Participación social

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Participación social en la educación: Del análisis a las propuestas Observatorio Ciudadano de la Educación A.C. La construcción de una auténtica participación social en nuestro sistema educativo tiene que sustentarse en el diálogo y este diálogo tiene que estar fundamentado en el reconocimiento del otro (de los demás individuos, de los grupos distintos al propio), como un Tú, como una persona o grupo de personas que son un fin en sí mismas y no un medio o un instrumento útil a la causa que nuestra persona o nuestro grupo persiguen. En el nivel particular, este reconocimiento del otro como un Tú, requiere de un esfuerzo de transformación personal de docentes, estudiantes, directivos, funcionarios, líderes, etc. que modifique sus esquemas tradicionales de ejercicio de la participación social y política. Esta transformación puede y debería ser estimulada con políticas públicas de formación de profesores que trasciendan la mera capacitación en métodos y técnicas didácticas o en teorías pedagógicas y sustente y diseñe los programas y la normatividad para esta formación docente desde el reconocimiento del profesor como un Tú, como un sujeto humano que necesita seguirse formando en elementos básicos de desarrollo personal como la comunicación, el diálogo, la reflexión, la tolerancia. En el nivel estructural las cuestiones son más complicadas, porque no es posible construir una verdadera tolerancia –la “tercera tolerancia” de Morin- con organizaciones estatales, privadas, sindicales o ciudadanas que se estructuran desde una visión de “baja complejidad”. Organizaciones altamente centralizadas y jerárquicas, enfocadas hacia el control, operadas por el programa –lo preestablecido y normado hasta el mínimo detalle- y no por la estrategia –lo que tiene un alto grado de flexibilidad y da margen al aporte creativo- y con muy pocos espacios de diálogo y de estímulo a la iniciativa de individuos o subgrupos. Es imprescindible en el nivel de participación social que tiene relación con esta dimensión estructural –y que es quizá la parte más pesada, influyente en los resultados y difícil de transformarreinventar las organizaciones y grupos, re-conceptualizar las instituciones educativas y los gremios de manera que se vayan construyendo organizacionalmente desde la visión de una “alta complejidad”; es decir, con una mayor horizontalidad, con una combinación de jerarquía sólida pero tenue, con procesos policéntricos y acéntricos, fundadas en la búsqueda, la motivación y la transformación más que en el control, operadas por la estrategia más que por el programa y con múltiples espacios de interacción, comunicación y estímulo a la iniciativa individual y de los subgrupos que conforman el sistema. (Cfr. Esquema 1/ Basado en Morin, 1997). Modelo de baja complejidad Megamáquina esclavista totalitaria Fuerte centralización Fuerte jerarquía de dominación y Control Hiperespecialización Integración rígida y represiva, libertades reducidas, controles múltiples, etiqueta, rito. Fuertes constreñimientos Débiles comunicaciones entre grupos y entre individuos

Modelo de alta complejidad Megamáquina pluralista Importancia del policentrismo y del Acentrismo Individuos a la vez autónomos y no autosuficientes Integración que comporta comunicaciones múltiples, especializaciones y policompetencias Jerarquía de niveles de organización que comporta débil jerarquía de control, fuerte componente poliárquica y anárquica Débiles constreñimientos Múltiples comunicaciones entre grupos e individuos

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