Interioridades
©Margarita Lizcano Prestel
No vayas mirando fuera de ti, entra en ti mismo, porque la verdad habita en la interioridad del hombre.
San Agustín
Interioridades por Margarita Lizcano Prestel se distribuye bajo una Licencia Creative Commons AtribuciónNoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
DESOLACIÓN
La lluvia no ha cesado en los últimos meses, casi me atrevería a decir un año, un año de constante e intensa lluvia. Los imbornales, han cedido a la presión de las aguas subterráneas y las tapas de las alcantarillas, han saltado por los aires, dejando salir a la superficie el hedor y la podredumbre del sumidero.
A mí alrededor, nada ni nadie existe. Los únicos árboles que quedaban, se incendiaron en una tormenta eléctrica. Ahora quedan, sus dignos pero escuálidos troncos chamuscados, pidiendo clemencia.
Mis únicas compañeras, por ahora, son las ratas que han salido a superficie y que hambrientas se devoran entre ellas.
Las observo un momento y vuelvo la vista a otra parte.
Yo también tengo hambre…
No queda ningún edificio en el que pueda resguardarme. Todos se derrumbaron con los temblores de hace unos meses. Entre los escombros formé una especie de gruta y allí vivía. Ahora está inundada.
Estoy solo, cansado, tengo mucho frío.
Dormiré hoy a la intemperie, si puedo. Mañana, si aún vivo, buscaré un lugar más seguro.
LA NIEBLA
Por su rostro demacrado, manos temblorosas y aliento fatigado, bien podría haber pasado por un fantasma aquel individuo, cuando surgió de entre la niebla, arrollándome al paso.
—¡Disculpe! — dijo.
—No se preocupe — contesté.
Iba camino de casa, cuando aquella niebla me llamó la atención. ¿Qué podría haber atemorizado a aquel individuo? Y me dirigí de lleno hacía la intensa bruma.
Caminé indeciso unos pasos, la niebla se espesaba cada vez más, no se veía nada a mí alrededor. Sentía la humedad que ésta provoca y se me erizó el vello. Me subí el cuello de la gabardina y seguí caminando. ¡Nadie!. De repente, algo se cruzó ante mí. No vi que era. Seguí, ¡otra vez! ésta más cerca, lo he visto. ¡Otra vez! ¿Quién eres? ¿Qué quieres?
— Tu y tus miedos y te quiero a Ti.
Salí corriendo. Sólo recuerdo arrollar a alguien a mi salida y decirle ¡Disculpe!
SOLEDAD
El día de la boda, el novio la dejó plantada en el altar. Ante los atónitos invitados, Eva se quitó el vestido dejando sólo el velo y la blanca ropa interior. Subió las escaleras hasta el altar, se acercó al atemorizado cura y arrebatándole el micrófono se dirigió a los allí congregados:
—¡Chicos, todos a sus casas, esto se ha acabado!
Lentamente bajó del altar, desfiló por el pasillo central con el ramo de flores aun en la mano y se dirigió hacia la calle donde estaba el coche que la había traído. Ya en la puerta echó un último vistazo a la iglesia y a toda la gente. Le pareció un espectáculo patético y rompió a reír. Lanzó el ramo de novia que se perdió entre los congregados, subió al coche, arrancó y se perdió en la carretera.
Días más tarde, Eva se encontraba tumbada en la hamaca que habían colgado en el jardín de la que sería su casa. Seguía llevando solamente el velo y ropa interior en tono azulete. Leía una novela y dormitaba y entre sueños un conocido desasosiego la invadió. Un apacible deseo que le hizo entreabrir los labios y buscar otros labios que no encontró. Acarició sus senos, prosiguió con sus caricias; sus dedos se deslizaron bajo su ropa interior, notó que estaba mojada y una agradable sensación la recogió y siguió… Sus dedos se aunaron al vaivén de la hamaca en un recorrido sincronizado hacia un deseo más íntimo. Continuó… y un estallido de rabia contenida explotó en ese momento. Después, lloró.
Y entendió que estaba sola.
TAN EXTRAÑO…
De alguna u otra forma, todos buscamos complementarnos y transformar nuestra aparente y organizada existencia, en un caótico y desequilibrado desorden hormonal.
Nos perdemos así en miradas, suspiros y triquiñuelas de enamorados, provocándonos un desconcierto generalizado.
Y es ese Amor, el que nos hace ser capaces de enfrentarnos a nuestra propia muerte. Tendemos al caos por amor y solo el amor puede salvarnos.
