Shangay 517

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[ ARTE ]

DEL ORDEN MODERNO AL CAOS POSMODERNO Dos exposiciones diametralmente opuestas vienen a incidir en geometrías inconclusas, formalismos mecánicos, movimiento perceptivo y participación activa del espectador. A los artistas los separan siete décadas: uno es un mito del arte del siglo XX, y el otro una gran promesa del XXI. TEXTOS GUILLERMO ESPINOSA

JESÚS RAFAEL SOTO ROMPER LAS DIMENSIONES

CARLOS SÁEZ ARQUEOLOGÍA TECNOLÓGICA

a retrospectiva que plantea el Guggenheim Bilbao del artista venezolano, afincado en París desde los años cincuenta hasta su fallecimiento en 2005, revela no pocas de las ambiciones e inquietudes de la abstracción geométrica en su desarrollo desde la segunda mitad del siglo XX, su momento más fértil, y de la que Soto fue uno de sus mejores y más reconocibles creadores. El artista, que en sus comienzos –a los 16 años– se ganó la vida como cartelista para cines, hasta completar su educación, conoció de primera mano, ya becado en ese París que no abandonaría, la obra de Klee, Mondrian y Kandinsky. Decidido a “dinamizar el neoplasticismo”, como él mismo refirió, y pese a unos comienzos descorazonadores donde otros artistas lo ninguneaban diciendo de él que se limitaba a pintar ‘rayitas’, sus primeros lienzos de repetición de elementos simples trajeron aparejado el descubrimiento del efecto moiré, un patrón de interferencia visual que termina por generar ondas simuladas en la visión cuando se situan patrones lineales distintos y muy juntos. Esta sensación de movimiento interno daría pie en Soto a una investigación constante de casi cuatro décadas: a las que luego añadió espacio –llevándola a la escultura y la instalación– y duración: permitiendo al espectador deambular, alterar su velocidad corporal y su permanencia temporal en la obra, para generar otros efectos en la percepción. Sus obras más significativas las desarrollará a partir de 1967: esos Penetrables, grandes instalaciones donde el espectador puede entrar y recorrerlas, participando del espacio, generalmente realizadas por sucesión de cortinajes de filamentos plásticos o metálicos. Evidentemente, las formas desde el exterior o desde el interior se alteraban, y con ellas la percepción y la capacidad de juego del espectador. Muchas veces se ha comentado cómo en este inocente ejercicio, los artistas cinéticos, con Soto a la cabeza, descubrieron y apuntalaron una gran verdad teórica que aún es tema de debate en el arte: la absoluta importancia del espectador como elemento que completa el sentido y la realidad de la obra; más en este caso, en que solo se da y puede darse en el espectro perceptivo individual. Si nadie la contempla, la obra no puede llegar a ser en su totalidad.

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iembro de la primera generación de artistas españoles nativos digitales, Carlos Sáez (Valencia, 1988) comenzó elaborando eclécticas creaciones audiovisuales, vídeos y gifs, casi sin tabúes ni prejuicios –realizó hasta un videoclip para su paisano Aless Gibaja, Sexy Summer– y también alentando la difusión de contenidos net-artísticos a través de una plataforma comisariada en red, Cloaque.org, bajo su batuta y la de Claudia Maté, de espíritu generacional y equivalente deseo aglutinante y desprejuiciado. Tras elaborar también algunas perturbadoras imágenes fotográficas –su serie Forms and Fluids, que abría inauditas posibilidades sensuales a una compleja remorfologización de los cuerpos–, Sáez comenzó a repartirse entre su Valencia natal y Nueva York, solicitado por firmas de moda para realizar tanto campañas visuales como efectivas instalaciones en espacios y eventos, a la manera de artista invitado–. Allí colaboró con amigos como Arca, productor de Björk, y terminó presentando instalaciones y esculturas en exposiciones colectivas en el Whitney Museum o el MoMa neoyorquinos. Concrete Effect, título escogido por la “sonoridad de esa secuencia de sílabas, y por la capacidad de las piezas para producir un efecto sobre quien las contempla”, presenta una serie de esculturas de desecho tecnológico. “Creo que se habla mucho de cómo las máquinas se parecen cada vez más a los humanos, pero poco se habla de lo mucho que se asemeja la naturaleza y los seres vivos a la tecnología y a las máquinas. No soy religioso, pero una parte de mí no consigue descartar del todo la teoría del diseño inteligente”, apunta el artista. El resultado, en sus manos, revela no pocas inquietudes teleológicas, amén de contener algo inasiblemente sexual y fetichista –al modo del suizo Giger, por poner un referente lejano– tamizado por un deseo de interpretación abierta, en manos del espectador. “Lo que más me atrae de esta arqueología anacrónica y desprovista de información es la cantidad de espacio que reserva para la virtualidad de cada uno. Observar maquinaria despojada de su funcionamiento nos invita a admirar su estética de forma íntegra y a dejarnos llevar por el efecto que produce”, subraya.

{ JESÚS RAFAEL SOTO: LA CUARTA DIMENSIÓN SE PUEDE VISITAR EN EL MUSEO GUGGENHEIM BILBAO (AV. ABANDOIBARRA, 2) DEL 18 DE OCTUBRE AL 9 DE FEBRERO DE 2020. MÁS INFORMACIÓN EN WWW.GUGGENHEIM-BILBAO.EUS }

{ CARLOS SÁEZ: CONCRETE EFFECT SE PUEDE VISITAR EN LA GALERÍA ESPAI TACTEL (CAVALLERS, 35 · VALENCIA) HASTA EL 1 DE NOVIEMBRE. MÁS INFORMACIÓN EN WWW.ESPAITACTEL.COM }

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