Primera edicion agosto 2

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Por MOISES VELASQUEZ -MANOFF ECIENTEMENTE, “Despacito”, el éxito musical de los cantantes puertorriqueños Luis Fonsi y Daddy Yankee, se convirtió en el video más visto en la historia de YouTube, con más de 3000 millones de vistas. Además, lo logró más rápido que cualquier otro video musical que haya estado en esa plataforma. Hace unas semanas Universal Music anunció que también era la canción que más se había escuchado en línea en la historia, si combinamos la cantidad de veces que la gente reprodujo el tema o el video en una versión remix en la que canta el intérprete canadiense Justin Bieber. El ascenso de “Despacito” es extraordinario por varias razones: con excepción de la introducción de Bieber, el tema es en español (según la manera en que se interprete la letra, la canción habla de cómo uno lo haría lento con alguien que le gusta). El video tiene como escenario un barrio pobre de Puerto Rico llamado La Perla y muestra a un alegre elenco multiétnico. Tal vez lo más excepcional es que la canción ha cobrado fama internacional en un momento en que crece el nativismo, la ansiedad en lo que respecta a las fronteras y la inmigración, y en el que el poder ejecutivo de Estados Unidos parece estar decidido a blanquearse. El éxito de la canción subraya el lugar común de que el sentimiento que motiva a tantos de nosotros, ese que nos hace movernos, que

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anima nuestras vidas, que nos une en algunas formas como una comunidad global —la música pop— es lo opuesto del nativismo. Es promiscuo, no respeta fronteras ni pertenece a categorías raciales. Toma prestado a discreción, alentando la fecundación mutua de culturas y estilos. Se abre paso con energía desde la diáspora africana. Y esos miles de millones de vistas dicen que la gente, una gran mayoría estadounidense, no se cansa de escuchar la canción. Claro que el éxito de la canción no quiere decir que el proyecto del presidente Donald Trump fracasará ni que el nativismo cascarrabias dará paso a un multiculturalismo feliz. La mayoría de la gente podría estar dispuesta a ver un video de artistas puertorriqueños y aun así no querer tener un vecino que hable español (aunque Puerto Rico es un territorio estadounidense, así que, si eres estadounidense, supéralo). Sin embargo, el éxito de la canción sí enfatiza un lado de la humanidad que, en estos tiempos, suele verse ensombrecido por tendencias más desagradables. Sabemos que los humanos podemos ser tribales, que nos organizamos de un momento a otro en grupos de personas afines y ajenas, que podemos tratar a esos grupos que no nos son afines con crueldad e incluso con violencia. Estas tendencias probablemente son anteriores a nuestra condición humana. Hasta grupos de chimpancés hacen la guerra entre sí. También tenemos este otro lado que es curioso, que no teme a la diferencia, sino que se inspira en ella. Un lado trascendente que se alegra de unir partes dispares para crear y jugar. Tomemos “Despacito” como ejemplo. Comienza con una guitarra puertorriqueña de cuerdas de acero conocida como cuatro, que


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