LA GENERACIÓN DEL 14. UNA AVENTURA INTELECTUAL

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LOS INTELECTUALES Y EL REPUBLICANISMO POSIBILISTA

bierno y el Estado. Al primero, con las Cortes, tan sólo le corresponde señalar la orientación, las líneas generales, y consignar las partidas presupuestarias. La labor de fondo tiene más altas miras y le corresponde al Estado, que a través de «una junta técnica, compuesta por las más ilustres capacidades de España en estas materias, ha de ir desenvolviendo autonómamente la parte técnica e interna del sistema. Éste es el propósito del Partido Reformista». El político asturiano confía la labor transformadora a una elite intelectual y conecta de esta manera con los presupuestos aristocratizantes que hemos apuntado en algunos jóvenes del 14, encabezados por Ortega. Dando un paso más, el discurso constituye una auténtica apelación a la juventud intelectual y representa el punto central de confraternización entre la joven generación y el reformismo melquiadista. El político confía en que el programa será perfilado en la propaganda posterior «por estos jóvenes ilustres, que representan lo más excelso de la intelectualidad española, y que nos han de prestar su insustituible y admirable concurso». En los últimos párrafos de su alocución se produce una llamada plena de intensidad: «Ayudadme todos, prestadme todos auxilio, los jóvenes sobre todo, los intelectuales preferentemente, para que los días feriados podamos recorrer España y levantar el espíritu decaído de nuestro país, brindándole una esperanza con las reformas contenidas en el programa de nuestro partido». En sus palabras brilla de nuevo el papel otorgado a la minoría intelectual que ha de interpretar y dar sentido a la voluntad popular, que ha de crear un estado de opinión: «Hay que preparar un movimiento de opinión sin fijarnos en los representantes del país, que yo recuerdo que decía Sièyes que aun en aquellos pueblos donde los órganos legislativos son representantes fieles de la soberanía popular, se necesita que haya en lo alto un gran elector que sepa interpretar y recoger sus latidos». El cambio en los planteamientos que se deduce de la atenta lectura del discurso del Palace hay que calificarlo como drástico. En el plano ideológico Melquíades Álvarez muestra su confianza en la monarquía y se responsabiliza junto a ella de la transformación del Estado. El político republicano se presenta como una alternativa «posible» dentro del sistema y amplía y remarca las fronteras de su colaboración: «Quiero vivir en paz con todos los elementos de la izquierda, desde los liberales monárquicos, que lo sean, hasta los socialistas, y no 213


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