Revista ConCiencia No. 2 - 2012

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En términos prácticos, el ejercicio de elaborar mapas no es otra cosa que dibujar la realidad empezando por lo más simple para, poco a poco, ir creando un campo estructurado de relaciones que posibilita la traducción, a un mismo lenguaje, de todas las distintas versiones de la realidad que empiezan a ser subjetivamente compartidas. El ejercicio de realización de mapas con las comunidades permite el reconocimiento territorial, y con éste una visión temporal y espacial de las relaciones sociales que se tejen de tal manera que generen en los participantes, la posibilidad de actuar con un mejor conocimiento sobre su realidad, estableciendo una relación entre la construcción del conocimiento y la acción social. Son los sentidos los que palpan y tocan la tierra, las plantas, los fertilizantes en la recreación de los saberes. Son éstos los que nos ponen en contacto con el mundo, sin que exista necesariamente una racionalidad que guíe paso a paso y de manera procesal lo aprendido. Siendo un proceso sensorial se va haciendo de acuerdo a cómo los sentidos van palpando, tocando las cosas. La memoria es el locus que guarda lo aprendido y sirve para recrear los saberes en circunstancias particulares. Pero la memoria es sólo indicativa de lo que hay que hacer frente a una circunstancia, ya que en un medio de gran variabilidad como lo rural, no hay lugar para el almacenamiento de conocimientos, sino recuerdos de saberes que están por su

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misma naturaleza en constante re-creación. Se concede a la memoria el valor de una seña, entre otras, pues en un medio vivo de alta variabilidad no hay lugar a repeticiones, a reproducciones de lo aprendido sino a recreaciones. Por otro lado, como todo está en constante recreación existe siempre lo inusitado, percibido no como algo excepcional sino como esperable, como lo corriente. Lo que se hace depende de la conversación cariñosa que cuerpo y naturaleza mantengan en ese momento. La sabiduría campesina parece, en este sentido, anidar en todo el cuerpo y no es tanto un conocimiento racional, sino de afecto y cariño para la conversación y crianza con los demás. En este tipo de comunidades no es evidente una jerarquía en la cual el hombre decide lo que hay que hacer sobre la naturaleza. Lo que se hace depende del diálogo entre comunidades humanas, el ciclo climático y lo que dicen sus deidades. Uno puede recordar cómo regó un terreno la campaña pasada, o cómo se hizo una dosificación, pero la forma y las dimensiones que tome el riego en esta campaña agrícola dependerá de la conversación que se haga con el clima. Es el clima, según los campesinos, lo que orienta lo que se va a hacer. Esto hace que no haya lugar a la repetición de patrones técnicos en las innovaciones. Si en la acción intervienen no sólo los humanos, sino también la naturaleza, no se puede hablar de conocimiento, dado que por definición termina en la acción del hombre sobre


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