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Elsa López

ambicionaban. Así sucedió con la religión que pasaría a manos de los hombres borrando de los templos todo vestigio femenino que encontraran: desde diosas a figuras que exaltaran la imagen de la mujer en cualquiera de las facetas en que estas destacaban: fertilidad, valentía, arrojo… hasta monumentos funerarios o edificaciones conmemorativas erigidas en su nombre. Todo fue destruido y arrasado para que no quedaran rastros de su gloria. Y lo que sucedió con la religión, sucedió con la vida pública: desde el gobierno a la interpretación de las leyes, las mujeres dejarán de intervenir en las decisiones que tienen que ver con la marcha de los usos y costumbres del pueblo. No volverán a dictar leyes ni volverán a encargarse de que esas leyes se cumplan. Se silencian sus voces y se silencian sus pensamientos. Unos por temor a que puedan volver a gobernar y a detentar el poder; otros por la convicción de que ellas no pueden acometer tales causas sin dejar de atender la crianza de los hijos, tarea que solo a ellas incumbe según el criterio masculino. El papel de las mujeres y el de los hombres se delimita y se estructura de tal manera que serán ellos los que gobiernen, dirijan los grupos, dicten las leyes y, en resumen, configuren la sociedad colocando en planos distintos los grupos sociales que la componen, diferenciándolos por sexos o según la capacidad adquisitiva de cada uno y no por sus habilidades o aptitudes. El resto de la historia ya lo conocemos. Unos grupos y otros quedan clausurados en sí mismos. Se les marcan trabajos específicos y, como consecuencia, la explotación será regulada por quienes ejercen el poder, o sea, los hombres, y dentro de ese grupo aquellos que más poder tengan, o sea, más riquezas, más tierras, más ganado o más elementos de posible transacción, no importa si están o no capacitados para ello, solo importa su clase, el rango que ocupan en la sociedad o el peso de su cuerpo en monedas de cualquier preciado valor. La inteligencia, las virtudes que conforman la figura de un gobernante sensato y justo, no son factores que midan en una mujer. Estas han sido desechadas hace tiempo por la fuerza de las espadas, la velocidad y el riesgo invertidos en un combate o la bravura contabilizada en cabezas cercenadas en los campos de batalla cuando no en medidas concretas de la cantidad de fanegadas de terreno fértil que posee este o aquel nuevo caudillo. El gobernante idóneo para serlo según tales parámetros, será alabado en canciones y poemas escritos por hombres que, a su vez, silenciarán los nombres de aquellas mujeres que lo precedieron y que ya han sido borrados de las tablillas, pergaminos y paredes de las ciudades en las que gobernaron. Y lo más grave: de la memoria de aquellos hombres y mujeres que quisieran recordarlas. Así es la historia y así se ha escrito. Basta con leerla con un poco de atención para verificar estas palabras de condolencia. Cualquier historia de cualquier cultura, tiene un pasado escrito por mujeres y borrado por los hombres que las sustituyeron.


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