Almogaren 17, 1995

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CARITAS A LA LUZ DE "LA IGLESIA Y LOS POBRES"

E n clave cristiana, n o puede haber amor, n o se puede amar, sin cumplir las exigencias de la justicia, que será siempre lo mínimo debido al hombre, y tampoco pueden cumplirse plenamente las exigencias de 1s justicia si n o es desde la plenitud de u n amor que busca el bien completo del hombre más allá de unas relaciones meramente formales en las que la persona queda reducida a ser u n sujeto anónimo de derechos, una pieza más en el tablero de la vida social, en lugar de u n ser de valor infinito. Por eso mismo, el hombre que vive su fe en Cristo como amor y servicio al prójimo, el cristiano auténtico, n o puede limitarse a observar sus deberes de justicia, sino que, yendo más allá de ella, debe comprometerse seriamente en favor de los hermanos oprimidos, de todos los que padecen la injusticia. Ser cristiano, ser discípulo de Cristo, consiste en amar a los hombres, a todos los hombres, por Cristo y como Cristo. Y quien les ama de verdad, n o puede menos de empeñarse por su liberación de lajnjusticia, cualquiera que sea el campo e n q u e ésta se concreta (económico, social, político, nacional, internacional); n o puede menos que poner su amor allá donde aparecen las víctimas de la falta de amor entre los hombres, donde aparecen los pobres, los marginados, los oprimidos, es decir, los inferiorizados. Esto exige de nosotros u n cambio profundo de mentalidad y de actitudes, una verdadera conversión. El cristiano n o puede continuar despreocupado ante la situación, en sí misma injusta y n o querida por Dios, de los marginados y oprimidos. Por amor intentará construir la justicia. Desde su concepto de justicia, intentará construir u n amor que impulse a la humanidad a la igualdad, a la solidaridad, a la fraternidad. Si el amor a los hombres es el gran mandamiento de Cristo, el egoísmo y las injusticias son el gran pecado del mundo, la negación de Cristo, la negación de Dios y, por ello mismo, la negación del hombre tal como Dios lo ha creado y como es amado por Dios. Una caridad sin justicia es, a la vez, una mentira, un engaño y un contrasigno: en una palabra, es pecado. Pero una justicia sin caridad es insuficiente del todo para construir una sociedad verdaderamente solidaria, fraterna, en la que el hombre sea mucho más que una pieza relativamente satisfecha y no quede frustrado, roto, en sus aspiraciones fundamentales de ser persona humana en su plenitud de sentido. Una justicia sin caridad, solo dará una única oportunidad (que podrá ser incluso meramente legal, pero no real) para que el pobre o el mrginado se


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