Ainoko. La mala palabra

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Ainoko La mala palabra

Tania Neira Uejo


Textos: Tania Neira Uejo Fotografías: Archivo familiar Fotografía de tortugas: David Salamaca Mamani Abril 2022


La mala palabra

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Un recuerdo avanza hacia mi como locomotora del cine mudo. Con mis padres nos mudamos a la casa familiar y ahí hace su aparición Kamisan, la tortuga: inmensa, monstruosa, horrible.

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¿Mi lengua materna? La de profesora nisei de primaria: correcta y limitada. Entrecasa, todas; afuera, solo las palabras del miedo: abunai y nuzudo.

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Cuando salía con mi tía y se encontraba con alguien, siempre llegaba la parte: “Es la hija de Yasuko. Es ainoko”. “La hija de Yasuko. Es ainoko”, también tenía su variante: “Es la hija de Juanita. Es ainoko”. Aunque quedaba claro que el nombre castellano de mi madre era para las amistades que no eran de la colonia, nunca me quedó claro si entendían lo de ainoko. Y si les importaba.

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Un día llegó a la tienda un señor. A manera de saludo me sale bajito: “Soy ainoko”. Me mira aterrorizado. Observa a su alrededor y me dice que, por favor, no vuelva a decir la mala palabra. Lo veo sufrir y no insisto así que me despido en silencio del señor que sí se le nota pero que es tan haifu como yo.

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Dicen que en Okinawa hay tumbas que se asemejan a tortugas que cobijan cual útero cuando uno muere. Me acostumbro a la insistencia de los japoneses con las tortugas. ¿Descenderé de la Tortuga Madre?

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En el karate somos solo dos niñas; el resto, chicos. La otra niña es todo terreno y lo hace muy bien. Yo no logro lanzar el kya requerido, mi voz es muy suave, dicen. Así que me dan por tarea caminar sobre los chicos para que fortalezcan sus abdómenes. Son los ochenta, entreno en un dojo para pisahombres.

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Me meten al Movimiento de Menores para que socialice. Intentan enseñarme rondas y fracaso en mi primera noche fuera de casa. En la movilidad, los niños a mi alrededor socializan.

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Vamos al Estadio, supongo, para que socialice. Me aterran los pitazos. Me escondo en el laberinto. Pero siempre me encuentran y me regresan a la cancha. Creo que no les importa que sea la niña que no se le nota o la niña que no da pie en bola mientras el equipo no pierda por walk over.

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Alisto mi traje de baño. El aceite bronceador hace resbalar el recuerdo: “No piscina para la niña que no se le nota”. Ojo de nesan no se equivoca.

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En mi primer día en colegio nikkei leo encima de la pizarra algo sobre Dios. Un compañero me pregunta si le rezo a Kamisama. Confundo el término con Kamisan, la tortuga. Me paraliza ser la nueva, Dios en papel lustre y la bestia que me espera en casa.

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En el salón una niña dispara: “¿Eres o no eres?”. Ella quiere saber de dónde desciendo. Si de la isla o no porque ella, de Tokio. Me salva el timbre. En casa averiguo, soy uchinanchu. Ainoko uchinanchu de Lima La Hostil.

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Un paseo al Parque de las Leyendas me trae a la memoria el Urashima Taro, un cuento clásico japonés en donde hay un pescador y una tortuga agradecida. Trato de pensar en cualquier cosa hasta que mis compañeros se aburran: ¿No serán los kappa las ainoko de las tortugas japonesas?

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Una movilidad de un programa de televisión nos espera en la esquina de Raimondi con Sáenz Peña a la salida del colegio. Es el día que quieren público ponja. Una señorita empieza a colocarnos stickers, digo mi nombre, pero no, esta vez, pondrán apellidos. La chica que no se le nota y que tiene el primer apellido perujin y el segundo ponja que suena a cualquier cosa menos ponja se acuerda de lo de la piscina y da el apellido de su escritor favorito.

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Hay sitios especialmente amenazantes para la sensibilidad de los ainokos que no se les nota. Creo que es algo que no lo pueden sentir los nikkei que si se les nota o los perujins, aunque a estos últimos habría que preguntarles.

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Leí en Nieve de Primavera que cuando uno de los personajes era niño, los criados le asustaban con historias sobre tortugas voraces. Doy fe de que existen y son muy malvadas. Menos mal el oji Minoru se llevó finalmente a Kamisan. Nunca supe si fue él el que la trajo para prosperidad de la casa.

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La niña que no se le nota se anota para jugar softball en la Videna. Es buen lugar para ver chicos que juegan beisball. Puedes ser perujin, nikkei que se te nota o no, puedes jugar bien o mal. Incluso una descoordinada como la niña que no da pie en bola, puede ir avanzando con los errores de los demás. El Diamante es ainoko friendly y eso es genial.

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Ainoko. La mala palabra se terminó de editar en abril de 2022.


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