SERGIO Pf:REZ CORTf:s
formación para cualquier familia, aun aristocrática: el gran orador Liba nio, por ejemplo, tenía 22 años de vida y siete años de estudiar retórica cuando llegó como estudiante de oratoria a Atenas, donde todavía pasó tres años de formación. En consecuencia, los maestros de la escuela ele mental siguieron siendo personajes muy humildes, mientras gramáticos y rétores podían obtener riquezas considerables y un gran número de privilegios e inmunidades. C�rontio de Apamea expresaba el punto de vista de estos privilegiados de u n modo más bien cínico: "cuando un hombre tiene un auditorio de pupilos ricos, ¿por qué él mismo debe lucir de otro modo?".259 Durante cierto tiempo, la retórica y la oratoria siguieron siendo las vías de ingreso al poder y, por tanto, los aristócratas educados continuaban siendo oradores y dictatores que se expresaban por la pala bra, esperando que una clase profesional se ocupara de transcribirla por escrito. U n a buena prueba de ello fue el considerable impulso que reci bió la enseñanza de la estenografia, la cual se convirtió en un arte suma mente demandado debido a los intereses administrativos del bajo impe rio. Funcionarios, magistrados, jueces, todos deseaban dictar sus textos, sus decisiones, su correspondencia. Se procedió entonces a grandes re clutamientos de notarii en el reinado de Constancia, y luego b�o los Va lentinianos y Teodocio. La estenografia se convirtió en una carrera pro misaría al alcance de las clases medias y el mismo Gregario Nacianceno envió a sus nietos a aprender ese arte precioso.260 La técnica misma se ha bía desarrollado: la fuente más importante para la taquigrafia en la Anti güedad tardía es el Comentarium notarum tironianum, un manual de más de 1 3,000 signos disponibles para todas las eventualidades, el cual se re produjo constantemente hasta el siglo x d.C.261 Por vez primera los escri bas, que seguían siendo de baja extracción, herederos potenciales de profesiones modestas, como la carnicería, la zapatería o el teñido, ascen dieron en la escala administrativa como tribunii o como notarii, aunque es verdad que muchas veces lo hicieron mediante intrigas viles o debido al favor del emperador. El ascenso de estos hombres incultos fue motivo de indignación para la aristocracia, como lo d�ja ver la amarga expresión de Libanio: "cuándo eso que se llama estenografía expulsó a Hermes? ¿Cuándo ella expulsó a la Musas? ¿Cuándo los doctos han sido humilla dos, mientras los secretarios se hinchan los carrillos? ¿Es posible moles tarse porque yo sufra de que mi arte se haya convertido en cosa vana?". 262 No obstante, este esplendor fugitivo de la estenografia no puede ocul tar que, a partir del siglo IV d. C., el interés en la cultura y las letras empezó a declinar notablemente. La escuela romana persistió cierto tiempo, in cluso después de las invasiones bárbaras, porque era una forma de resistir a la dominación de los pueblos germánicos, pero no pudo superar la
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