Imitación de cristo

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hayas humillado, para que aprenda tus justificaciones, y destierre de mi corazón toda soberbia y presunción. Provechoso es para mí que la confusión haya cubierto mi rostro, para que así te busque a Ti para consolarme, y no a los hombres. También aprendí en esto a temblar de tu inescrutable juicio, que afliges así al justo como al impío, aunque no sin equidad y justicia. 5. Gracias te doy porque no me escaseaste los males; sino que me afligiste con amargos azotes, enviándome dolores y angustias interiores y exteriores. No hay quien me consuele debajo del cielo sino Tú, Señor Dios mío, médico celestial de las almas, que hieres y sanas, pones en grandes tormentos y libras de ellos. Sea tu corrección sobre mí, y tu mismo castigo me enseñará. 6. Padre amado, vesme aquí en tus manos; yo me inclino bajo la vara de tu corrección. Hiere mis espaldas y mi cerviz para que enderece mis torcidas inclinaciones a tu voluntad. Hazme piadoso y humilde discípulo como sueles hacerlo, para que ande siempre pendiente de tu voluntad. Me entrego enteramente a Ti con todas mis cosas para que las corrijas. Más vale ser corregido aquí que en la otra vida. Tú sabes todas y cada una de las cosas, y no se te esconde nada en la humana conciencia. Antes que suceda, sabes lo venidera, y no hay necesidad que alguno te enseñe o avise de las cosas que se hacen en la tierra. Tú sabes lo que conviene para mi adelantamiento, y cuánto me aprovecha la tribulación para limpiar el orín de los vicios. Haz conmigo tu voluntad y gusto, y no deseches mi vida pecaminosa, a ninguno mejor ni más claramente conocida que a Ti solo. 7. Concédeme, Señor, saber lo que se debe saber; amar lo que se debe amar; alabar lo que a Ti es agradable; estimar lo que te parece precioso; aborrecer lo que a tus ojos es feo. No permitas que juzgue según la vista de los ojos exteriores, ni que sentencie según el oído de los hombres ignorantes; sino dame gracia para que pueda discernir con verdadero juicio entre lo visible y lo espiritual, y sobre todo, buscar siempre la voluntad de tu divino beneplácito. 8. Muchas veces se engañan los hombres en sus opiniones y juicios, y los mundanos se engañan también en amar solamente lo visible. ¿Qué tiene de mejor el hombre porque otro le alabe? El falaz engaña al falaz, el vano al vano, el ciego al ciego, el enfermo al enfermo, cuando lo ensalza; y verdaderamente más le confunde cuando vanamente le alaba. Porque cuanto es cada uno en tus ojos, tanto es y no más, dice el humilde San Francisco.

Capítulo LI: Que debemos emplearnos en ejercicios humildes cuando no podemos en los sublimes. Jesucristo: 1. Hijo, no puedes permanecer siempre en el deseo fervoroso de las virtudes, ni perseverar en el más alto grado de la contemplación; sino que es necesario por el vicio original, que desciendas alguna vez a cosas bajas, y también a llevar la carga de esta vida corruptible, aunque te pese y fastidie. Mientras lleves el cuerpo mortal, sentirás tedio e inquietud de corazón. Es preciso, pues, mientras vives en carne, gemir muchas

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