta y siete mil treinta y siete toesas, es decir, sólo una toesa de diferencia con respecto a la cifra alcanzada por Lacaille en el cabo de Buena Esperanza. A un siglo de distancia, el astrónomo francés y la comisión anglo-rusa habían coincidido con esta aproximación. En cuanto al valor del metro, era preciso esperar, pues se imponía reducirlo a partir del resultado de las operaciones que habrían de llevarse a cabo en el hemisferio boreal. Las operaciones geodésicas estaban, pues, terminadas por completo. Los astrónomos habían puesto punto y final a su tarea. Ya sólo les quedaba llegar a la boca del Zambeze, siguiendo en sentido inverso el itinerario que debía recorrer Livingstone en su viaje de 1858 a 1864. Los expedicionarios se despidieron de los indígenas que tan cordialmente les habían brindado su hospitalidad e iniciaron el camino de regreso. El 25 de mayo, después de una marcha muy penosa a través de un país cortado por infinidad de ríos, llegaron los saltos de agua conocidos como las cataratas Victoria.

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