Unidiversidad número 20

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Esta negación del centro identitario también aparece en

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la minificción de José De la Colina, otro exiliado como

años 40 pero se les continuó llamando así. una de sus caras que parecía un perro. Dejaron de circular en los céntimos acuñadas en 1870, las cuales aludían al extraño león de

María Luisa Elío, que llegó a México cuando era niño. Sin

En España se llamaban “perras gordas” a las monedas de 10

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En España se conoce como “tiovivo” al carrusel.

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embargo, el escritor hispanomexicano, en vez de desin-

rriendo al tiovivo, para comprar todas las vueltas.

tegrar la unidad por medio de la autoexclusión —como

pa brillaba tanto que el niño la cogió y se fue co-

Elío arriba—, la diluye por medio de una deriva de voces.

la mejor botella de cerveza que viera nunca. La cha-

El libro Portarrelatos (2007) funge de ejemplo de meta-

una chapa redonda de hojalata; la mejor chapa de

morfosis en cadena. En él se encuentran tanto la parodia

te”. Un día de lluvia, el niño encontró en el suelo

como la mise en abyme, dos estrategias compositivas

Sólo da vueltas y vueltas, y no lleva a ninguna par-

con las que desautomatiza la transmisión de los clási-

“Eso es una tontería que no lleva a ninguna parte.

cos, como en este “La metamorfosis, según Chuang Zu”:

gordas, cuando miraba con el rabillo del ojo, decía: tados en barras de oro. El niño que no tenía perras

Gregorio Samsa soñó que era un escarabajo y no sabía al

los caballos amarillos, encarnados y verdes, ensar-

despertar si era Gregorio Samsa que había soñado ser un

al blanco, ni a la noria, ni, sobre todo, al tiovivo de

escarabajo o un escarabajo que había soñado ser Gregorio

que no tenía perras gordas no quería mirar al tiro

Samsa. (24)

los bolsillos, buscando por el suelo. El niño merodeaba por la feria con las manos en

Aunque no es estrictamente necesario

El niño que no tenía perras gordas9

que en estas narraciones de la diáspora aparezca el tema motor del exilio

El tiovivo8 * Cuando voy al cine siempre salgo el último. Lo contemplo, por unos segundos, todo vacío. Es la misma tristeza que tiene una cama sin amantes

pidiendo un café sin ansiedad y sin azúcar para desperezarme un poco encontrar.

en la raíz del otoño más austral

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que aún no conozco. De repente, entre

señor, en un cuaderno. Nunca lo podrá dónde está, entonces?, bramó. Escondido,

pasillos y corredores reconozco a Gardel,

respondí que sí, que su nombre era Gregorio. ¿Y

Gardel en los altavoces, Gardel y lo mejor

Me preguntó si tenía un hermano gemelo. Le

de su repertorio para que nadie olvide el orgullo abajo.

musical de la nación. Más tarde, entre las notas de sus

Josef Mengele movía el pulgar hacia arriba o hacia

tangos repetidos, charlaré con don Lorenzo que regresa-

Todos fuimos a los trenes de la muerte.

ba de España y había perdido su conexión a Mendoza,

Una mañana me arrestaron.

porque tras dieciséis años de trabajar en la construcción

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Madrid ya no daba para más, y, claro, la llamada del te-

pósito alguno. Un kapo gritará su látigo en mi espalda. Mañana moveré piedras de aquí a allá, sin pro-

rruño, y, por supuesto, sus hermanos que lo esperaban

cesitan mantas para cobijar su horror.

con asado, como en los viejos tiempos.

Sé que Ana y Margot Frank tienen tifus y ya no ne-

Poco antes de las seis de la mañana, casi superada

pués de muerto.

aquella madrugada preliminar, abordé un colectivo: in-

Barracón número 5, Birkenau. Mi última patria des-

diqué mi destino, Avenida Entre Ríos, allá en el centro,

humo de los hornos.

si es tan amable, pagué con suelto el precio de mi tra-

mentos, cadáveres, llantos de hombres solos. Afuera, el

yecto y volví a solicitar ayuda para reconocer la para-

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da, por favor. Gracias al conductor supe que había dos

Está oscuro. Oigo el chillido de los ratones. Hay excreK en tierra de nadie


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