Tacuarembó, un pago grande

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barrio podían asistirse y el municipio financiaba médicos que atendían gratuitamente a la población. –¿Cómo surgió El Hongo? –El Hongo se me ocurrió como un local para artesanos, para quienes vendían pequeñas artesanías. Arquitecturalmente pensé en un techo y si lo hubiera podido colgar, existiría solamente un techo. Buscando solución, encontré eso que es como una copa porque es hueco en su interior, que tiene 30 metros de diámetro y un metro de apoyo. –Hoy se cree que El Hongo es una escultura... –Con ese hongo ocurrió en Tacuarembó un factor psicológico que –salvando las distancias– le pasó al ingeniero que construyó la Torre Eiffel. Él la hizo solamente para una exposición y para demolerla luego. En Francia, los militares del entonces la utilizaron para comunicaciones, por lo cual pidieron que no se demoliera de inmediato. A pesar de que hubo una comisión de escritores y notables que firmaron un documento pidiendo su demolición porque agraviaba a París, a la gente le gustó la torre y se transformó en un símbolo. El hongo se transformó en eso y dejó de usarse de otra manera. Hubo un intento de usarlo para algo muy malo y una comisión que surgió del Rotary Club logró demoler los agregados que le habían hecho y restituirlo a su originalidad. Me invitaron a ir, colaboré y terminó tal cual está. Ya le pusieron una plaquita 62

Tacuarembó

“Sólo por amor” La huella de este arquitecto solo se grabó en Tacuarembó gracias al amor. Enamorado de Elodina desde el día que la conoció, no dudó en terminar la facultad y seguir a su esposa a su ciudad natal. “Solo por amor me quedé en Tacuarembó, muchas veces tuve ganas de volver a Montevideo, pero ella quería estar acá”, recuerda Domingo, y agrega que hubo quienes pusieron “palos en la rueda” ante sus iniciativas. y es un monumento, a tal punto que en un suplemento de El País dedicado a Tacuarembó fue denominado como escultura del arquitecto Domingo. Y fue así. El día que se reinauguró (2002-2003) una persona me pidió si no se podía hacer uno en cada lugar, otro me vino a decir que había subido un tipo en bicicleta y el hongo se movía, la imaginación crea cosas imposibles. –Hay quienes dicen que El Hongo se veía de todos los lugares de Tacuarembó. –Ese lugar era importante porque por ahí entraban la Ruta 5 y la 26. Luego la Ruta 5 se cambió de lugar, pero cuando se creó, la conjunción de las rutas sumada a la altura, realmente impresionaba.

–Tacuarembó tiene otra obra con su huella, el estadio Goyenola. ¿Cómo surgió? –El fútbol en Tacuarembó tenía un desarrollo popular muy importante, había varios clubes, estaba Nacional, Peñarol, el Club Ferrocarril, Estudiantes, entre otros. El intendente Goyenola era muy futbolero, incluso fue jugador de fútbol en Rampla Junior de Montevideo. En su afán por ese deporte le interesó crear un estadio y mi tendencia de arquitecto fue proponer hacer algo importante. El estadio tenía que prever un par de miles de espectadores y la idea fue hacer una tribuna techada para facilitar la comodidad a los espectadores. Entonces estudié ese estadio con techo con bóvedas. –¿Al estilo de Eladio Dieste? –Sí. Hice el cálculo, el diseño y además, la construcción. La intendencia llamó a licitación y un par de empresas se presentaron, pero con precios excesivos. Entonces se decidió hacerlo con personal municipal, se contrató un capataz que dominaba la ejecución de hormigón y el municipio lo hizo como empresa. Cuando se terminó, sé que en la inauguración la prensa le dedicó mucha atención, señalándolo como el mejor estadio del país en ese entonces. En ese momento, Tacuarembó participaba de campeonatos del interior, una rivalidad muy normal con los riverenses y ahí quedó, funcionando hasta hoy. Ese estadio se terminó en 1955, cuando terminaba su período de intendente Goyenola, quien no lo pudo inaugurar porque hubo una epidemia y se habían suspendido todos los espectáculos públi-


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