Solidaridad Global Nª 13 Septiembre 2009

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Poética y revolución: un miércoles de octubre entre revolución y poesía es de León Trotsky: “La revolución – postula- arrancará para cada individuo el derecho no sólo al pan, sino a la poesía. […] Conquistemos, para todos y para todas, el derecho al pan y el derecho al canto”. Por otra parte, la energía revolucionaria, al desatar el dinamismo transformador de los excluidos, se define por rasgos manifiestamente expansivos. Antonio Gramsci sostendrá que toda nueva hegemonía “expande fuerzas latentes mediante el uso de la retórica, la liturgia y la acción”.

daré,/ te daré, Patria hermosa,/ te daré una cosa,/ una cosa que empieza con P, / Perooón”. Y aquel “Perón”, recuerda, “resonaba periódicamente como un cañonazo”. Fue ese día cuando el poeta bajó desde el quinto piso a la calle y se unió a la multitud que avanzaba hacia la Plaza de Mayo. Era el miércoles 17 de octubre de 1945. Marechal sintió que algo nuevo se manifestaba: “Vi, reconocí, y amé los miles de rostros que la integraban: no había rencor en ellos, sino la alegría de salir a la visibilidad en reclamo de su líder”. Esa muche-

Nuestro octubre Recordemos ahora el miércoles de octubre de nuestra proposición. Según Scalabrini Ortiz en todos los pueblos y ciudades había ocurrido lo que, en Buenos Aires, cobró dimensiones colosales. El escribió en HECHOS E IDEAS, en febrero de 1946: “Un pujante palpitar sacudía la entraña de la ciudad. Un hálito áspero crecía en densas vaharadas, mientras multitudes continuaban llegando. Venían de las usinas de Puerto Nuevo, de los talleres de la Chacarita y Villa Crespo, de las manufacturas de San Martín y Vicente López, de las fundiciones y acerías del Riachuelo, de las hilanderías de Barracas. Brotaban de los pantanos de Gerli y Avellaneda o descendían de las Lomas de Zamora. Hermanados en el mismo grito y en la misma fe iban el peón de campo de Cañuelas y el tornero de precisión, el fundidor mecánico de automóviles, la hilandera y el peón. Era el subsuelo de la patria sublevado”. Leopoldo Marechal, por su parte, dejó constancia de cierta mutación ocurrida en la letra de una melodía popular: “…el rumor fue creciendo y agigantándose, hasta que reconocí primero la música de una canción popular, y enseguida su letra: “Yo te

dumbre, todavía sin nombre, era un subsuelo sublevado. Salir “a la visibilidad”, brotar del subsuelo, del suburbio (sub urbe) era una actividad de los cimientos, un sacudón de las estructuras. El pueblo estaba tomando la palabra y era un solo grito. Hacía falta una profunda liturgia para desamordazar un lenguaje por mucho tiempo dominado. Vestido con su ropa de trabajo, disfrazado de gaucho, mostraba su irreverencia frente a las instituciones de la opresión. Comenzaron a retumbar, por primera vez en la historia política moderna, los grandes bombos de los circos, las murgas y los misachicos. El goce, como actividad estética primaria, liberaba al hombre del trabajo penoso y lo capacitaba para arrancarse la máscara del lenguaje impuesto. Lo no comprobado comenzaba a enunciarse como posible. La canción sonaba todavía como un murmullo

sordo, como un áspero trabajo de erosión. Es cierto, la muchedumbre todavía no podía nombrarse ni a sí misma, pero creaba una liturgia, unos símbolos, un talante no solemne, de fiesta desatada. ¿Cómo manifestar la reinvidicación de quien es dominado en el mismo lenguaje de quien lo domina? Pensemos un poco en los avatares de la canción popular que hemos recordado. No hace mucho aconteció el campeonato mundial de rugby. El sponsor del equip o a rg e n t i n o lanzó una publicidad en que recurría al famoso “Yo te daré”. Los Pumas avanzan en un gran transporte y poco a poco se les va uniendo una multitud en automóviles, camiones, camionetas. Ahora la vieja canción de 1945 se oye así: “Yo te daré,/ te daré una cosa,/una cosa que empieza con P,/ Puma.” En realidad, la P , por la situación de discurso, es y no es Puma pero sí es, seguro, Personal, la transnacional que esponsorea. La canción original en cambio festeja a una mujer, celebra una pasión individual. Este es el estribillo: “Yo te daré,/ te daré, niña hermosa,/ te daré una cosa/ una cosa que yo sólo sé”. La letra y la música connotan ritmo, fiesta, risa, danza, presencia de los cuerpos. El “jingle” elimina “niña hermosa” y se refiere a un receptor indefinido, sin cara, sin cuerpo, un consumidor de “cosas”, un cosificado. La muchedumbre del 17 de octubre reemplazó “niña hermosa” por “patria hermosa” y la adivinanza picaresca “yo sólo sé” por “Perooón”. La


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