Simon rodriguez

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Alfonzo Rumazo González

el de la Independencia, sino el de una suspensión de armas”. Algo falta, muchísimo falta. El Nuevo Mundo todavía muy hispánico no quiere expulsar de sí el pasado:“Vergüenza da el decir que en el siglo diecinueve los hombres que se creen más distantes de los errores antiguos, sean los que están más imbuidos de ellos”. Acaba de experimentarlo el maestro, en su derrota de Bolivia. El panorama general, por lo mismo, es oscuro. Su palabra terminante, para finalizar el Pródromo, se presenta enfática: “En lugar de pensar en medos, persas, en egipcios, ¡pensemos en los indios!”. Este largo trazo de pensamiento republicano, en veintiocho páginas muy densas que retan con ideas y originalidad, también con un mañana convocado en ese ahora, fue un acto de presencia inicial magnífico del escritor-educador. Su palabra comenzó a penetrar, para el gran tatuaje de doctrina que se requería en la América de entonces y de después. Arequipa fue ciudad benévola para el gran educador, forzado a operar lejos de la égida de Bolívar. Hace el poblado contraposición con Chuquisaca. Los arequipeños, al menos en parte, entendiéronle al maestro y le ayudaron, haciendo real alianza con él para que efectuase sus publicaciones. Inicialmente, el Pródromo, trabajo de pensamiento en profundidad y desconcertante para muchos por la novedad en el texto y en la forma de redacción, no fue entendido por la mayoría. Cinco años más tarde, dirá el autor: “El Pródromo anduvo por las tiendas, envolviendo especias... Ahora, en Lima, lo buscan; se aprecia hoy lo que se despreció ayer”. Se lo comprendió después, cuando la marea hubo de cambiar.Y esta realidad, de avance lento, respecto de todos los escritos de Rodríguez, rigió por muy largo lapso: hoy, a más de cien años de su muerte, se advierte al fin su grandeza. Y su ciudad nativa, mirando la fortaleza, se enorgullece en él, dándole su nombre a una Universidad. Casi enseguida -los enseguidas de entonces corresponden siempre a plazo alargado, propio de vida lenta- entra en prensa en Arequipa un libro de gran marca: la defensa de Bolívar, se titula: El Libertador del Mediodía de América y sus compañeros de armas, defendidos por un amigo de la causa social. Son 160 páginas, terminadas de imprimirse en enero de 1830. A esta obra hay que calificarla de escrito noble, de escrito valiente. Es el maestro que respalda integralmente a su discípulo, ofendido y calumniado en el Perú. Rodríguez se empina hasta el desafío; los atacantes tienen inmenso poder destructivo: Bolívar, en ese momento, es ya calificado en el Perú de “enemigo número uno del país”. Acaba de finalizar la guerra 89


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