MALDAD
Se puede llegar a ser malo, dañino y ruin hasta el punto de joderse uno mismo con tal de fastidiar al prójimo. Eso se llama maldad y yo conocí a la maldad en persona.
Parásito de la sociedad hasta donde no llegáis a imaginar, se muestra cordial mientras sigues su juego. Entonces todo va de puta madre. Pero ¡Ay, si se te ocurriera actuar de alguna manera que su enferma mente considerara contraria a sus intereses!
Entonces despliega toda su malicia sobre ti y sin importarle los sentimientos de nadie, te asesta una puñalada trapera que te deja herido de muerte y sangrando lágrimas.
Luego, esconde la mano y atisba el horizonte eligiendo otra víctima, mientras en el suelo, aun frescas, se pisotean las trazas de tu sangre derramada.
TALLER DE COSTURA
Por las fisuras de las puertas se colaban las conversaciones y risas de las alumnas del taller de costura.
Mi abuela, como maestra del taller, procuraba hacerlas coger más la otra hebra y que se diesen a la costura, pero entendía que la mayoría estaban allí por recogimiento que por profesión y que su misión era sacar, si la había, la modista que llevaban dentro.
Metro al cuello, alfiletero en la muñeca, trozo de jabón en mano y sobre la mesa, desplegada como un lienzo, esperaba la tela ser trabajada.
Era magia.
Trazos en la tela, chasquidos de tijeras, hilvanes, sobrehilados, costuras... y aquella tela sin vida se convertía en un hermoso vestido que celebraban entre llantos y risas.
Antes de marchar, el taller quedaba recogido y ordenado.
Entonces aparecía yo, cuando las chicas marchaban y mi abuela era solo para mí. No me enseño a coser, no.
Me enseño que no toda la vida se esconde tras un metro.
RETRATO
Se encontraba sentada ante una taza de café. Sus manos regordetas la abrazaban buscando quizá un foco de calor en un frío día de invierno. Los rayos de sol entraron por la ventana e incidieron en su desmelenada cabellera rojiza. Apartó la vista de su cuaderno dejándome ver tras el cristal de sus gafas, unos ojos color miel y descubrir una mirada que te abraza y te transporta a otro tiempo a otros lugares.
Una simpática nariz y unos carnosos y perfilados labios completan sus facciones.
Pero es su voz, su voz pausada, su modulación y entonación la que nos recuerdan a aquellas musas griegas y es entonces cuanto te preguntas si Erato no se habrá dignado visitarnos.
Erato: Mit. Musa de la poesía lírica y erótica.
IN FRAGANTI
Sabía que estaba ocurriendo, en mi misma casa, ante mis narices y hoy lo he visto con mis con ojos; sí, los he cogido “in fraganti” en el lavadero.
Había puesto la lavadora y salido a hacer unas compras. Cuando he vuelto, el lavado ya había terminado. He abierto la lavadora y sacado toda la ropa a un barreño que he dejado en el suelo. Me disponía a tender cuando me ha surgido un imprevisto que me ha llevado de nuevo a la calle.
De vuelta en casa, me dirijo al lavadero y es cuando les veo, sobre la lavadora haciendo el amor salvajemente. Ella lo tiene bien entrelazado entre sus piernas mientras él se deja hacer unas veces, y otras contraataca salvajemente con su erecto miembro. Estupefacta, les miro y no salgo de mi asombro. ¡Qué desvergüenza! No hay respeto por nada y por nadie. ¡Creo que voy a marearme!
Intento separarlos, pero me resulta trabajoso. Ella lo tiene bien enlazado y el a la vez, tampoco lo pone nada fácil. —¡Basta ya! —les grito.
Y me parece oír sus risas burlonas. ¿Me estaré volviendo loca? Intento hablar con ellos que, ajenos a todo, siguen en su permanente orgía.
Casi al limite del enfado, vuelvo a intentarlo de nuevo y con paciencia consigo ir separando poco a poco las piernas de ella hasta su totalidad, momento en el que cae él. —¡Conseguido! —exclamo. Cojo unas pinzas. Tenderé primero las medias beige, después buscaré el otro calcetín negro. Mientras tiendo las medias, no puedo evitar una sonrisa y preguntarme que saldría de una relación así. La respuesta no tarda en llegarme: Un calcetín de media color moca.
