GUIA DE LOS CAMINOS DEL NORTE A SANTIAGO

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< San Vicente de la Barquera 59 km > Santo Toribio 13 km

Lafuente (31 hab.)

Tras atravesar la hoz del río Lamasón y adentrarse en el valle homónimo, el camino llega a Lafuente. Allí, la iglesia de Santa Juliana, levantada junto al camino, vigila la ruta desde finales del siglo XII. Muy cerca de esta auténtica joya del románico rural, la leyenda inscrita en 1625 bajo una de las dos esculturas que forman “la pareja de Lamasón” recuerda al visitante la fugacidad de la vida con su desasosegante “cuántos pasan que no vuelven”.

Cicera (63 hab.)

Es la localidad más meridional del municipio de Peñarrubia, lugar tradicional de paso de varias rutas, situada a 500 msnm y rodeada por las montañas de Peña Sagra. Por aquí discurre el arroyo Cicera, afluente del Deva, formando la garganta de la Agüera Riocicera, desfiladero lateral respecto al de la Hermida. De su patrimonio destaca la iglesia de San Pedro, de estilo barroco montañés (siglos VXII-VXIII) con un retablo mayor churrigueresco con un San Pedro del siglo XVI y un San Antonio del XVII. Aquí encontramos un albergue y bar, así como interesantes casonas de piedra, vestigios de los molinos que un día abundaron y el conjunto hidráulico de la

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Fuente de Sotronco o Santronco. Entre Cicera y Piñeres, una carretera nos lleva a la cima del monte de Santa Catalina u Hozarco, a unos 750 msnm, donde existe un mirador “colgado” en el vacío sobre el Desfiladero de la Hermida que ofrece unas vistas espectaculares. Junto al mirador se encuentran las ruinas de una fortaleza altomedieval, la Bolera de los Moros.

Lebeña (93 hab.)

Cuenta la leyenda que, a comienzos del siglo X, los condes de Liébana, Alfonso y Justa, levantaron la iglesia de Santa María de Lebeña para alojar en ella los restos de Santo Toribio, conservados en el monasterio que hoy lleva su nombre y donde se siguen guardando en la actualidad. La ira divina por la profanación del sepulcro del santo dejó ciegos a los sirvientes encargados de desenterrarlo y a los dos nobles, que sólo recuperaron la vista cuando desistieron de sus planes y entregaron todas sus posesiones en Liébana al citado cenobio, incluyendo la iglesia. Ésta, una joya del arte prerrománico en la que es patente la triple influencia hispanovisigoda, asturiana y andalusí, constituye una parada ineludible en la ruta hacia el monte La Viorna.

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