Profesiones 158

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Breve sociología de la ética profesional Cristina Martinez Socióloga por la Universidad Pontificia de Salamanca Ya Emile Durkheim, a comienzos del siglo XX, nos hablaba de la paulatina debilitación de las normas y regulaciones sociales. Las instituciones que tradicionalmente habían regido las vidas de las personas, como la familia, la religión o la comunidad, perdían poder ante importantes cambios como la segunda revolución industrial o la revolución francesa. Esquemas como el de ser un buen vecino, hijo o feligrés pierden vigencia en sociedades anonimizadas y complejas, en las que la convivencia cercana y el cuidado mutuo —y también la mutua vigilancia y censura social— se han perdido. A medida que el hombre se hace más libre, sin embargo, se hace también más inseguro —como nos recordará Zygmunt Bauman más adelante— y necesita aferrarse a nuevos valores para no caer en la anomia y dar sentido a su existencia. A juicio de Durkheim, con el tiempo apenas nos quedarían un par de entidades hacedoras de normas que el individuo podría aceptar y acatar de buen grado: Por un lado, el Estado, que impondría sus reglas por la fuerza y por otro lado la Profesión, que será la que justifique la acción del hombre, le dé un papel en su sociedad.

Lo que yo hago cada día, las conversaciones que mantengo con mis compañeros, clientes e interlocutores, el fruto de mi trabajo, es lo que me hace ser quien soy «El hombre es hombre en virtud de lo que hace», añadirá Karl Marx. Lo que yo hago cada día, las conversaciones que mantengo con mis compañeros, clientes e interlocutores, el fruto de mi trabajo, es lo que me hace ser quien soy. Si realizo un buen trabajo, soy un ser ético. Si soy descuidado y poco profesional, estoy faltando a la ética de la profesión, aun cuando me ajuste a mi contrato. Por su parte, los modernos funcionalistas norteamericanos, desde una posición muy distinta a la de Marx, nos insisten en la vocación y la ética de las profesiones, como elemento que las diferencia y eleva del resto de los trabajos. Vocación y deontología deberían ser sinónimos, pero lo cierto es que resulta fácil ir descuidando la tarea en sociedades grandes como las nuestras, en las que el cliente es un ser anónimo que no siempre produce un feedback, y sobre todo en aquellos casos en los que la propia dirección prefiere fomentar un trabajo rápido, a destajo, por encima de un trabajo bien hecho y duradero; todo ello con el riesgo añadido de la interconexión global, nº 158 g noviembre-diciembre 2015

debido a la que cada trabajo realizado tiene su eco en un número creciente de personas. Ante esto, el Estado, la empresa y los sindicatos, procuran cada uno a su manera limitar las malas prácticas y mantener unos límites y mínimos que no se deben traspasar. Todos tienen aquí su papel y su justificación, pero serán los colegios profesionales los que verdaderamente den un sentido deontológico a la profesión. La deontología es un plus de exigencia que añade el Colegio Profesional a la labor individual, y lo mantendrá en diferentes momentos del tiempo: En primer lugar, antes de comenzar cualquier tarea, el colegio difunde el código deontológico de cada profesión como pilar básico de la misma. Durante el ejercicio de la profesión, ofrece formación continua e información útil, que ayudan al experto a mantenerse al día y a mejorar sus rutinas de trabajo. En el momento de la entrega, se ocupan de la supervisión y regulación de proyectos, asegurando que se alcancen unos estándares de calidad mínimos, más allá de lo que la ley contempla. Incluso después, el colegio puede premiar buenas prácticas o sancionar acciones que sin incurrir en un delito ni una falta, sí puedan ser consideradas poco profesionales. Durkheim no contaba, allá por 1893, con que incluso el Estado se relajaría en su labor de mantener las normas sociales y que se invertiría la tendencia hacia una desregulación general del mundo empresarial y concreta ante los mercados de trabajo. En este contexto, la vigilancia de la profesión, se dibuja como una labor política más allá de lo que marcan las leyes: La diferencia entre un profesional comprometido a la entidad pagadora, o un profesional comprometido a su profesión.

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