#41 Duelo (1a parte)

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Tema central: ¿Un psicoanálisis normal?

quiere haber experimentado un acontecimiento singular: un psicoanálisis llevado a su fin. Fragilidad, pérdida y desaparición me conducen al duelo para poder realizar una precisión sobre lo que implicaría un fin de análisis. Fin que Jean Allouch (2004) llegará a equiparar con el fin de un duelo al afirmar en su artículo Actualidad en el 2001 de Erótica del duelo: «El análisis es la efectuación de un duelo» (p. 13).

Pero antes de la publicación de este artículo, Allouch (1998) dedicó un libro al estudio del duelo titulado Erótica del duelo en el tiempo de la muerte seca en el cual despliega su versión del duelo a la que fue llevado por la vía de tres experiencias diferentes: la suya propia, la lectura lacaniana de Hamlet y la lección recibida de Kenzaburo Oé. La articulación de dicha versión «[…] sitúa al duelo como un acto sacrificial gracioso, que consagra la pérdida al suplementarla con un pequeño trozo de sí» (p.23). Además, en él realiza un cuestionamiento sobre lo aportado por Freud (1915) con respecto al duelo, en particular en el texto metapsicológico Duelo y melancolía; y podría decir que más que un cuestionamiento se trata también de ubicar este texto determinante en la historia y en el singular pensamiento de Freud. Allouch (1998) señala la radicalidad que le otorga Lacan a la función del duelo. Él escribe: «Hay, según Lacan, un duelo parapsicótico y que

constituye como tal la relación de objeto. No hay sujeto deseante fuera de la vía de esta parapsicosis» (p.307). Podríamos entonces considerar al duelo como la experiencia subjetivante por excelencia. Es la vía para que ocurra el surgimiento, en un mismo momento, de un sujeto del deseo y del objeto en cuanto tal. Continúo citando a Allouch (1998): El duelo no es solamente perder a alguien (agujero en el real) sino también convocar en ese lugar algún ser fálico para poder sacrificarlo. Hay duelo efectuado si y sólo si ha sido efectivo ese sacrificio. El sujeto habrá perdido entonces no solamente a alguien sino, además, sino, aparte, sino, como suplemento, un pequeño trozo de sí (p. 307). Pongo en cursivas el significante ser para enfatizar la magnitud de una experiencia así, que se tiende a reducir, a banalizar con términos que extraídos de su riqueza original ya se han gastado, como castración o afrenta narcisista. La experiencia del que está de duelo es una en la que todo su ser, como lo conocía hasta ese momento, como se concebía a sí mismo hasta el evento de esa pérdida, está en juego. ¿Cómo calificar de patológica una experiencia así? Si hay una experiencia humana en la que esta dicotomía de lo normal y lo patológico revela ser absolutamente insuficiente es el duelo. En este punto Allouch (1998) es radicalmente crítico. De hecho, fue este punto, este descubrimiento lo que detonó su estudio sobre el duelo, además de su propia experiencia. Lo cito: Por haber decidido admitir que un hijo muerto constituía lo medular de la locura entre varios, en la que se incluía Marguerite Anzieu, la Aimée de la tesis de Jaques Lacan, por haber tenido de ese modo frente a las narices, el hecho de que esa locura había sido, de parte a parte un duelo, la intempestiva declaración según la cual ella no había hecho su duelo se me presentó en toda su obscenidad. ¡Justamente, ese duelo ella lo hacía en su locura! Manifiestamente había un error. El psicoanálisis, con respecto al duelo, en contra de su método, había girado hacia lo médico, en el sentido estrecho de: lo que dice la norma (p. 18). 29


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