Tomo 100 completo

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Soy pues un firme defensor y convencido del sentido de magisterio que la historia tiene encomendada, ayudarnos a conocer lo que fuimos para entender lo que hoy somos, por ello me van a permitir la licencia de rescatar, con el respeto con el que todo historiador debe contextualizar su objeto de estudio, algunas iniciativas que se utilizaron para intentar erradicar la lacra que constituyó y que constituye la corrupción. Ustedes, público distinguido, estarán de acuerdo con esta afirmación que asegura que hay muchas maneras de contar una historia, y también muchas formas de aproximarse a la HISTORIA, a partir de esta área máxima les voy a pedir que me acompañen en la aventura, para mí apasionante, de ayudar a reconstruir este omnipresente fenómeno de la corrupción, esta dolosa práctica de ayer, de hoy y de mañana, reconocible en la España y en el Perú de antaño, pero también de rigurosa actualidad en nuestros días, entonces in illo tempore, no extrañaba tanto este exceso por constituir un componente ordinario de una forma de entender la gobernación de la España peninsular y ultramarina y que en palabras de Scott resultó en ocasiones invisible para quienes se lucraban con su ejercicio, por carencia moral de ese perjuicio. Durante el antiguo régimen en Italia, en Flanders, en España y en Ultramar, la corrupción era moneda corriente, pero en América alcanzó su máxima expresión el fenómeno se ha explicado en función de las condiciones específicas que concurrían en estos territorios donde se conjugaban el factor distancia y la necesidad de un alto nivel de vida con una situación de falta permanente de liquidez, tendiendo sus actores, como reconoce el profesor Pitchman a rentabilizar oficios arduamente conseguidos tras años de servicios al rey. Dando un salto en el tiempo, capaz de trasladarnos al presente más rabioso, hay que admitir que en nuestros días la corrupción es condenada de manera universal cínicamente, incluso por quienes la practican, pero también que su característica más dolorosa es su indudable vocación de transversalidad política, y volviendo a tiempos pasados, nada mejor que darnos un paseo por el Perú del siglo XVIII, para siendo indiscretos, incluirnos en el círculo más cercano, más familiar de algunos de sus Virreyes. Pero para analizar un tema tan vidrioso como el de la corrupción de los Virreyes, debo llamarles la atención sobre un aspecto crucial que adoba a todo este proceso y que delineó con claridad Samuel Huntington al afirmar lo siguiente: “Una conducta que puede ser aceptable y legítima de acuerdo con normas tradicionales, se convierte en inaceptable y corrupta cuando se mira con ojos modernos, cada fenómeno hay que situarlo en su contexto sino no se entiende absolutamente nada, una de las claves para entender este problema es certificar que había en América una especie de equilibrio en el reparto de prebendas, privilegios o concesiones, el cual era susceptible de ser quebrado cuando un grupo se excedía, por tanto, la corrupción era entendida como tal cuando una facción rompía las reglas y dañaba el conjunto, según ha demostrado Margarita Suárez para El Siglo XVII Peruano.” La actitud curiosa e indiscreta que yo le reclamo, obliga a la adopción de una metodología acorde con una disciplina científica y por ello hace imprescindible completar las fuentes de archivo más abundantes, las denominadas fuentes oficiales con destino a las autoridades e instituciones españolas del rey y el Consejo de Indias hacia abajo, con otras fuentes pertenecientes a un ámbito más íntimo, delimitado habitualmente por el círculo familiar o de paisanaje de los Virreyes. En las primeras, en las fuentes oficiales, quien quiera hacer la historia de los Virreyes a través de las fuentes oficiales, va a ser muy raro que encuentre pruebas inculpatorias de conductas desordenadas, pues parece razonable, y no hay que ser un sabio para afirmarlo, que los infractores no alardeasen de sus tropelías con quienes se las tenían prohibidas, aunque tolerarse su existencia. Pero gracias a la documentación privada, por desgracia mucho menos abundante, compuesta por correspondencias personales, más libres, menos sujetas a convencionalismos y en definitiva más sinceras de indiscretas, podemos reconstruir la parte de atrás, el envés de la historia oficial, en definitiva, lo que constituye la otra historia de los Virreyes. Así pues, les invito a que sin prejuicios, sin animadversión, ni acondicionamiento alguno, analicemos con perspicacia las actividades que nos interesan de algunos Virreyes del XVIII, capaces de permitirnos extraer algunas lecciones del pasado, aplicables al presente y al futuro, siguiendo un consejo que Miguel De Cervantes nos brindó, inspirándose en Cicerón y en el que define a la Historia como la madre de la verdad, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente y advertencia de lo porvenir.


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