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2.3.2. Una primera etapa de crítica y resistencia hasta 1970 Dentro de los movimientos de resistencia al Concilio que no llegaron a tales extremos, hay una primera etapa que va hasta 1970. Un primer aspecto, tal vez el fundamental a largo plazo en el modo de recepción del Concilio, se dio durante la celebración del mismo Concilio. Un buen grupo (unos doscientos cincuenta padres) de la minoría conservadora se había organizado en el Cœtus Internationalis Patrum (“Grupo Internacional de Padres”) con el fin de hacer frente a la corriente mayoritariamente renovadora. Entre sus miembros más destacados, dirigidos por Lefebvre, estaban los cardenales Spellamn y Siri o el arzobispo Morcillo. Contaban con el apoyo de Ottaviani. Este grupo, minoritario en número pero de gran fuerza, va a influir poderosamente en dos fases: 1. Durante el Concilio, fueron respetados en los momentos de debate (no en los de votación, evidentemente), de tal modo que, en los puntos más conflictivos el procedimiento de trabajo fue crear comisiones de trabajo en que se ponderaban por igual las posturas encontradas. La salida a esta manera de trabajar fue que en la mayoría de estos casos se llegó a soluciones de compromiso, de tal modo que los mismos documentos conciliares están atravesados por una ambigüedad profunda, en la que es posible encontrar de todo (baste como ejemplo mayor el contraste entre el capítulo 2 de la LG sobre la Iglesia como Pueblo de Dios y el capítulo 3 sobre la jerarquía. No hay unidad ni síntesis, sino teologías yuxtapuestas difícilmente conciliables). 2. Al terminar las sesiones conciliares, insistieron unilateralmente como la aportación conciliar en las ideas propias que habían conseguido introducir en los documentos conciliares, con la intención de disminuir el sentido profundo de estos, haciéndolos ver como simple continuación de lo anterior al Concilio, o bien en la adhesión puramente formal a este o bien adoptaron una forma más sutil de rechazo: buscar en los textos conciliares solo aquello que confirmaba las propias posiciones.

Por otra parte, en esta etapa Lefebvre todavía no ha radicalizado en público sus posturas, aunque sí las manifiesta en privado y la revista La Pensée catholique interpreta el Credo de Pablo VI y la Humanae Vitae (1968) como gestos que apoyan la tesis de que el Concilio se presenta en total continuidad con el pre-concilio. Otros sectores eclesiales se acogerán continuamente en los años siguientes a esta tesis básica: buscar en el Concilio solamente la confirmación de las propias posturas tomadas previamente, en lugar de dejarse juzgar por él. Así se puede afirmar —tal vez es lo más grave que ha ocurrido— la fidelidad al Concilio (puramente formal) y no realizar una recepción auténtica. Esto empezó a ocurrir ya en la misma Roma, lo que motivó que Suenens ya en 1969 Recuperar el concilio ¿Por qué?

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