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“Yo también quería hablarte sobre lo de esta noche,” contestó Luce, colocándose a su lado. Ella logró observar apenas las puntas de su colorido tatuaje en la parte posterior de su cuello. “Entremos,” le dijo, guiándola tras el mosquitero a medio caer de la puerta. “Podemos platicar aquí dentro.” El interior del bar estaba revestido de madera, había unas pocas lámparas naranjas que con su tenue luz proveían la única iluminación en el lugar. Cornamentas de todos tipos y tamaños estaban montadas en la pared y un guepardo disecado estaba suspendido sobre el bar, listo para atacar en cualquier momento. Una desteñida foto compuesta con las palabras PULASKI COUNTY MOOSE CLUB OFFICERS 1964-65 era la única otra decoración en las paredes, mostrando un ciento de rostros ovales, sonriendo modestamente encima de sus corbatas de moño color pastel. La rockola estaba tocando Ziggy Stardust, y un tipo viejo con la cabeza rasurada y pantalones de cuero estaba canturreando y bailando solo, a mitad de un arrebato de entusiasmo. Además de Luce y Cam, él era la única otra persona en el lugar. Cam señaló hacía dos bancos. Los gastados cojines verdes de cuero estaban rasgados justo en el medio, la esponja beige sobresalía como si fuera una masiva cantidad de palomitas de maíz. Ya había un vaso medio vacío frente al asiento que reclamó Cam. La bebida en su interior era color café claro, estaba diluida con hielo y pequeñas gotas cubrían el vaso. “¿Qué es eso?” Preguntó Luce. “Georgia Moonshine,” contestó él, tomando un trago. “No lo recomiendo para comenzar.” Cuando ella lo miró acusadoramente, agregó, “He estado aquí todo el día.” “Encantador,” Dijo Luce, palpando el collar dorado. “¿Cuántos años tienes, diecisiete? ¿Sentado en un bar tú solo y todo el día?” Él no se veía obviamente borracho, aún así a ella no le gustaba la idea de haber venido todo este camino hasta aquí a romper la relación con él, sólo para encontrarlo tan ebrio como para que él pudiera entenderlo. Empezó a preguntarse cómo podría ir de regreso a la escuela. Ella ni siquiera sabía qué tan lejos estaba este lugar. “Ouch,” Cam se frotó el corazón. “La belleza de ser suspendido de clases, Luce, es que nadie te extrañe durante las horas de escuela. Así que pensé que merecía un pequeño tiempo de recuperación.” Él alzó su cabeza. “¿Qué es lo que en verdad te molesta? ¿Es este lugar? ¿O la pelea de anoche? ¿O el hecho de que no nos están dando un buen servicio?” Cam levantó la voz para casi gritar las últimas palabras, lo suficientemente alto como para lograr que un enorme y fornido cantinero caminara desde la puerta de la cocina tras el mostrador. Tenía un largo cabello cortado en capas, y tatuajes que parecían trenzas de cabello humano corriendo arriba y abajo por sus brazos. Era todo músculo y debía pesar por lo menos trescientas libras.

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