Almogaren 8, 1991

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de confrontarse con el lenguaje de la confesión que, por otro lado, es siempre simbólico. En él Ricoeur distingue tres niveles. En primer lugar el que suele interesar a la filosofía y que está constituido por algunos constructos como el de pecado original que aún teniendo un origen en la experiencia vivida no son tan espontáneos. Estos suelen interesar más a la filosofía por cuanto son los más especulativos y explicativos. Pero a Ricoeur le interesa dejar por ahora este nivel de los símbolos terciarios que deberá discutir en la tercera parte, precisamente para poner en cuestión su relación con los dos niveles anteriores. De cara a esta tarea debe entonces reconstruir el universo de los simbolos secundarios y primarios. Al primero de ellos corresponden los mitos. Este debía ser en principio el elemento básico de estudio por cuanto los llamados simbolos primarios se montan sobre éstos y fenomenológicamente no puede encontrarse un nivel mas radical. Ricoeur los define así: "un récit rraditionnel, portant sur des événements arrivés a /'origine des temps et destiné a fonder I'action rituelle des homrnes d'aujourd'hui et de maniere générale á instituer les formes d'action et de pensée par lesquelles l'homme se comprend lui-meme dans son monde Ii". Siguiendo a Bultman considera que puede encontrarse en los mismo un orden de verdad siempre que se respete el núcleo simbólico sin prentender de ellos explicaciones de orden científico. De entre ellos Ricoeur primará los del mal que son también los del comienzo y el fin. Estos pueden ser decisivos por cuanto apelan a la ruptura de la totalidad originaria y en ese sentido son los que se dirigen al aspecto radical que articula el mito. Su estudio se desarrolla además, por ello de un modo intensivo y no extensivo. Pero Ricoeur considera que existe un nivel más elemental aún. Por debajo de nociones como la de pecado original o de mitos como el de la caída -que será el clave para la elaboración filosófica- Ricoeur encuentra otro nivel que siendo sólo accesible a través de los mitos es el que constituye propiamente el lenguaje de la confesión. En ellos se produce la articulación básica de la experiencia de alienación de si mismo, con algunos balbuceos de explicación, y ellos son el gran testimonio de la imposibilidad de una conciencia de sí especulativa. Entre éstos el de pecado ocupará un lugar especial aunque no anule a los otros. Por otra parte no debemos olvidar que, de todas formas, existe una relación circular entre la experiencia viva, estos simbolos y los mitos y simbolos de orden especulativo. ( 5 5 ) CI: Finitude el culpabiliri, pp. 168-169.


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