La chica del lunar

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a inocente pregunta de mi abuela

no es más que el pistoletazo de salida a un tercer grado del que logro escaquearme hábilmente desviando la mirada hacia la tele, en la que Casandra y Luis Fernando vuelven a atravesar un momento crítico en su relación, como todos los que han vivido desde que empezó la serie, vaya. Que quién era ese muchacho, que si hacía mucho que me rondaba, que si me había respetado… vamos, que no tengo yo bastante con lo mío como para ponerme a tontear con Fernando que, además, de muchacho nada, que pasaba seguro de los cuarenta y quién sabe si de los siguientes también. Dejo a mi abuela amorrada a la tele y me voy a dar una vuelta, que necesito airearme para pensar con claridad. Ante mí se abre un horizonte nuevo, hasta ahora completamente desconocido: jornada completa, contrato y sueldo decente. Ciencia ficción para mi cerebro, que siempre había creído que la posibilidad de combinar esas tres palabras en una sola frase era similar a la de encontrarse a un autoestopista venusiano vestido de faralaes de vuelta de la playa. Si la frase hubiera mencionado también horario laboral atractivo y beneficios sociales, la cosa del extraterrestre flamenco le habría sacado dos cabezas en lo que a verosimilitud respectaba. ¿Cómo decir que no? Y ¿cómo decírselo a mi jefa? Seguía teniendo en su mano el poderoso arma de la terraza de mi tía. Le iba a faltar tiempo para ir a denunciar su cerramiento y hacérselo quitar. Algo en el interior de mi bolso empieza a vibrar, haciéndome esas cosquillas entre gustosas y angustiantes en el muslo. Como si me hubiera oído pensar; es mi tía. —¡Hola, sobri! ¿Sobri? ¿No tiene bastante con llamarme Lauri? ¿A qué viene ahora ese apelativo tan novedoso como ridículo? Me escama tanto peloteo, porque lo que viene después tampoco es más normal que su saludo. No puedo decir que mi tía sea una borde pero la risita tonta y el tonito ñoño no suelen acompañar su discurso si no es para hacer el imbécil. Que por qué no nos tomamos un café, que hace mucho que no hablamos. ¡Ay!, ¿Qué habré hecho ya? 25


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