mientras veía la cara de emoción de todos. No habían sido las mejores olas de su vida, ni las más perfectas ni las más tuberas, pero el escenario donde habían surfeado totalmente solos con aquel sobrecogedor paisaje les valía para guardarla en la memoria y etiquetarla como una gran tarde de surfing. Al día siguiente todos nos levantamos con un optimismo y humor contagioso. La tormenta había pasado de largo y el día se presentaba soleado y
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surfer rule
cálido. La marejada había perdido un poco de tamaño pero se había ordenado perfectamente. Mientras desayunábamos para volver al Toro unas series muy limpias y ordenadas comenzaron a romper frente a nosotros en Emily´s. Las tortitas duraron un santiamén encima de la mesa del comedor y cuando me di cuenta ya estaba José María corriendo por las piedras, con la tabla en mano y el invento recogido, con ese estilo y destreza canaria que le caracteriza. Por lo que habíamos visto días atrás Emily´s era una ola un tanto caprichosa e impredecible: podía estar pequeño o casi plato