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IV CÓDIGO

8 DE NOVIEMBRE 2010

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El Sie7e de Chiapas

MORELIA

Entre lágrimas despiden a los 18 michoacanos :: DURANTE SU MENSAJE EN LA MISA DE CUERPO presente, el arzobispo de Morelia, Alberto Suárez, pide a las autoridades frenar la ola de crímenes infames. EL UNIVERSAL EL SIE7E

Una vez más debemos implorar y pedir la reconciliación en la muerte injusta de nuestros 18 hermanos. Que ella pueda servir como una semilla que fructifique para un México diferente, fraterno, justo y libre”. Con estas palabras, el arzobispo de Morelia, Alberto Suárez Inda, despidió los féretros de los michoacanos asesinados en Guerrero. Ante esposas, hijos, madres, amigos, vecinos y morelianos en general que acudieron a la misa de cuerpo presente, esta mañana en la Catedral de Morelia, el jerarca religioso se pronunció, en su mensaje final, porque las autoridades, “por encima de todo, se unan para bien del pueblo. Que haya justicia y paz. Que pueda haber un alto a esta ola infame de criminalidad”. En medio del llanto, de los lamentos y el dolor comunitario que se imponía en el interior del recinto religioso, Suárez Inda procedió a rociar con agua bendita los 18 ataúdes grises formados ante el Altar catedralicio, recordando que fueron bautizados de igual manera, al momento de recibir su fe católica. “A cada uno de los familiares nuestra condolencia más sincera y la promesa de nuestra oración. Todo México hoy está al pendiente de Michoacán y debemos pedir que nuestro estado, así como el vecino Guerrero y todos los estados de la República, puedan ser lugares de trabajo honesto, concordia y tranquilidad”, señaló el prelado al dar por concluida la homilía. “¡Mi papí! ¡mi papí! ¡te quiero papá! ¡te quiero mucho papá”, fue la exclamación que enseguida se impuso en el lugar, pronunciado por las hijas de uno de los difuntos, mientras yacían aferradas al ataúd de su progenitor, desconsoladas y abatidas. Escenas similares se replica-

ban en torno a cada uno de los 18 féretros, al tiempo que se disponía el traslado a sus respectivas salas velatorias, ya fuera en ambulancias de Protección Civil, ya fuera en alguna de las carrozas fúnebres. La gran cantidad de dolientes que llenaron la Catedral, y quienes en su mayoría habían resistido expresiones de llanto o dolor, no soportaron más al salir de la iglesia. El atrio se lleno de lágrimas ante la procesión de los 18 ataúdes. Los rostros, de todas edades, reflejaban un ánimo común. El desconsuelo era multitudinario. Presente en la misa fúnebre, el senador de la República Jesús Garibay confió a un grupo de reporteros que un cuñado

suyo, esposo de su hermana, así como su sobrino, se encontraban dentro del grupo de víctimas, y que por ello, acudía como un doliente más. El alcalde de Morelia, Fausto Vallejo, presente en las exequias, caviló en entrevista: “perdimos a 18 morelianos y junto con ellos la integración de 18 familias. Es un impacto a toda la sociedad porque se trataba de gente buena. La reflexión es que nos debemos unir, no nos debe quebrantar la delincuencia. Los ordenes de gobierno debemos poner nuestro granito de arena para esto”. Por su parte, Sergio Vergara, director de enlace ciudadano de gobierno del estado, in-

formó que ya se analiza la posibilidad de enviar al Congreso del Estado la solicitud para que los familiares accedan a los beneficios constitucionales establecidos en Michoacán para apoyar a víctimas del crimen organizado. Detalló que esta semana se reunirá el gobernador Leonel Godoy con las familias afectadas, para revisar su situación y brindarles los apoyos que requieran. Abrazos de solidaridad Alfonso Calderón recibía abrazos en muestra de solidaridad, de gran parte de la concurrencia. Su mirada reflejaba el desvelo y sus palabras denotaban la incredulidad de lo sucedido. Su hermano, el mecánico de alineación y balanceo Héctor Calderón Pintor, fue uno de los asesinados. “Estoy muy nervioso, no sé qué decir”, se disculpaba, paso saliva y repuso “él tenía dos hijos de 17 y 6 años. Su familia ¿qué va ha hacer ahora? ¿quién va a ayudarlos?”, imploraba. ¿Tienen algún reclamo, pedirían algo? “No sé. No sabemos a quién pedirle ayuda. Uno puede pedirla, pero no se sabe en quién confiar así como está la situación, uno nunca sabe”. No obstante su discapacidad motriz, Alejandro Ávalos acudió en su silla de ruedas a despedir a sus amigos varios de

ellos colegas de oficio. “Todos eran mis amigos. Soy suspensionista y trabajamos con ellos, nos enviábamos trabajo. Eran personas a toda onda, siempre echaban relajo y todo buenos amigos, nunca con problemas, eran de los que estaban siempre pa´ delante y sonriendo, muy tranquilos”, platica Alejandro. A su lado, Virginia López trata de contener más lágrimas, derramadas por su cuñado y compadre, Eleuterio Servín, esposo de su hermana, empleado del taller mecánico “Rigo”, donde laboraban la mayoría de los integrantes del grupo. “Ya estamos un poco más tranquilos. Ya nos lo entregaron. Dios los perdone (a los asesinos) y que nuestras lágrimas sean sus alegrías de nuestros difuntos”, pronuncia. En estos momentos los cuerpos de los 18 de 20 michoacanos que el 30 de septiembre fueron secuestrados y a la postre asesinados, mientras arribaban a Acapulco con la intención de vacacionar por tres días, como parte de una tradición familiar de 10 años, están siendo velados en distintas salas mortuorias, y más tarde algunos traslados a sus lugares de origen: Tejaro, Atécuaro, Puruándiro, Tzitzio, y gran parte de ellos en Morelia.


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