SPORTVICIOUS MAGAZINE #40

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Llegué cansado y sorprendido que al minuto empezaban a entrar corredores a meta. Estaba claro que el nivel de participantes en esta carrera era alto y no me lo pondrían fácil. El campamento de la primera noche estaba situado en el mismo río seco. Dormíamos en haimas y la verdad es que el confort era nulo. El suelo rocoso era bastante frío por la noche y sin apenas higiene, pero esto es lo que ya conozco de este tipo de carreras en desiertos ¡Aventura al máximo! La organización nos facilitaba unos 5 litros de agua para comer, cenar y llenar nuestros bidones para la siguiente etapa. Es lo único que recibíamos y cada 10 kilómetros había un avituallamiento con 1,5 litros de agua. Lo demás lo debías cargar en tu espalda, eso es la autosuficiencia, por lo que es vital preparar bien la mochila para este tipo de carreras, con comida muy calórica y de poco peso. Poco a poco iba entablando conversación con mis compañeros y cogiendo confianza.

La camaradería de esta carrera fue excepcional; me encontré en todo momento muy a gusto. El inglés era el idioma predominante y el afrikáans, que es el idioma más común en Sudáfrica, cosa que me fascinó, una lengua germánica derivada de los colonos holandeses y que también se habla en Namibia y el sur de Botsuana. La segunda etapa era de 35 kilómetros, con temperaturas de más de 45ºC y con terreno más técnico. Salimos por el mismo río seco y Benni ya se posicionó en cabeza pero le seguíamos en línea otros nueve corredores. Al salir del río, el terreno se allanó un poco y pudimos correr más rápido. También empezaron las subidas fuertes por tramos montañosos, donde se podía correr pero el calor lo hacía tan duro que los corredores no sudafricanos comenzamos a sufrir deshidrataciones leves.


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