Prometeo

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El Papa ha pedido que se haga una «hermenéutica de la continuidad», y eso es lo que hice. En el Concilio hubo algo de nunca visto -de allí el pasmo general-, pero había mucho de antiguo. Ante el temblor conciliar, los católicos hemos visto de repente caerse todo. Pero si uno se pone a pensar, la causa de este derrumbe no puede reducirse a lo que pasó hace cincuenta años: las termitas debilitaban desde hace mucho la estructura del edificio. Una tesis principal de la explicación que aquí doy es que el Vaticano II se inserta en un proceso continuo que arranca con el Renacimiento. Pero como no nos da el presupuesto para meternos a historiadores, este aspecto histórico no está propiamente explicado, sino sólo señalado por algunos jalones. De todas maneras, alcanza para mostrar que los que hicieron el Concilio estaban en continuidad con cinco siglos de catolicismo liberal. La pretensión, entonces, de Benedicto XVI tiene su parte de verdad. * La palabra clave de toda mi interpretación es el «humanismo», pronunciada por primera vez en el siglo XIV. Aunque no siempre con rencor, desde el comienzo se contrapuso a la palabra «cristianismo». Afirmo, entonces, que el Concilio Vaticano II es el mayor -y quizás último- esfuerzo por sostener un humanismo católico, que se levanta ante el cristianismo o Religión de Cristo, como la Religión del Hombre. Los seres humanos tenemos una fuerte tendencia a reducir todas las cosas a un único principio, y se suele observar que las explicaciones que lo logran resultan muy mentirosas. Mi «hermenéutica» puede caer bajo esta sospecha, pues habiendo puesto el «humanismo» como principio, pretendo resolver de allí uno tras otro los mil problemas que plantea el Concilio. Pero si bien puede ser cierto que, en la mayoría de los casos, quien mucho simplifica mucho miente, le hago la observación, querido Lector, que no siempre. Porque toda la realidad tiene, en verdad, un único principio, que es Dios Nuestro Señor, y la sospechada tendencia a la reducción del intelecto humano, no es otra cosa que el habitas de la sabiduría -teología es su otro nombre- que trata de aparecer. Cuando las cosas se ven a la luz de los verdaderos principios teológicos, entonces se simplifican enormemente, tendiendo a verse tan simples como simple es Dios. Sí, aun los errores. Esto puede resultar un poco más misterioso, pero los errores teológicos no tienen muchas maneras de cometerse, por la misma simplicidad de las verdades a que se oponen. He aquí mi defensa entonces: si la luz bajo la que he enfocado el problema del Concilio es de sabiduría verdadera, puede ser que mi explicación sea simple y cierta. Y, en confianza, me parece que es así, que no por otro motivo se publica este librito. Como suele pasar, una defensa pide otra. La sabiduría de la que me glorío no es mía, es la de Santo Tomás, a la que veinte años de paz en mi querido Seminario me han permitido acercarme. Si hay algo por lo que pecaron los teólogos del Concilio, es por haberla abandonado. * El título propio del librito es «La religión del hombre». Lo de «Prometeo» fue por no dejarlo tan seco. A los humanistas del Renacimiento les gustaba resucitar los mitos griegos, y la figura de Prometeo encarna de manera interesante el espíritu del humanismo. Según Esquilo, Prometeo sería un titán - de naturaleza divina - hermano de Atlas y de Tifón, pero a diferencia de ellos, su virtud no consistía en la fuerza bruta sino en la astucia : su nombre significa Prudente. Cultor de Zeus en un principio, se vuelve tan favorable al género humano - a quien según otros autores habría plasmado - que lo salva del diluvio en que el airado Zeus quería anegarlo, termina robando el fuego divino en unas cañas para dárselo a los hombres, y en el sacrificio de un buey decepciona a Zeus ofreciendo al hombre la parte mejor. Como castigo divino, él será encadenado a una roca, donde un águila le devora perpetuamente el hígado, y los hombres serán seducidos por Pandora, que desata todas las calamidades. Finalmente Hércules lo libera y lo reconcilia con Zeus. [En la entrada del Rockefeller Center hay una especie de altar levantado a Prometeo, en el que una estatua dorada lo representa trayendo a los hombres la divina llama]. El Concilio es Prometeo en el acto de su latrocinio. Fue una maniobra de prudencia humana llevada a cabo por una jerarquía de constitución divina, que hizo arder para los hombres el incienso que pertenece a Dios - la pintura de la tapa representa este momento, con un Prometeo de torva mirada; es obra de Jan Cossiers, siglo XVII, según un boceto de Rubens, y se halla en el Museo del Prado -. Como en la parábola del administrador infiel (Lc 16), el Concilio anuló los pagarés de las deudas de los hombres para con Dios, prometiendo a todos la salvación; y en el culto de su nueva Misa ha dado al hombre la parte mejor. Pero tampoco faltan las consecuencias, pues la caja de Pandora ha volcado sus males en toda la Iglesia, mientras la la prudencia de no ser explícito para evitar la confrontación abierta con la mens tradicional de la mayoría; segundo, porque el pensamiento moderno que lo anima es necesaria y deliberadamente ambiguo, pues no cultiva los instrumentos que dan rigor al pensamiento, con la intención de permanecer en el pacífico ámbito del pluralismo doctrinal”.

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