Revista Ser abril/mayo

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¿Quiénes son el motor de Teatro La

República?

Si uno va al origen… en el origen fuimos dos, luego fuimos cuatro… yo soy el único que queda del origen. Pero justamente, a tu pregunta me viene una reflexión estupenda: yo creo que los motores van cambiando, porque en el fondo las necesidades van siendo distintas. Cada vez nos necesitamos más unos a otros. Es decir, si hoy no estuviera Miguel, no estuviera Griselda, no estuviera Melisa, yo me “desencajo”, porque tendría que reinventar nuevamente todo; o si yo no estuviera, ellos tendrían que reinventar la cosa… Yo creo que el motor es la fusión, es el encuentro. Lo digo de verdad, yo creo que es la suma de cosas y sobre todo, de gente que respira lo mismo, que van en el mismo camino. Yo en eso estoy muy bien entrenado, soy súper dócil y creo que cada uno tiene una responsabilidad, que nadie maneja mejor y todo el mundo tiene que ponerse en sus manos. Llevamos 23 años y en el 2.020 haremos 25, porque la filosofía es un poco esa, la suma de voluntades. Hay gente que llega un momento que se baja y no pasa nada, nos volveremos a encontrar otra vez. Y además en el teatro, todo el mundo tiene claro que la filosofía es lo gregario, el grupo, si no, no tendría mucho sentido. Casi un cuarto de siglo de camino, con toda la experiencia que ello conlleva… En esencia, ¿qué se mantiene desde el origen y qué ha cambiado, o evoluciona� do desde entonces? Yo creo que hemos cambiado bastante a mejor. Fundamentalmente, enlazándolo con la primera pregunta, la gente que se ha ido sumando, ha ido siempre mejorando muchísimo lo que teníamos y eso, yo creo que ha sido el gran cambio. Tenemos más experiencia. Al principio éramos más demoledores en escena. Yo recuerdo incluso, cuando en el estreno de uno de nuestros espectáculos, hubo una asociación cristiana que se metió dentro del espectáculo a “reventarlo”, porque en el cartel poníamos a una mujer crucificada desnuda… y siempre jugábamos con la broma de a ver cuántos se van hoy del espectáculo, a ver cuánto más provocadores éramos… Eso se nos ha ido yendo . Hace poco recordaba el técnico de luces, que lleva con nosotros cerca de 20 años también, que ya no somos ni la sombra de lo que éramos, antes se iba la gente de nuestros espectáculos enfadada y los que se quedaban eran como fieles acérrimos

nuestros… Yo creo que hemos aprendido que lo “punky” no hay que mostrarlo muchas veces, sino que es como tú afrontes las cosas… y eso, es justamente, la columna vertebral de toda nuestra vida. Hemos sido un grupo que nació reivindicando temas o no dejándonos caer en la comedia fácil, sino trabajando desde lo social, temas sociales, teatro político-social y así hemos seguido. No nos mueve otra cosa, no sabemos montar otra cosa y desde temáticas muy diversas, el tema de la mujer ahora que es el que nos ocupa, el tema de la pederastia en su momento; temas dispares que sí nos parecían que había que afrontar y generar debate, que es lo más bonito de todo. Vas al teatro y luego en la cena alguien te llama y te dice: “estamos cenando y resulta que no nos ponemos de acuerdo, el juez este ¿pederasta o no?… Y yo que sé… yo te dejo la pregunta en el aire, ¿no?... cosas de estas… Si tuvieses que elegir un recuerdo, un momento especial en estos 23 años, ¿Cuál sería? El primero que se me viene a la cabeza, de muchos, es el encuentro con Miguel Ángel Maciel, que es hoy actor de la compañía. Fue un encuentro de lo más casual del mundo y entre otras cosas, porque yo y Miguel estamos hermanados en cuanto a visiones. Trabajar con Miguel es lo más sencillo del mundo. La anécdota fue que hicimos un casting de tres días para un espectáculo que se llamaba “Hamelin”. El texto original decía que el narrador del espectáculo era el director y yo no tenía ganas de hacer eso. Miguel aparece el primer día de casting y cuando entró y habló, dije: “es este” y me decía el distribuidor: “no, pero tenemos que hacer el casting los tres días…” y yo: “tu haz lo que te dé la gana, pero es ese tío que acaba de pasar, es él, ¿lo llamamos ya?”, “no, no, espera, vamos a esperar al domingo” y yo: “bueno, vale, pero es él”. Según terminó el casting lo llamé y le dije que me encantaba su trabajo, lo que había visto, que si quería venirse con nosotros. Y me resultaba extrañísimo, que alguien de su profesionalidad, de su experiencia, no trabajara más en el teatro y justamente no lo hacía porque era un tipo que nunca ha regalado su trabajo, que tiene una idea clara de lo que quiere hacer y lo que no le gusta no lo hace. No se vende. Yo, de alguna manera, también soy así. Entonces, a partir de ahí conectamos y hacemos lo que nos gusta.

Una larga lista de producciones como “Ciudadano Yago”, “El año que se rom� pió mi corazón”, “Los impostores” o las más recientes como “Gulag”, “Las raí� ces cortadas”… hablamos de teatro con mensaje. ¿Crees que el teatro sirve como medio para despertar conciencias? ¿Qué debe cumplir un cometido social? Sí, absolutamente. Es que además, en la comedia más absurda del mundo siempre hay algo de fondo que te están contando. El otro día con los alumnos trataba de hacer memoria: ¿qué obra de teatro a mí nunca me ha contado nada? No tengo. No existe el “l’art pour l’art”. No, no existe. Tampoco creo que existiera de verdad, es un nombre más comercial que otra cosa. Todo cuenta. Todo es significativo. No creo que el teatro esté vacío de nada. Lo que pasa es que podemos acentuar muchísimo lo que queremos contar o podemos dejar preguntas en el aire. A mí me gusta muchísimo contar con crudeza las cosas y luego dejar preguntas en el aire. Esto no es una historia de buenos y malos, de blanco y negro. Hasta incluso el asesino tiene un porqué y “Ciudadano Yago” por ejemplo, es eso. Es un tipo que, todos sabemos lo cuenta Shakespeare, ha matado a 3, 4, 5 personas… pero me interesaba más saber porqué puede llegar a ese punto. Burlar a Shakespeare y burlar lo que contaba. Sin menospreciar. Sin traicionar. Y salen cosas maravillosas. Incluso el asesino tiene un porqué y tiene cosas que contar. 4 premios Réplica 2017 avalan “Las raíces cortadas”, historia en torno a Vic� toria Kent y Clara Campoamor… diputa� das de la II República, mujeres con fuer� za, pioneras del voto femenino… ¿qué ha supuesto para ustedes esta obra? ¿Y para el público que ha acudido a verla? Bueno, fíjate que llegamos a esta obra casi de manera casual. Porque yo hice mi tesis doctoral sobre la figura de Jerónimo López Mozo, que es uno de esos autores que cuando no esté entre nosotros, le pondrán hasta calles. Jerónimo López Mozo, es uno de los autores españoles vivos, contemporáneos, que tiene todos los premios del teatro. Los grandes dramaturgos de hoy, los jóvenes, le tienen como maestro. Sin embargo, sus obras se representan poco. Yo hice mi tesis sobre él, le conocí, nos hicimos amigos, es casi como un abuelo o un padre y compartimos muchísimas cosas. Un día me dice: “Joder” (tiene ese carácter así, que me encanta) “a ver si montas algo mío. Tanto estudio de mi obra y no montas nada”. SER+ 9


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