vida extraordinaria
Alicante, 18 de diciembre de 1912
Francisco Cano Cien años. 100. Un siglo. Esa es la edad que cumplirá Francisco Cano, también conocido como “Canito”, el próximo 18 de diciembre del presente año. Sólo ese hecho ya convierte la vida de este alicantino en lo suficientemente extraordinaria como para ocupar las páginas que nos ocupan. Pero quizá sea el menos importante. Esos años los ha vivido intensamente y los ha llenado con ocupaciones como la de boxeador, novillero, elaborador de perfumes y jabones o fotógrafo, siendo esta última la gran dedicación de su vida. A través de ella llegó a un momento histórico tan legendario como funesto: la muerte de Manolete, que sólo él retrató. Y con ella conoció íntimamente a celebridades como Miguel Dominguín, Orson Welles, Ernest Hewingway o la inconmensurable Ava Gardner. Y sigue activo. Y tanto. Lo primero que nos deja claro en nuestro primer contacto telefónico es que viaja mucho, constantemente, y que su agenda suele estar muy ocupada. Bienvenidos al Club de Fans del Sr. Cano. “Empecé a boxear casi por una anécdota tras una pelea y me entrené a fondo. Le dije a mi padre que me marchaba a Barcelona a continuar y él me dijo que si me iba que no volviera a no ser que fuera con el título de campeón nacional de boxeo. Lo dejé y nunca llegué a debutar. Los toros también aparecieron en mi vida por una anécdota, con un novillo que se escapó junto al balneario que regentaba mi padre y que tuve que sacar del mar. Como novillero llegué a participar en 39 corridas. Y fue Marcial Lalanda quien me dio mi carné profesional de torero. Cuando empezó la Guerra Civil, yo ya tenía algo de fama pero no llegué a tomar la alternativa. Entonces hubo un momento crucial en mi vida, yo había tenido una cogida y estaba bastante malherido. Gracias a un convoy de los comunistas pude escapar e irme a Madrid. El químico Gonzalo Guerra Banderas me acogió en su casa y estuve allí escondido nada menos que tres años. Me salvó la vida. Y me enseñó hasta a hacer perfumes y jabones (Guerra Banderas era químico en la perfumería Floralia) y gracias a él empecé en la fotografía. Llegamos a construir un zoom, que en la época no existían, con materiales del Rastro y nuestras propias manos, acoplamos aquellos tubos a una máquina vieja y no vea cómo funcionaba. Si lo hubiera patentado sería archimillonario. Después me compré una Kodak Brownie por 21 pesetas y luego tuve mi primera Leica. Creo que la fotografía taurina se me ha dado tan bien porque había sido novillero y conocía los lances. Sabía cuándo se acercaba el movimiento justo que quería captar”. “Pero mi vida no fue fácil en aquellos años. La Falange me seguía de cerca. Me casé, tuve cuatro hijos pero mi mujer murió joven. Me volví a casar y tuve dos hijos más. Lo que marcó mi vida fue la muerte de Manolete. Fue la tarde más triste, en Linares. Le lloré como un chiquillo. Y al mismo tiempo supuso mi fama. Yo fui el único que retrató su cogida. Le hice fotos hasta en la enfermería ya muerto. Nunca más en mi vida he visto tanta sangre. Le salía a borbotones. Traspasó hasta el colchón y se oía caer en el suelo como gotas de lluvia. Cuando llegué a Madrid fue increíble la gente que me esperaba y el interés por las fotos. Lupe Sino (la novia del torero) quiso comprarlas pero yo no quise. Los negativos son para mí un tesoro. Los tengo bien guardados. Igual que todo mi legado fotográfico que irá a mi familia. De todos los que han pasado por delante de mi cámara, Ava Gardner ha sido lo más grande. Sólo la Virgen es más guapa que ella. Aunque si tuviera que elegir me quedaría con la Gardner, claro. Aquellos fueron años inolvidables. Conocí a muchísimos famosos porque me llamaban para hacer fotos en sus fiestas. Ernesto (Ernest Hemingway) fue un gran amigo. Vaya juergas no pegábamos juntos”. “Un amigo médico dice que el secreto de que haya vivido tantos años es que he follado mucho y he comido poco. Y así es, sí. He querido mucho, he hecho mucho el amor, he gozado mucho, muchísimo. La mejor gimnasia que existe es la de la cama”. ¿No les parece un consejo extraordinario? Pues tomen nota. Y gracias, Maestro.
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