FOBIA
—¡Muere, puta! —dijo mientras tiraba el cadáver a la basura. Los latidos del corazón le parecían resonar acelerados por toda la casa. —Todo ha pasado ya —se dice. Comprueba como su pulso se va normalizando y la tensión vivida en los últimos momentos también se regulariza. En esos momentos, quiere analizar lo sucedido y no termina de creerlo. Se imagina prestando declaración ante la Policía y no puede evitar sonreír. “No la había visto aparecer, vino hacia mi, me ataco. Yo me defendí y la maté o eso creí. Cayó al suelo. Me disponía a tirarla a la basura cuando reaccionó y volvió a atacarme. Le asesté otro golpe, este fue el definitivo. Cogí su cuerpo y lo tiré a la basura.” —Homicidio involuntario — apunta el Policía en el informe. —¿Por matar a una mosca?, Padezco entomofobia1 Una vez relajada, sube hasta su cuarto donde termina de arreglarse. Se maquilla y se recoge el pelo en un moño. Por último, se coloca unos zapatos de tacón alto. Se mira al espejo y se ve guapa, muy guapa. Unas gotas de perfume le dan el toque final.. Han llamado al timbre, debe ser él que viene a recogerla. Coge su abrigo, su bolso y al girar para bajar las escaleras, un pequeño saltamontes se ha posado en el pomo de ésta. Al querer esquivar el saltamontes, pierde el equilibrio y cae por las escaleras dándose un certero golpe en la nuca. La puerta se abre de un golpe, él se acerca hasta ella casi moribunda que la oye decir: —¡El saltamontes, ha sido el saltamontes!
1 entomofobia: miedo (o fobia) a los insectos.
TIEMPO JUSTO
Decidí no poner la televisión a la hora de comer. Es la hora que tengo para relajarme un poco y últimamente, con tantas noticias de desapariciones y secuestros, volvía al trabajo más estresado que cuando había llegado a casa.
Tengo el tiempo justo para prepararme la comida. No me gusta cocinar por las noches, prefiero comerla recién preparada. Aunque a veces me puede suceder que con las prisas, como me ha pasado hoy, que he estado a punto de ahogarme, entre la carne se cuele un trozo de plástico.
Lo miro detenidamente. Es el pedazo de un DNI. Lo aparto y sigo comiendo.
Debo poner más cuidado la próxima vez al trocear y limpiar la carne.
¿TRUCO O TRATO?
Siguiendo la tradición, el día 1 de Noviembre, día de Todos los Santos, algunos se sentaran frente al televisor ante una bandeja de buñuelos o de huesos de santo, dispuestos a ver y ya no se saben las veces “Don Juan Tenorio”.
Otros, en cambio, se echarán a las calles con las caras maquilladas, disfrazados de vampiros, brujas, demonios, celebrando Halloween, fruto de la ola de importaciones de costumbres americanas.
¿Truco o trato?
Trato: Toma tu decisión y respeta la de los demás.
MADE IN AMERICA
En la noche del 24 de Diciembre, al filo de la medianoche, se celebra la Misa del gallo y se conmemora el Nacimiento de Jesús.
Eso ha venido siendo hasta ahora, ya que en los últimos años se está implantando la figura de Santa Claus. Un señor regordete, de pelo y barba blanca, vestido de rojo, que entra en las casas para repartir regalos con un gran saco a la espalda… Y se lleva todo lo que pilla.
LA MINÚSCULA QUE QUERÍA CRECER
Sin saber lo que le podía deparar, una letra minúscula pedía todos los días crecer y convertirse en mayúscula. Su madre le aconsejaba vivir feliz el momento presente y olvidarse por unos momentos de ese futuro que solo le traería opresión. Más ella, obsesionada como estaba, se olvidó de jugar y reír.
Cada día, al contemplarse en el espejo y verse pequeña, lloraba y lloraba.
El tiempo de su infancia pasó, creció y se convirtió en una bonita mayúscula. La letra mayúscula más bonita del teclado.
Recuerda ahora los consejos que no siguió en su niñez. Presionada, oprimida, busca unos momentos para sonreír.
A UN CURSOR
Tu parpadeo constante me recuerda al tictac de un reloj. ¡Sí! Al sonido de aquellos relojes de antaño que tenían campanas en la parte superior. A ellos me recuerdas. No dejo de mirarte y te me haces acompasado, tictac, tictac. Diría incluso que algo quieres comunicarme. Voy a prestarte atención, quizás logre sintonizar contigo. Tictac, tictac, tictac, nada. Tictac, tictac, ¡espera! ¡Si! Creo haberte oído decir algo. Pero quedará entre nosotros, no te preocupes.
Por hoy, me despido de ti.
Tictac, tictac.
Confía en el tiempo, que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades. Don Quijote de la Mancha