Presentación
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ban las gentes que habitaron las tierras alavesas, guipuzcoanas o vizcaínas durante la Edad Media, antes incluso de que las provincias de Álava y Guipúzcoa o el Señorío de Vizcaya se hubiesen constituido. Todo libro tiene su historia y el lector de éste también debe conocerla. El editor es uno de los discípulos del profesor José Ángel García de Cortázar, pero la idea inicial de reunir los artículos la formuló por primera vez el profesor Ángel Sesma Muñoz, catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Zaragoza, durante una conversación en la primavera del 2004, en la que me expresaba su respeto y admiración por el colega y el amigo. Durante el verano aquella idea fue cuajando, concretándose poco a poco, hasta que la elección de los textos se completó finalmente en el otoño siguiente. El profesor Cortázar —como es conocido en nuestro gremio— no supo de esta iniciativa hasta su participación en las VI Jornadas de Estudios Históricos, organizadas por nuestro Departamento durante la segunda semana de noviembre. Precisamente, en esta ocasión fue invitado para analizar, a partir de su experiencia como altomedievalista, los últimos XXV Años de historiografía hispana (1980-2004), tema aglutinante de estas Jornadas cuya celebración coincidió con el 25 aniversario de la Facultad de Filología y Geografía e Historia de la Universidad del País Vasco. Fue entonces cuando aceptó su publicación y, también, someterse a una entrevista sobre su itinerario académico y científico que, complementariamente, fuera útil al lector para contextualizar su obra y sirviera para trasladar sus reflexiones a las nuevas generaciones de historiadores. Como el lector comprobará, las respuestas del profesor García de Cortázar —recogidas en el epílogo de este libro— tienen un notable interés historiográfico, tanto para entender la evolución del entrevistado como de la generación de historiadores a la que él pertenece, en definitiva, para comprender mejor la evolución de la historia medieval española y vasca durante las últimas cuatro décadas. Particularmente, durante los meses en los que preparaba la edición, he rememorado mi relación con el profesor José Ángel García de Cortázar, cuya trayectoria ocupa los últimos 25 años. Mantengo un vivo recuerdo de nuestra primera entrevista en La Cayuela, en presencia de Dolores Mariño, su discípula, sobre el tema de mi futura tesis doctoral. Pese a la proverbial amabilidad y simpatía de Cortázar, estaba cohibido bajo el peso del respeto quasi reverencial que le profesaba. Él nunca fue mi profesor en las aulas, pero bajo la tutela de Dolores Mariño y de Emiliano Fernández de Pinedo, acabé considerándolo también mi maestro, especialmente cuando de las lecturas de sus trabajos pasé a encontrarme frente a frente con él, contestando a sus preguntas, obligado a concretar y detallar con precisión mis planteamientos y dudas, o bien, tomando nota de sus acertadas reflexiones, gracias a las cuales —en más de una ocasión— he localizado la salida del túnel o he creído resolver los problemas que me planteaba la investigación. Nunca le podré agradecer lo suficiente las ocasiones en