El Periódico de Torrevieja nº 571

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· El Periódico de Torrevieja · 1ª quincena mayo 2016

opinión fugiados de Oriente próximo, que huyen de la barbarie de sus países por guerras terroríficas, cruentas, sanguinarias. La Yihad y el Daesh son un genocidio criminal ignominioso que están permitiendo los grandes poderes occidentales que gobiernan el mundo con sus sucios negocios, sus corrupciones, donde sólo les interesa el dinero, el dominio y sus altísimos estatus de vida. Dicen que una imagen vale más que mil palabras. Y esas imágenes de los refugiados no las necesitan. Pero sí hacen falta, para denunciar, también desde medios escritos, lo que vemos en los televisivos que nos impactan, por dolorosas y crueles. Dar testimonio y no callarnos. Cuando apareció el niño Aylan ahogado, varado en la playa como un muñeco roto, abandonado en el mar, nos estremecieron las duras imágenes donde también se ahogo su madre, su hermano, junto a otros. También la de los africanos que siguen ahogándose en esos peligrosos viajes, hacinados en viejas barcazas y pequeñas balsas tras meses de sufrimientos y empeños buscando el amparo, de la

rica, despreciable, insensible e insolidaria Europa, con otros Aylanes y sus familias huyendo también de las guerras, y las dantescas hambrunas, en busca de su derecho a la vida. Y tras sufrimientos y empeños los sepulta el Mediterráneo. Miles de seres humanos, Niños, mujeres embarazadas, jóvenes, ahogados en un rosario de interminable que llenan de cadáveres el mar y muchos, igual que el niño Aylan, salen en las playas y sin nombre ni identidad, son enterrados, mientras sus familias esperan noticias de ellos. Son la otra tragedia de dimensiones humanas, lo mismo de dolorosa y cruel. Las imágenes de los refugiados que logran llegar por el mar Egeo a las costas europeas en columnas interminables, por caminos o vías de tren, día y noche con sus pertenencias, y familias llevando en brazos a bebés y niños a hombros. Ancianos enfermos, con muletas o en sillas de ruedas junto a jóvenes. Toda una generación perdida vagando por campos donde les persiguen, les hacen caer y apalean en represiones brutales; y aún estando en el mar lo hace también la policía

costera turca, para hundirlos, son tremendas, igual que los trenes abarrotados, y multitud de gente que intenta desesperadamente, subir por las ventanillas a niños llorando, familias separadas y cantidad de niños que se han perdido y no saben dónde están ni quiénes los tienen. Otros, sin familia ya. Las fronteras cerradas y protegidas, con alambradas de cuchillas, y policías antidisturbios que les agreden por desesperados, las rompen y con niños incluso pasan de ellas, pero, de nuevo, apaleándolos, los devuelven tras las alambradas. Por todos lados son rechazados como apestados, con gases y pelotas de goma, sin respetar a los niños, que alcanzan e hieren, y los confinan en el campo griego de Idomeni y en tantos otros, al aire libre durmiendo en el suelo unos, otros en pequeñas y deficientes tiendas de campaña sin comida, higiene, medicinas, con una interminable lluvia e intenso frío entre barrizales de fango, sin ropas de abrigo ni zapatos, niños andando descalzos por charcos, y niños y niñas infectados de piojos, medios desnudos, pelados al cero, un

niño en cueros, bañado a la intemperie con agua fría en un pequeño barreño y enjuagado con un chorro de agua helada y secado apenas, con un trapo viejo, bajo implacable y duro invierno, son sólo unas astillas ardiendo para calentarse, un larguísimo «via crucis» de dolorosas y sangrantes imágenes, tan impactantes que te hieren hasta los tuétanos. Y con el consentimiento de todos, lo más vil y ruin de esta súperprotegida y encopetada Europa ha sido vender como Judas, por seis millones de euros, a todos los refugiados que están en las fronteras intentando entrar al falso paraíso europeo, al régimen dictatorial sin derechos humanos de Turquía, para quitárselos de en medio. Mientras, el Mediterráneo y el mar Egeo les dan asilo, sepultándolos. Europa y Occidente son los miserables poderes culpables de estos genocidios y holocaustos, con sus despreciables intereses. ¿Dónde están los derechos humanos y el derecho de asilo?, ¿Dónde? ¡Cuánta infamia! ¡Cuánta mentira! Josefina García

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