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trataba del P. Stanistaw Smolenski, doctorado en Roma y hombre de una gran espiritualidad; hoy es Obispo auxiliar emérito de Cracovia. El P. Smolenski comenzó con nosotros un trabajo regular de preparación para el sacerdocio. Al principio teníamos como superior sólo a un prefecto, el P. Kazimierz Klósak, que había realizado sus estudios en Lovaina y era profesor de filosofía. Por su ascesis y bondad suscitaba en todos nosotros una gran estima y admiración. Daba cuentas de su trabajo directamente al Arzobispo, del cual dependía también de modo directo, por lo demás, nuestro mismo seminario clandestino. Después de las vacaciones veraniegas del año 1945, el P. Karol Kozlowski, procedente de Wadowice, antiguo Padre espiritual del seminario en el período anterior a la guerra, fue llamado a sustituir al P. Jan Piwowarczyk como Rector del seminario en el que había transcurrido casi toda la vida. 18

Se completaban así los años de la formación del seminario. Los dos primeros, aquellos que en el curriculum de los estudios se dedican a la filosofía, los había cursado de modo clandestino, trabajando como obrero. Los años sucesivos, 1944 y 1945, fueron testigos de mi creciente dedicación en la Universidad Jaghellonica, aun cuando el primer año después de la guerra fue muy incompleto. El curso académico 1945/46 fue normal. En la Facultad teológica tuve la suerte de conocer algunos profesores eminentes, como el P. Wladyslaw Wicher, profesor de teología moral, y el P. Ignacy Rózycki, profesor de teología dogmática, el cual me introdujo en la metodología científica en teología. Hoy abrazo con un recuerdo lleno de gratitud a todos mis Superiores, Padres espirituales y Profesores, que en el período del seminario contribuyeron a mi formación. ¡Que el Señor recompense sus esfuerzos y sacrificios! A comienzos del quinto año, el Arzobispo decidió que me trasladara a Roma para completar los estudios. Fue así como, anticipándome a mis compañeros, fui ordenado sacerdote el I de noviembre de 1946. Aquel año nuestro grupo era, naturalmente, poco numeroso: en total éramos siete. Hoy vivimos solamente tres. El hecho de ser pocos tenía sus ventajas: permitía estrechar lazos profundos de conocimiento recíproco y de amistad. Esto se podía decir también, de algún modo, de las relaciones con los Superiores y Profesores, tanto en el período de la clandestinidad como en el breve tiempo de los estudios oficiales en la Universidad.


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