ANDRÉS O SEÑOR NEUMAN “Tendrías que presentar a Andrés Neuman el próximo 6 de junio”, me sugirió hace unos días Concha Lobejón, con esa difícil facilidad que tiene para persuadir, para convertir el imperativo en ruego. Y aquí estoy, a porta gayola, con la sana intención de hilvanar algo coherente, con el pretencioso deseo de acertar para acercar a ustedes la figura del escritor porteño, nacido en Buenos Aires y crecido en Granada bajo el embrujo de La Alhambra, El Albaicín y El Sacromonte. Quiero decirle, señor Neuman, que “es un placer contar de nuevo con su presencia entre nosotros”. Y que recurro al efectista recurso de la porta gayola, porque carezco del duende y la magia de los que anda sobrado José Manuel Manrique para desplegar el capote de la palabra, como puso de relieve el pasado año, cuando usted acudió a nuestra capital a clausurar el curso 20112012 de la Universidad Popular. Señoras y señores: Si husmean en la fonoteca de Radio Colores, encontrarán en ella las palabras de Manrique, lo que yo no sabría transmitirles, lo que, por inigualable, sería incapaz de contar sobre la dimensión poética y literaria de nuestro invitado.
Entre tanto, y como siempre hay una primera vez, es posible que entre ustedes haya alguien que no sepa de él, que, por extraño que pueda parecer, aún no se haya acercado a su obra, permítanme que les hable de Andrés y me rinda ante el señor Neuman. Y es que esta es la cuestión – mi cuestión –: Andrés o señor Neuman. Me explico:
Andrés llega a mi casa todos los días a las 8,30 de la mañana, minuto arriba minuto abajo. Abro la puerta con la llave de mi navegador de Internet, le digo que pase y tome asiento y me dispongo a escucharlo (a través de sus microrréplicas no sólo lo leo). Puede sorprenderme, por transgresor, con un poema de su nuevo y doble poemario No sé por qué y Patio de locos, editado por Pre-Textos. O, crítico con la situación sociopolítica actual, con gesto serio quizá me hable de El muro invisible. Y sí, me habla de El muro invisible: 1