Profesiones 180

Page 40

NUEVAS TECNOLOGÍAS

R

Marta Peirano: «La solución al colonialismo tecnológico pasa por desarrollar industria europea» Elisa G. McCausland Tanto en tus intervenciones públicas como en tus artículos das una importancia capital a las estructuras tecnológicas, algo en lo que profundizas en tu ensayo El enemigo conoce el sistema (Debate). ¿Hasta qué punto debería la ciudadanía preocuparse por la manera en que están articuladas estas infraestructuras, y a quién pertenecen? En El enemigo conoce el sistema abordo la importancia que tienen las infraestructuras explicando cómo la forma que tienen las ciudades se corresponde a objetivos específicos. Un régimen autoritario tiende a diseñar ciudades centralizadas. El ejemplo claro son, por un lado, Tokyo, cuya estructura típica medieval la componen un corazón vacío donde hallamos el palacio del emperador y sus jardines, y unos círculos concéntricos que lo protegen; y por el otro, Moscú, más moderna y atravesada en diagonal por unas avenidas que trazó Stalin con el propósito de atisbar desde el Kremlin cualquier visita no deseada. Es decir, cuando tú te enfrentas a una infraestructura puedes intuir para qué está hecha, qué objetivos tiene, cuál es su función. Pero, cuando tú no la ves, no puedes intuir nada y, por lo tanto, te tienes que creer lo que te dicen. Y esto es algo que, desde mi punto de vista, ha condicionado el desarrollo de Internet durante las últimas dos décadas. En el libro lo que intento explicar es cómo hemos pasado del sueño de entonces a la realidad del presente; cómo Internet se ha bifurcado en dos recorridos paralelos: el del desarrollo de las infraestructuras y el del desarrollo del cuerpo de metáforas que han ido cubriendo, ocultando, este primer proceso. Me refiero a metáforas como «la nube» o «economía colaborativa», que se han terminado despegando tanto de la infraestructura que han terminado significando todo lo contrario de aquello que pretendían describir. Son mentira. Estamos ante un reflejo invertido de los últimos veinte años de Internet. La cumbre de toda esta impostura la encontramos, como decía, en la economía colaborativa, que describe un sistema completamente feudal por el cual una empresa te ofrece una plataforma de gestión de tu trabajo, y tú trabajas para esa empresa y no para tus clientes; es decir, tú acabas pagando por el derecho a utilizar una infraestructura. Pero también aparece cuando decidimos que Facebook o Twitter son las herramientas que nos van a ayudar a derrocar un régimen autoritario. Para semejante misión las herramientas no pueden estar centralizadas, ni ser opacas; tampoco pueden pertenecer a una empresa que está en un lugar donde no se te garantizan derechos civiles. Es por esto que, si pudiéramos ver de qué están hechas las herramientas del poder, nos sería más fácil entender que no están diseñadas para la libertad sino para el control. Insisto, cuando la gente habla de Internet en realidad está hablando de las metáforas de Internet. Por eso es importante volver al punto en el que estábamos hace veinte años en el que existía un acceso directo al código y se podía ver no solo cómo funciona Internet sino quién lo gestiona. Has comentado que deberíamos volver a la filosofía del Internet de hace veinte años. No deja de ser interesante que una película como 40 g Profesiones

Mátrix (Lana y Lilly Wachowski, 1999) se estrenara en esa misma época que, ya por aquel entonces, especulase con un futuro en el que la humanidad es reducida a nutriente del propio sistema. ¿Crees que esta imagen sigue valiendo a día de hoy? He revisitado Matrix recientemente —no la había vuelto a ver desde que la estrenaron— y me sorprendió, no gratamente, lo visionaria que fue. Asusta lo poco metafórica que parece porque sales de ver la película y te encuentras con que todo el mundo está sumergido en el móvil. Como comento en el libro, no deja de ser curioso que todo el mundo entienda la dinámica de los regímenes autoritarios al estilo de la novela 1984 de George Orwell, pero seamos incapaces de atisbar que nuestro día a día tiene más que ver con Un mundo feliz de Aldous Huxley, obra en la cual la ciudadanía se entrega voluntariamente al sistema a cambio de flotar en el soma. Es por eso que, incluso cuando creemos que estamos siendo activistas, si lo hacemos a través de herramientas como Facebook o Twitter lo que realmente está sucediendo es que estas herramientas nos están gestionando a nosotros. No nos ayudan a nosotros a gestionar la realidad, sino que nos ofrecen una versión de la realidad que está algorítmicamente diseñada para cada uno de nosotros, y que, sin embargo, se hace pasar por la misma. ¿Cómo vamos tú y yo a cambiar el mundo si ni siquiera entendemos el mundo en los mismos términos? Y, en este contexto, ¿cómo podemos problematizar una tecnología de la que somos completamente dependientes? A esto se le ha llamado «feudalismo digital» y consiste en que yo te ofrezco una infraestructura para que hagas algo que, en realidad, no tienes por qué hacer, pero, de repente, parece muy importante y yo te lo gestiono. Te proveo de una infraestructura para que recibas correos, o para que estés conectada con tus amigos, o para escuchar música, y yo te lo administro. Accedes a todo ello para no quedarte fuera de la modernidad porque, como todos sabemos, quedarse fuera supone quedar obsoleto. ¿Qué ocurre si cambiamos de escala? Ahora las ciudades están dando el salto a otra dimensión del futuro y no pueden quedarse fuera. Tres o cuatro empresas te ofrecen una infraestructura muy barata pero ellos te lo gestionan. No solo estamos hablando de la gestión de los datos, sino también de la energía, de la seguridad, de la información, de la sanidad, de la educación; es decir, estamos hablando de la plataforma sobre la que se van a asentar todos los servicios sociales. Toda la sociedad va a depender de esa infraestructura. Sabiendo lo que ya hemos contrastado anteriormente, ¿estamos en condiciones de dejar el control de esa infraestructura en manos de, o bien una empresa que no está sujeta a la normativa europea, o bien una empresa que es barata porque está subvencionada por el gobierno de un régimen autoritario? Creo que esta es una pregunta que hace veinte años habría tenido una respuesta unánime: por supuesto que no. Este libro que he escrito, en realidad, no trata sobre tecnología; es un libro sobre el cambio climático aunque literalmente no lo diga Sabiendo que el único futuro que podemos prever es un futuro de menos recursos, ¿nos podemos permitir que esas infraestructuras críticas, claves, las mismas que nos tienen que ayudar a gestionar ese proceso, queden en manos de un país que se va de la Unión Europea o un gobierno imperialista? Yo creo que no. nº 180 g julio-agosto 2019


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.