Travel Manager nº 25 / verano 2016 (edición España)

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PASIÓN POR VIAJAR

nos explica que las estrías que se observan dibujadas sobre las rocas nos hablan de la retirada de gigantes masas de hielo que en el pasado dominaron el paisaje austral del planeta: “El ir y venir de estos hielos surcaron profundos e intrincados valles, ahora sumergidos bajo el agua, delineando la peculiar geografía de este rincón del mundo, dibujando así el contorno de sus canales, fiordos, bahías y montañas.” Frente al Pía me siento insignificante. Soy una hormiga en medio de un gigantesco escenario: cerca de las paredes de hielo que caen en picado sobre el océano tenemos el privilegio de presenciar cómo inmensos bloques de hielo se desprenden del glaciar en medio de un atronador ruido que, seamos sinceros, nos pone la piel de gallina. De regreso al barco navegamos por el brazo noroeste del canal Beagle, conocido como la Avenida de los Glaciares. Sobre la ribera norte del canal, una decena de glaciares perfectamente alineados se descuelgan

de la cordillera Darwin y caen al mar. Otro espectáculo grandioso, créanme. El canal Beagle por el que navegamos ahora fue descubierto en 1830 por los navegantes ingleses Murray y Fitzroy y recibió su nombre de la nave Beagle que ambos capitaneaban. Años más tarde Fitzroy regresaría aquí como una etapa más de su periplo mundial. Esta vez venía acompañado por un joven científico que años después revolucionaría al mundo con su teoría sobre el Origen de las Especies, Charles Darwin.

CUARTO DÍA Vamos directos a nuestro próximo desafío: la bahía Wulaia. Wulaia, originalmente, fue uno de los asentamientos más grandes de los aborígenes yámanas, los primeros pobladores de esta región. Un museo instalado allí recuerda aquella primitiva comunidad que con gran esfuerzo fue capaz de sobrevivir en una de las regiones más inhóspitas del planeta.

También Charles Darwin desembarcó en esta bahía y se quedó prendado del lugar. No es extraño: una corta excursión por el llamado sendero Darwin permite subir a uno de los miradores más espectaculares de la región. De vuelta al barco, nos espera el último gran momento estelar del viaje. Nos disponemos a navegar por la bahía Nassau, hacia el mítico Cabo de Hornos. Descubierto en 1616 por una

MÁS INFORMACIÓN www.australis.com

QUINTO DÍA

• El trato del personal de servicio es tremendamente atento con los viajeros. Un vez a bordo, todo es free: bebidas, comida, excursiones… • La cocina sorprende. Es muy variada, abundante y muy buena. • Los camarotes, para dos personas, son todos iguales: grandes ventanales para disfrutar del paisaje, amplios y confortables. • Guías experimentados acompañan en todas las excursiones y actividades a los grupos viajeros.

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expedición marítima holandesa, el Cabo de Hornos es un promontorio rocoso de 425 metros de altura que domina el paisaje del turbulento Paso Drake. La marina de Chile mantiene un faro permanente en la isla, habitado por un oficial y su familia, así como la pequeña capilla Stella Maris y un moderno monumento, unas planchas metálicas que dejan un hueco en su centro con la forma de un albatros en vuelo. Y es que según la leyenda, estas aves gigantescas, características de los mares australes, son precisamente los espíritus de los marineros perdidos en esta región azotada por fuertes vientos.

El viaje llega a su punto y final. Han sido 586 millas náuticas de una emoción y belleza increíbles. Nos dirigimos a Ushuaia, ya en Argentina. Una de las ciudades más importantes de Tierra de Fuego, con una población aproximada de 65.000 habitantes. Aquí abandonamos el Stella Australis. Y aquí Nos despedimos de nuestros amigos Emilia y Eugenia, madre e hija, con quien hemos compartido momentos muy felices. Brindamos por nuestra amistad, por los pingüinos, por Hernando de Magallanes, por la tripulación… Y hacemos votos para encontrarnos en nuevas singladuras.

Oriol Pugés


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