The Foodie Studies Magazine

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tres iniciativas para ecuador El yogur se elabora de forma manual. El tubérculo se lava y deshidrata al sol, después se cocina y se lo deja reposar por una noche. Al día siguiente se cocina con azúcar y panela. Cuando se logra la consistencia de una mermelada se la combina con la leche procesada en forma de yogur natural. Cutiupala destaca que el rescate de la mashua les ha permitido retomar una dirección hacia la soberanía alimentaria y rescatar el páramo. Ahora, señala que han recuperado 50% de sus tierras, “cuidamos las fuentes de agua, sembramos plantas nativas no exóticas en los ojos de agua, mejora nuestra calidad de vida y hemos recibido capacitaciones”. Organizaciones como el Programa de Pequeñas Donaciones del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo dan soporte a la comunidad para desarrollar el producto, incluso mantienen el proyecto en su portal GreenCrowds para recolectar fondos que fortalezcan al emprendimiento. Para continuar la producción de yogur, pero respetar las tierras Cutiupala explica que han elaborado un plan de siembras escaladas. De esta forma, las parcelas de cada integrante se cosechan en diferentes momentos del año y así se aprovecha la materia prima. “Tenemos 200 hectáreas de páramo de donde vienen las fuentes de agua”, destaca Cutiupala, lo que les permite continuar la exploración de productos nativos para su rescate.

Paradojas entre la abundancia y la escasez Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura, en Ecuador se desperdician 939 000 toneladas de alimentos al año, lo que equivaldría a USD 334 millones. Considerando que hasta diciembre del 2019 se contabilizó un 38,1% de ecuatorianos que viven en pobreza, para José Luis Guevara, director ejecutivo del Banco de Alimentos Quito (BAQ), “el hecho de que todavía existan personas que están botando alimentos es un crimen”. El BAQ nació en el 2003, uno de los primeros en el país que ahora cuenta con otros bancos en Guayaquil, Cuenca, Loja, Ambato y Esmeraldas. Guevara explica que por ahora cada uno funciona de forma independiente pero que buscan trabajar a través de redes para servirse de apoyo. Guevara añade que a través del banco se ha logrado generar conciencia sobre todo en empresas que reparten alimentos. El desperdicio en grandes empresas se genera por toneladas. Guevara comenta que cuando se trata de grandes cantidades no está permitido botarlo en la basura y, en cambio, pasan por procesos pagados de incineración. “Es absurdo que paguemos por incinerar alimentos, mientras hay gente con hambre”. A través del sistema de recolección y redistribución de alimentos el BAQ ha llegado a repartir comida a un promedio de 24 500 personas mensualmente, desde enero hasta agosto del 2020. Guevara reconoce que la pandemia ha ayudado a que aumente la cantidad de alimentos rescatados. Si bien se cerraron las opciones de recolección como el Mercado Mayorista – de donde obtenían alrededor de 2 toneladas cada semana-, aumentaron sus alianzas. El BAQ pasó de tener alianzas con 29 empresas a 62, durante la emergencia. “Solo en abril entregamos 127 toneladas de alimento, con la mitad de las personas (voluntarios) que trabajábamos antes”. Desde la sociedad civil también se han generado redes para evitar el desperdicio, aunque a menor escala. En Facebook es posible encontrar grupos como Foodsharing Quito, un espacio donde los ciudadanos comparten sus alimentos, alertan sobre áreas en las que se puede rescatar productos y se genera una comunidad más consciente en relación al desperdicio. En un estilo similar trabaja Idónea/ Fermento, un restaurante que utiliza los desperdicios de otras tiendas para elaborar productos como conservas o cenas tipo ‘pop up’.

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