ULTRAGRÁFICO_O Tema (Saurobuks)

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Oye, Tom, déjame blanquear un poco. Tom reflexionó, estuvo a punto de consentir, pero cambió de idea: - No, no, no es posible, Ben. Tía Polly, sabes, es extraordinariamente exigente en lo que respecta a esta valla, el trozo que da a la calle, ¿sabes?; pero si fuese la valla de la parte de atrás, yo no tendría inconveniente, y ella tampoco. (…). - Oh, sal de ahí, tendré el mismo cuidado que tú. Déjame probar ahora. Oye, te daré el corazón de la manzana. - Sí, pero... No, Ben, ahora no. Tengo miedo... - Te la daré toda. Tom entregó la brocha con la mala gana pintada en el rostro, pero con alegría en el corazón. Mark Twain. Las aventuras de Tom Sawyer.

Lejos quedan aquellos saludables tiempos del ocio sin negocio. Una misma y lamentable pasión une hoy a las existencias más dispares: el arrebato laboral, su frenesí productivo. Abducidas por una ideología interiorizada ya como costumbre y "realidad", gentes de la más diversa condición entregan desenfrenadamente su fuerza y su energía, día tras día y casi por entero, a su Trabajo. Como atrapadas en una inexorable adicción, han hecho de su existencia un febril trabajar, y de su "vida" un resto. Si cada uno es "lo que hace", muchos son poco más que "plusvalía". Plusvalía y algún que otro secundario subproducto: el homo œconomicus. Libre por fortuna sentimos nuestro ánimo de esa fiebre. Sabemos bien que el Trabajo es, sin duda alguna, lo peor que hemos encontrado en el mundo del que hablamos, y por eso procuramos dedicarle la menor atención posible, pero, a pesar de ello, por alguna extraña razón, apetecemos liberar un poco nuestras saludables náuseas, sacarnos esta peste del alma y comprender qué ha podido llevar a toda esa muchedumbre a abrazar y anhelar sus cadenas con tal vehemencia. PERJUICIOS SOCIALES DEL MUCHO TRABAJAR. Desde los filósofos de la Grecia clásica hasta los surrealistas, desde Ciceron y su otium cum dignitate1 hasta Bertrand Russell, Schiller, Thoreau, Nietzsche, Mark Twain, Fourier, Lafargue, Marcuse, Ivan Illich, Gorz, etc, etc, etc, muchos han sido los genios y pensadores que nos han advertido sobre la miseria del Trabajo y/o del Empleo, y/o la Profesión. El propio Marx, contra lo que algunos pueden inferir de su pensamiento, estaba muy lejos del productivismo y de la glorificación del Trabajo en que han caído muchos de sus seguidores y hermeneutas (en este asunto más próximos a liberales y a predicadores protestantes de lo que ellos mismos sospechan)2. Y hasta el mismísimo Adam Smith, aún asumiento la centralidad normativa del Trabajo y su carácter referencial determinante del "valor de cambio" de las mercancías, nos prevenía sobre el envilecimiento y degradación humana que puede generar3. Y es que antes de que el protestantismo hubiera convertido el éxito profesional en certificación de buena cristiandad, absolución y bendición de un Dios juez; antes de que el Capitalismo Industrial hubiera multiplicado, sistematizado y normalizado la explotación, y antes también de que la Escuela y la Moral de Él subsidiarias hubieran colonizado las conciencias para aherrojarlas al Trabajo, la gente no estaba del todo

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